Más leído esta semana

📖 Ediciones Voz Católica

Creo que probablemente conozcas la gran novela “Matar a un ruiseñor” escrita por Harper Lee. La historia se desarrolla durante la época de la Gran Depresión (1930) en Maycomb, una antigua ciudad de Alabama. La narradora es Scout Finch, una niña de seis años que vive con su hermano mayor Jem y su padre Atticus, un abogado viudo de mediana edad.

Atticus es llamado a defender a un hombre negro llamado Tom Robinson, quien fue acusado de violar a una joven blanca llamada Mayella Ewell. Aunque muchos de los residentes de Maycomb no están de acuerdo, Atticus acepta defender a Tom en el juicio. Otros niños se burlan de Jem y Scout debido al desafío que asumió su padre Atticus, y lo llaman “amante negro”.

Atticus consigue demostrar que tanto Mayella como su padre, Bob Ewell, un borracho, mintieron en sus acusaciones. Aunque hay pruebas considerables de la inocencia de Tom, el jurado lo declara culpable.

Los niños absorben el ejemplo y las enseñanzas de su padre Atticus, sobre todo cuando ven sus reacciones, como cuando insiste en no juzgar a una persona hasta que no hayan comprendido los motivos y razones que determinan su comportamiento: “Si puedes aprender un truco sencillo, Scout, te llevarás mucho mejor con todo tipo de personas. Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista… hasta que te metes en su piel y caminas por ahí con ella”.

Me gustaría destacar ambos aspectos de la enseñanza de Atticus: la enseñanza en sí y la manera en que enseña. Creo que ambas cosas son importantes.

En primer lugar, la enseñanza en sí: intenta enseñar a sus hijos que el verdadero valor de una persona está en su interior. Si queremos conocer a una persona, necesitamos conocerla desde dentro. Las cosas externas pueden ser manifestaciones del interior de la persona, pero no necesariamente. Por eso, cuando necesitamos comprender a una persona, debemos tener mucho cuidado de no juzgarla por cosas externas o superficiales que, si bien son más fáciles de juzgar, pueden darnos una concepción errónea de esa persona.

En segundo lugar, la manera en que enseña: Sus hijos aprenden de su ejemplo de vida. Aprenden mucho cuando ven las reacciones de su padre; cuando ven que su vida es consecuente con sus enseñanzas; cuando ven que lucha mucho por no rendirse aun cuando muchos otros lo hicieron.

Yo diría que son lecciones pequeñas y sencillas. Lecciones que muchas veces son (o parecen ser) anónimas. Lecciones en las que quizá nadie se dará cuenta de que está aprendiendo, pero en realidad está aprendiendo y en el futuro esas lecciones le resultarán muy valiosas.

Seguir Leyendo

Comentarios 3

  1. AMDG dice:

    Qué maravilla..! , y es verdad.. Así fueron mis padres y mis abuelas (porque a los abuelos ni mis padres llegaron a conocerlos..) Mi abuela materna vino muy joven de los campos de España , analfabeta, y aunque dio a sus hijos estudio permaneció así toda su vida.. Muy sufrida, y de enorme humildad, casi no hablaba.. Pero cada mañana se sentaba a las 5 am en su cama a rezar el Rosario como hacía de niña en el campo.. Si yo niña o adolescente la visitaba en la semana siempre me llevaba a Misa.. Eso marcó mucho creo mi amor a la Eucaristía. Esos recuerdos están indelebles en mí, y los frutos para toda la flia seguramente acabaremos de concerlos en la otra Vida..
    Mi otra abuela provenía de una flia francesa culta y agnóstica, y era un dechado de amabilidad y buenas disposiciones, servicio y entrega hasta lo insólito.. Fue otra madre en casa para diez niños. Asistió en todo a mis padres que nos criaban cristianamente y, por supuesto, acabo convirtiéndose.
    Mi papá, un hombre ejemplar, huérfano de padre como mamá, y que heredara las condiciones de su madre, estudió desde muy joven trabajando para sacarla de la miseria en que la había sumido la enfermedad mortal de su esposo, fallecido muy joven con 5 niños.. De novio con mi mamá desde el 1er trabajo de ambos a los 16, se casaron castos a los 21, se recibió de abogado y les dio a ambas ‘mujeres de su vida’ casa y una vida digna y feliz repleta de hijos /nietos.. Él, convertido por Dios con la influencia sencilla de mamá y la más formada de un excelente compañero de trabajo, y por – ternuras de Dios- la 1a ‘desgracia’ familiar, el fallecimiento de su 2do bebé, fue un católico ejemplar y bajo perfil pero muy activo como profesional en la ACA, en su parroquia, como profesor de Derecho en el Instituto de Teología, y con mamá uno de los fundadores de la rama de matrimonios de Schoenstatt en su ciudad.. Pero sobre todo trabajador, dispuestísimo, humilde, extremadamente sano y hombre de familia, más que fiel.. Y pese a que no fue fácil sacar a tantos hijos adelante fue también en cuanto pudo abogado de pobres y oprimidos, y lo vi sufrir por ellos.. Sin alarde jamás.
    Mamá heredaba a su vez la humildad de mi abuela.. Fue madraza, vivió para su marido y su flia, y recuerdo incluso sus esfuerzos por hacerse el tiempo de formarse mejor en la Fe .. Apenas llegó su hija menor a la plena adolescencia, mamá enfermó y murió, sin tiempo para ningún descanso.. De esos últimos días recuerdo haberla oído susurrar una vez mientras papá dormía, tomando amorosamente su mano y viéndolo con ojos de indecible ternura, un “qué lástima” tan resignado y dulce.. Sabía que él había soñado con darle, ya crecidos los hijos, un tiempo de mayor intimidad con él , un tiempo de paz y paseos a esa edad.. Era todo lo que ella lamentaba de tener que irse.. Así fue siempre. Nunca pensó en ella.
    Como suele suceder con los hijos, quizá no he apreciado siempre conscientemente en su real magnitud la bendición, para todos los hijos, de tantos humildes, callados, cotidianos, poderosísimos ejemplos.. Cada vez me doy cuenta mejor de ellos.. Y en este tiempo, como familia a punto de ‘perder’ a papá también, que santamente se apaga -y esto dicho por su propio confesor-, medito mucho sin querer en eso.. Así q este artículo suyo, Padre, me ha conmovido especialmente..
    Sepan disculpar por favor tanta autorreferencialidad que no quisiera ser tal.., sino en todo caso un testimonio aún alentador en el duro tiempo que vivimos, y una invitación al agradecimiento al Señor por los buenos ejemplos que de uno u otro modo, de una u otra persona, todos recogemos en la vida.. Habrá que saber mirar.
    Gracias siempre por estos blogs tan ricos..! Unidos como Iglesia en oración. Bendiciones

    • Marco Jorquera. dice:

      ¡Hermosísimo testimonio!, rescatar, con tanta sencillez el amor a Dios y las virtudes de sus seres queridos, hace al lector animarse a la santidad, y todo lo que tiene relación con las cosas de Dios, tranquilidad, jamás aburre. Gracias por haber sido dócil al querer y animarse a dar testimonio de, en lo sencillo, saber que se puede, a pesar de las cruces, las benditas cruces, seguir siendo fiel a Jesucristo. A.M.D.G.

  2. María Cristina Martínez dice:

    Agradezco la reflexión, verdaderamente solo quien ha sabido vivir la vida puede hablar del camino recorrido. Gracias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.