Durante el gobierno de Enver Hoxha, el dictador que declaró a Albania atea, la madre de la Madre Teresa enfermó. El dictador no permitió que la Madre Teresa entrara al país para ver a su madre moribunda, y finalmente su madre murió sin que la Madre Teresa pudiera verla.
Luego murió el dictador y la Madre Teresa pudo entrar a su país. La Madre Teresa le dijo al Nuncio Apostólico que quería ir al cementerio para ver la tumba de su madre. El Nuncio le ofreció llevarla al cementerio y ella aceptó. El día estipulado, ella estaba esperando al Nuncio con flores para su mamá. Mientras iban en el auto rumbo al cementerio, el Nuncio le dijo que en ese cementerio también estaba enterrado el dictador Enver Hoxha. La Madre Teresa, en ese momento, no dijo nada.
Al llegar al cementerio, la Madre Teresa le pidió al Nuncio que fuera primero a la tumba del dictador. Cuando llegaron allí, se arrodilló y comenzó a rezar. Después de un largo rato de oración, dejó las flores que llevaba para su madre sobre la tumba del dictador y luego dijo: “Ahora podemos ir a la tumba de mi madre”.
Creo que esta historia es un bello ejemplo de lo que Jesús quiso decir cuando dijo: ama a tus enemigos (Mt 5,44). La palabra que Jesús usa para hablar del amor a los enemigos es el verbo “agapao” que significa amar pero no cualquier tipo de amor. En griego hay cuatro maneras de describir el amor: “storgué” (amor familiar), “eros” (amor sexual), “filia” (relacionado con los sentimientos), “agapé” (benevolencia). El amor de benevolencia es el amor que nos hace querer algo bueno para los demás aunque el otro sea nuestro enemigo.
Es evidente que la Madre Teresa quería algo bueno para esta persona que se convirtió en su enemiga al no permitirle visitar a su mamá cuando estaba enferma y a punto de morir; de hecho, falleció sin poder ver a su hija. La oración es lo más grande que podemos hacer por una persona fallecida.
También es evidente que este mandamiento es muy difícil o incluso imposible de cumplir. Es difícil de practicar porque este mandamiento forma parte de la Nueva Ley que trajo Jesús, que es una Ley escrita en nuestros corazones y no en piedra. Podemos decir que la gracia de Dios escribe esta Ley en nuestros corazones, lo que significa que nos da no sólo el conocimiento de ella sino también la fuerza para cumplirla.
Por eso la caridad, que es la virtud que está detrás de esta enseñanza, y la virtud que nos permite amar a nuestros enemigos, es una virtud sobrenatural que nos infunde Dios cuando recibimos su gracia. “La caridad es la virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas por sí mismo, y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica # 1822). Nuestro prójimo son todos los hombres (cf. Lc 10,25-38), lo que incluye también a nuestros enemigos.