En el comentario al Libro II de las Sentencias, Santo Tomás tiene un artículo dedicado a los ángeles custodios o “de la guarda”, como los llama piadosamente la devoción popular.
Se pregunta el Santo si a todos los hombres se les asigna la custodia de un ángel. Por las objeciones desfilan desde Adán hasta el anticristo. El primero, porque estando creado en gracia y con plenitud de ciencia infusa, aparentemente no necesitaba de la custodia de un ángel. El último, porque siendo fiel reflejo de satanás, se le asignaría en vano la celestial ayuda contra las tentaciones.
“A los niños en el útero materno se les asigna un ángel custodio, por el cual se cohíbe el poder del demonio para dañar. Y en esto también ayudan a los pequeños nacidos”.
Pero la tercera objeción llama nuestra atención ahora. Trata de que los niños no pueden recibir la “salud”, esto es, “los sacramentos”, en el vientre materno antes del nacimiento. Por lo tanto, no les sería debida aún la custodia de un ángel.
Empieza respondiendo que “los niños en el útero materno no reciben los sacramentos de la Iglesia porque no están sujetos a la acción de los ministros”. En efecto, para la ciencia médica de su tiempo era imposible llegar al bebé aún en el vientre materno.
Luego añade magistralmente: “pero sí están sujetos a las operaciones divinas y de los ángeles. Y por lo tanto, desde la infusión del alma racional, se les asigna un ángel custodio, por el cual se cohíbe el poder del demonio para dañar, y a causa de muchos impedimentos por los cuales se puede deteriorar su complexión, haciéndolos más proclives al pecado, o llegar incluso a extinguir la vida misma. Y en esto también ayudan a los pequeños nacidos, aunque aún no los iluminen”[1], es decir, aún antes del uso de razón –por lo que no pueden ser “iluminados”– los ángeles custodios protegen a los nonatos y a los bebes.
“Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial” (Mt 18,10). Recemos a los santo ángeles por todo aquellos pequeños que en el vientre de sus madres son despreciados hasta el punto de abortarlos.
“Dios nos manda el ángel para liberarnos, para alejar el temor, para alejarnos de la desventura” dijo el Papa Francisco el 2 de Octubre de 2015, memoria de los Ángeles custodios[2]. A ellos encomendamos estos pequeños y nos encomendamos nosotros mismos.
P. Pablo Trollano ive
[1] Com. in II Sent., d. 11, q. 1, a. 3, ad 3: Ad tertium dicendum, quod pueri in materno utero non recipient sacramenta Ecclesiae, quia non subduntur actibus ministrorum: sed operationibus divinis et angelorum subduntur; et ideo eis ab infusione animae rationalis, custos angelus assignatur, per quem prohibetur virtus daemonis ab ejus nocumento, et propter multa impedimenta, quibus potest ejus complexio deteriorari, ut efficiatur pronior ad peccandum, vel etiam ipsa vita extingui: et in hoc etiam prosunt parvulis natis, quamvis eos non illuminent. Mandonnet, 276.