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Una vez leí una historia sobre un niño que recibió un regalo en presencia de su madre. El niño no dijo “gracias” y la madre no lo reprendió por no haberlo hecho. Si a su madre le hubiera importado la educación de su hijo, le habría preguntado inmediatamente: “¿Qué deberías decir?”. Si su hijo hubiera sido un niño educado, le habría respondido inmediatamente: “gracias”. La reflexión del periodista fue: “La gratitud es uno de los valores más apreciados y cultivados en nuestra sociedad”. Una persona que comentaba el artículo preguntó: “¿La gratitud es un valor o una virtud?”.

Si consideramos la gratitud como un valor, tal vez el artículo tenía razón. Pero si consideramos la gratitud como una virtud, la gratitud es más que eso y la lección no estaba completa. A menudo escuchamos que “la gente con educación es agradecida”. Siguiendo este principio, podemos decir que una sociedad educada es una sociedad agradecida. Considera la gratitud como algo digno o significativo, como un valor que debe cultivarse entre sus miembros.

Sin embargo, esto no significa que la sociedad tenga la virtud de la gratitud. La gratitud como virtud es una actitud profunda y no algo superficial. La gratitud superficial no es una virtud y se puede ver en la falta de coherencia entre las palabras y las acciones: cuando las personas dicen “gracias” pero sus acciones no demuestran que están agradecidas. Por ejemplo, un niño que siempre dice gracias y te quiero cuando sus padres le dan cosas que le gustan, pero se enoja con ellos cuando hacen algo que no le gusta. ¿Se está comportando de esta manera como una persona agradecida con sus padres?

En este niño, el agradecimiento es más un valor que una virtud, y su gratitud y su amor son una reacción egoísta. Por eso su gratitud no es lo suficientemente fuerte como para que sea paciente con sus padres cuando hacen algo que no le gusta. La coherencia entre palabras y acciones hace que una persona agradecida intente corresponder o devolver con sus acciones aquello que le fue dado como regalo. Por eso, si realmente valoramos lo que nos fue dado, entonces intentaremos devolver lo que recibimos, aunque no podamos devolverlo.

Esta virtud es una virtud importante para tener hacia Dios. Generalmente decimos que estamos agradecidos por los beneficios que recibimos de Dios. Sin embargo, muchas veces nuestras acciones no demuestran nuestra gratitud y no son congruentes con esas palabras, cuando no hacemos todo lo posible por dar gloria a Dios con nuestras acciones o cuando no hacemos todo lo posible por cumplir Su voluntad, o peor aún, cuando cometemos un pecado en lugar de sacrificar nuestros deseos para ser hijos agradecidos de Dios.

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