Teresa es una paracaidista argentina que viajó a Arizona, Estados Unidos, para un evento internacional de paracaidismo. Fue con otros 14 paracaidistas, con la idea de entrenar primero y luego de 4 días de entrenamiento comenzar a saltar el viernes. Ella trajo su paracaídas, pero no era el apropiado para saltar en Arizona.
Llegó el viernes, saltó la primera vez y recibió un golpe. Saltó la segunda vez y recibió otro golpe. Saltó una tercera vez y fue cuando una amiga le dijo: “Teresa, no saltes más con ese paracaídas porque te vas a matar”. En lugar de escuchar el buen consejo de su amiga, Teresa rechazó su consejo diciendo: “Bueno, si me tengo que pegar, me voy a pegar”.
Teresa saltó una vez más y el resultado fue un desastre: se estrelló contra el suelo a 50 o 55 millas por hora. Hizo un agujero en el suelo y rebotó hacia atrás, quedando su cuerpo a 65 pies de ese agujero. Nunca perdió el conocimiento y por eso lo recuerda todo; recuerda todas sus acciones imprudentes.
Quisiera destacar sólo una de las faltas de prudencia que podemos ver en este relato: la falta de docilidad. La docilidad, según Santo Tomás, es una parte casi integrante de la prudencia. Docilidad significa prestar atención a la opinión y al juicio de personas experimentadas o de personas prudentes, como la amiga de Teresa.
Santo Tomás explica que no podemos saberlo todo en materia de prudencia porque la prudencia está relacionada con acciones concretas y las acciones particulares tienen infinitas posibilidades, por lo que es difícil considerarlas suficientemente. Por eso, necesitamos el consejo de otras personas que tengan experiencia en situaciones similares.
Pero es importante destacar que la docilidad significa escuchar y seguir un consejo bueno o prudente. A veces pedimos consejo, pero no lo seguimos cuando no es el consejo que queremos oír. A veces pedimos consejo, pero no se lo pedimos a una persona con experiencia o a una persona sabia, sino a una persona que nos diga lo que queremos oír. En esos casos, nuestra docilidad es una falsa docilidad.
En una de las objeciones, Santo Tomás dice que la docilidad es una disposición natural más que parte de la prudencia. Responde a esa objeción diciendo: sí, tenemos disposiciones naturales para la docilidad, sin embargo podemos aumentar o disminuir nuestra docilidad y eso depende de nuestro esfuerzo; por lo tanto, quien quiera actuar con prudencia “debe aplicar su mente con cuidado, frecuencia y reverencia a las enseñanzas de los doctos, no descuidándolas por pereza, ni despreciándolas por soberbia” ( Suma Teológica , II-II,49,3 ad 2).
Comentarios 2
Excelente ✨, una vez más..!
Me pongo el sayo, porque la disposición natural no la tengo, o me es bastante escasa, así que es una de mis meditaciones y luchas, de la que se trata.
Gracias x vestirme !, jaja… Dios quiera sepa aprovecharlo. Bendiciones ❣️, unidos siempre en oración.
Esta profunda reflexión, aparte de ser muy particular en algo de lo que es fácil nos escape de la conciencia, me lleva a examinar los consejos y recomendaciones que a veces recibo de personas y hasta de mi director espiritual. Con lo que doy cuenta con ello que debo ser más cuidadosa, tiendo a creer mucho en mí misma, y veo que demasiado. Gracias…