El Evangelio es una carta de una persona amada

Cuando Albino Luciani era Patriarca de Venecia, antes de convertirse en Papa Juan Pablo I, algunos sacerdotes ancianos, acostumbrados a predicadores notables como sus predecesores en el cargo patriarcal, lo criticaron un poco por la sencillez y la ingenuidad de los ejemplos que salpicaba en su predicación. Pero él respondió a esto diciendo: “La palabra de Dios no es más que una letra. Mi madre, cuando el cartero le traía una carta de mi padre, que trabajaba en Alemania, la abría con entusiasmo, la leía y la releía; luego corría a contestar e inmediatamente lo echaba al buzón. Esta es la Palabra de Dios, una carta de una persona que amamos, una carta que se espera; lo leemos para hacerlo nuestro y le respondemos inmediatamente” con nuestras acciones.

Este consejo es de gran ayuda para entender por qué Jesús no vino a abolir la ley y los profetas sino que vino a darle más peso: por ejemplo, “amad a vuestros enemigos”. Esto significa que el Nuevo Testamento es más exigente que el Antiguo Testamento, sin embargo, el Nuevo Testamento es más fácil o más tolerable.

¿Por qué? Porque la Nueva Ley tiene las mismas características de una amistad. De hecho, podríamos llamarla “ley de la amistad”. Por eso debo leerlo como una carta de una persona amada, ya que el Nuevo Testamento crea una conexión personal entre Dios y mi alma. Una conexión de amistad o una conexión de amor entre Dios y yo. Esto es lo que significa que la Ley de Jesús es una ley escrita en el corazón y no en una roca. No es algo externo, sino interno: es amor y gracia para cumplirlo.

Santo Tomás de Aquino, en el Comentario a la carta a los Gálatas, decía: “la Ley Nueva engendra el afecto del amor, que pertenece a la libertad, ya que quien ama, se mueve por sí mismo”. Pidamos a Nuestra Madre Santísima la gracia de amar las Palabras de Jesús y eso nos ayudará a cumplirlas.