Dos misioneros estaban visitando un orfanato en Rusia que albergaba a cien niños y niñas que habían sido abandonados por sus padres. Era Navidad, así que decidieron contarles la historia de la Navidad y luego les pidieron que hicieran un pesebre con Jesús dentro. Les proporcionaron todos los materiales necesarios para la manualidad.
Mientras los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, uno de los misioneros se paseaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Al mirar el pesebre de un niño, vio no uno, sino dos bebés. Rápidamente llamó a un traductor para que preguntara al niño por qué había dos bebés en su pesebre. Cruzando los brazos y mirando su pesebre, el niño empezó a repetir la historia muy seriamente. Relató la historia con bastante precisión hasta que llegó a la parte en la que María pone al niño Jesús en el pesebre. Inventó su propio final para la historia y dijo: «Y cuando María puso a Jesús en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si tenía un lugar donde quedarme. Le dije que no tenía padre ni madre, así que no tenía dónde quedarme. Entonces Jesús me dijo que podía quedarme con él. Pero yo le dije que no podía, porque no tenía un regalo que darle como los demás. Pero yo quería quedarme con Jesús, así que pensé en algo que tal vez podría usar como regalo: puedo darle calor, ése sería un buen regalo. Así que le pregunté a Jesús: «Si te doy calor, ¿será un buen regalo?» Y Jesús me dijo: «Si me das calor, será el mejor regalo que me hayan hecho nunca». Así que me metí en el pesebre, y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme con él, para siempre».
A todos nos gustaría estar en el pesebre con Jesús, pero, por supuesto, no podemos estar físicamente con Jesús en el pesebre, puesto que Jesús ya no está en el pesebre. Ese acontecimiento ocurrió hace más de 2000 años y no podemos volver al pasado. Sin embargo, podemos estar con Jesús espiritualmente en el pesebre y esta hermosa historia real nos da un buen consejo: para estar en el pesebre con Jesús debemos darle calor. ¿Cómo podemos dar calor a Jesús? La respuesta es muy sencilla: todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25,40).
Esa es la grandeza de la caridad: nos hace calentar a Jesús, nos hace estar cerca de Jesús, nos hace estar en el pesebre con Jesús. Por eso, San Clemente se preguntaba: «¿Quién podrá explicar adecuadamente el vínculo que establece la caridad divina? ¿Quién podrá dar cuenta de la grandeza de su belleza?». Y luego respondió bellamente «La caridad nos eleva a alturas inefables. La caridad nos une a Dios; la caridad cubre la multitud de los pecados; la caridad todo lo soporta, todo lo soporta con paciencia; no hay en ella nada de arrogante; la caridad no admite divisiones, no promueve discordias, sino que todo lo hace en concordia; en la caridad encuentran su perfección todos los elegidos de Dios, y sin ella nada es agradable a Dios.» (San Clemente, Carta a los Corintios).
Comentarios 1
Es muy hermosa esta historia , nos hace reflexionar para no ser egoísta y compartir lo que tenemos con los demás.