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Si algo hace Cristo es transformar. Cambiar de forma, cambiar la esencia de cosas que son A para que sean B. Así, Cristo transformó el agua en vino. Transforma el vino en su sangre. Y esa sangre divina, tan suya, preciosa e incomunicable, la transforma en sangre divina tan nuestra, invalorable y comunicada en el bautismo y cada Santa Misa.

Si esto hizo y hace cada día, ¿no podrá cambiar la tristeza en alegría? A veces nos sentimos tristes por que no vemos adecuadamente, esta todo muy oscuro y confuso. Necesitamos que Dios nos ilumine.

Comencemos aclarando dos cosas:

No está mal sentir tristeza 

Es una pasión totalmente normal en la naturaleza humana, tan normal como la alegría, el temor, el amor, el deseo. Solo que debe estar ordenada, es decir, no debe ser irracional y debe tener un sentido. Cristo mismo estuvo triste en Getsemaní, y no de cualquier modo. Así dice Mt 26,38: “Entonces les dijo: Triste está mi alma hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.” En latín dice “tristis est anima mea usque ad mortem” y en griego usa la palabra “lupé” pero le añade el prefijo perilupé, es decir, está por todas partes, totalmente triste. Si Cristo sintió tanta tristeza, una tristeza total y hasta la muerte, es porque quiso redimir la tristeza también.

No hay tristeza que Cristo no pueda transformar

Porque lo hizo en la Pasión con su Resurrección. ¿Qué dolor más grande que ese y que gozo inigualable? ¿Qué otra prueba quieres?

¿Y cómo lo puede hacer en mi vida? Iluminándola con esa misma acción sobrenatural que transforma el agua, el vino y el pan cada día. Y esto es propio de la segunda etapa de la vida espiritual, que por eso se llama iluminativa.

La primera etapa se llama “purgativa”, ya que hay que purgar, limpiar, los principales obstáculos para comenzar este ascenso a Cristo. La tercera etapa se llama “unitiva” porque la unión con Dios y la actuación del Espíritu Santo es lo predominante en esas almas.

¿Cómo Dios transforma la tristeza en alegría? Cuando ilumina la primera de las tres desilusiones de las que hablábamos ayer: En la primera fase de la vía purgativa el alma aprendió que las cosas externas no tienen sentido en sí mismas y carecen de valor. Pero Dios ilumina eso mismo, haciendo que el alma aprenda a usarlas bien. Por ejemplo, las situaciones que nos generaban quejas antes, aquí se ven como oportunidades de practicar la virtud; aquellas tentaciones que antes nos hacían sufrir, ahora son ocasión de elevar una oración más ferviente pidiendo auxilio y confianza en Dios.

Así también, las tribulaciones nos harán buscar al amigo que nunca falla. La primera fase de la vía iluminativa consiste en descubrir el valor que tiene el sufrimiento en nuestro camino hacia Dios. “Al comprender su sentido, el alma se inclinará a aceptar plenamente es situación y a considerarla una manifestación de la voluntad divina. Ocasionalmente, puede rebelarse, pero rectificará con la gracia de Dios. Puede que no entienda todo el misterio del dolor, pero responderá a esas inquietudes del único modo posible: aceptándolo y asumiéndolo. Entonces descubrirá su sentido y ya no podrá dudar”.

Así es como lo que antes era un motivo de tristeza humana, desde el punto de vista meramente natural; con la iluminación divina podrá ser fuente de alegría espiritual. Ello no anulará la tristeza humana totalmente, ya que es natural tenerla y está bien combatirla, pero Cristo le dará un sentido sobrenatural, siendo causa de alegría espiritual.

Que María nos ayude a pedir esa iluminación gozosa.

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Comentarios 1

  1. Alejandra dice:

    Gracias, gracias, gracias a Dios!! Hermosas las publicaciones y reflexivas sobre todo. Cada día se aprende un poco más!! Dios los bendiga!!🙏🙏

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