Fábula del lobo con piel de oveja

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📖 Ediciones Voz Católica

Un lobo no podía conseguir suficiente comida debido a la vigilancia del pastor. Lo intentaba día tras día, pero el pastor siempre tenía la vista puesta en su rebaño. Un día, el lobo encontró una piel de oveja que había sido abandonada y olvidada. Se vistió con la piel y se fue a pasear con las ovejas al prado. Poco después, sacó a un corderito del grupo y fue devorado rápidamente.

Aquella tarde, el lobo, haciéndose pasar por una oveja, entró en el redil con el rebaño para dormir con ellos. Pero sucedió que el pastor quería un caldo de cordero esa tarde, y, cogiendo un cuchillo, fue al redil. Allí, el primero al que agarró y mató fue al lobo.

Quisiera utilizar esta conocida fábula para reflexionar sobre la rectitud de intención como cristianos y sobre el ser cristiano auténtico. El lobo tenía una doble intención, se hizo pasar por una oveja más, pero no lo era; se cubrió con la piel de oveja para hacerse pasar por oveja, pero era un lobo.

Cuando nos centramos más en aparentar ser buenos cristianos que en ser buenos cristianos de verdad, nos estamos cubriendo con la piel de un cristiano cuando en realidad no lo somos. ¿Cómo sabemos que lo estamos haciendo? Ser cristiano significa pertenecer a Cristo o ser reconocido como miembro de Cristo. Cristo vino a hacer la voluntad de Dios y no la suya propia: “ He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Jn 6,38). Así pues, si queremos pertenecer a Cristo o ser sus miembros, debemos tratar de cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida como Jesús la cumplió en su propia vida.

Aunque cumplir la voluntad de Dios sea difícil o ponga en riesgo nuestra vida, debemos estar dispuestos a hacer cualquier sacrificio que nuestro Padre celestial nos pida. Debemos imitar a Jesús que estuvo dispuesto a dar su vida aunque le fuera muy difícil como queda claro durante la agonía en el Huerto de Getsemaní: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42)

Cuanto mejor cumplamos la Voluntad de Dios en nuestra vida más auténticos cristianos seremos. Esto quiere decir que no basta con intentar ver Su Voluntad en cosas importantes como nuestra vocación o en grandes decisiones, sino también en las cosas pequeñas. Para tener realmente rectitud de intención debemos buscar la Voluntad de Dios en todo lo que hacemos; debemos estar dispuestos a renunciar a nuestra propia voluntad cuando nuestros planes sean diferentes a los de Dios y no debemos intentar seguir nuestros planes como si fueran los planes de Dios. Si hacemos esto, estamos cubriendo nuestros planes con piel cristiana, pero la realidad es que no es la Voluntad de Dios. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y discernir si nuestro plan es conforme al plan de Dios.

Dice Santa Teresa de Jesús: “No es cuestión de tener o no el hábito de la religión, sino procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios en todo, y el desenvolvimiento de nuestra vida debe ser el que Su Majestad quiere que sea, y que no queramos que se haga nuestra voluntad, sino la Suya”.

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