El 8 de junio de 2024, un trío de pescadores rescató a 38 perros que estaban a punto de ahogarse en el lago Mississippi. Tres hombres iban a pescar en una lancha a motor en el lago Mississippi cuando vieron lo que parecía ser una cabeza que se movía en el agua. “¿Qué es eso que está ahí en el agua?”, preguntó uno de ellos. “¡Creo que son perros!”, respondió el otro.
Se dirigieron hacia allí y pronto quedó claro que había numerosas cabezas en el agua y que todas pertenecían a perros de caza. “Había perros por todas partes”, dijo uno de ellos en una entrevista hablando de la extraña escena, y continuó: “estaban como nadando en círculos y no sabían qué camino tomar”.
Acercaron el bote hasta cada perro y agarraron a todos los que pudieron. Subieron a algunos a bordo y los llevaron en bote hasta la orilla. Necesitaban hacer dos viajes más para rescatar el total de 38 perros perdidos que tenían números pintados en sus costados.
Finalmente, los rescatistas se enteraron de lo ocurrido. Estos perros se encontraban en una competición de caza del zorro, y en un momento determinado otro animal pasó entre ellos y el zorro. En lugar de seguir persiguiendo al zorro, los perros comenzaron a seguir al otro animal y terminaron sumergiéndose en el lago. Cuando estaban en medio del lago, se perdieron y no sabían dónde estaba la orilla; no sabían qué camino tomar y comenzaron a nadar en círculos, y poco a poco se fueron agotando.
En nuestra vida puede ocurrir algo similar. Todos perseguimos nuestra meta, que debe ser: la salvación, la vida eterna, la Bondad infinita, la santidad, en definitiva, Dios. Sin embargo, muchas veces en nuestra vida puede surgir otra meta y nos podemos distraer con esa meta falsa y empezar a seguirla. Haciendo esto, también podemos terminar sumergiéndonos en las aguas del pecado, y ahogarnos.
Al igual que estos perros, nosotros necesitamos ayuda para salir del lago del pecado. En primer lugar, necesitamos la ayuda de la gracia, porque sin la gracia no podemos salir del pecado. También necesitamos la ayuda de los “apóstoles” o “mensajeros de Dios” que son aquellas personas que Dios pone a nuestro alrededor para ayudarnos, (como los pescadores del relato), los que nos dan buenos consejos, los ministros de los sacramentos que administran la gracia de Dios, los que tratan de ayudarnos a volver al buen camino, etc.
Los perros pudieron haber sido agresivos o haber comenzado a ladrar o morder a los pescadores, pero ellos se dejaron ayudar y así se salvaron. A veces no aceptamos la ayuda que Dios nos envía. Esto sucede cuando queremos seguir nuestra propia voluntad, cuando nos sentimos cómodos en medio del lago del pecado y no nos damos cuenta de que estamos a punto de ahogarnos, etc. Es muy importante que prestemos atención a Dios cuando nos habla directa o indirectamente, a través de los mensajeros que Él envía.
Otra enseñanza importante de esta historia es que lo más probable es que los primeros perros fueran los que empezaron a seguir al otro animal, y los que iban detrás los siguieron. Eso también nos puede pasar a nosotros cuando empezamos a seguir a otros que persiguen un objetivo diferente al nuestro, y así nos perdemos en el camino. Si no queremos perdernos, debemos pensar siempre antes de seguir a otros o actuar como ellos.