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Gary Leon Ridgway (nacido el 18 de febrero de 1949) es un asesino en serie estadounidense conocido como Green River Killer. Fue declarado culpable de 49 asesinatos distintos cometidos entre principios de los 80 y finales de los 90, lo que lo convierte en el segundo asesino en serie más prolífico en la historia de Estados Unidos según los asesinatos confirmados.

Decidió confesar sus crímenes para evitar la pena de muerte. El juez nombró una por una a las 49 mujeres que mató (al parecer, en realidad mató a unas 90 mujeres, pero muchas de ellas nunca fueron encontradas) y repitió tranquilamente después de cada nombre: “culpable”.

Durante todo el proceso el señor Ridgway habló con voz monótona y escuchó a los testigos como si no estuvieran hablando de él. Posteriormente, los familiares de las víctimas, en su mayoría mujeres, fueron invitados a hablar ante el tribunal. Estos son algunos de los testimonios: “tú habías dicho que tu memoria de todas las mujeres que tomaste se había ido, la nuestra no; en tus palabras dijiste que ellos no significaban nada para ti, pero ella lo significaba todo para nosotros”. “Ella era madre, era esposa, era hermana y la extrañamos”. “Le deseo una muerte cruel y sufrida”. “Él va a ir al infierno y ahí es donde pertenece”. Gary Ridgway permaneció sentado con cara de piedra mientras los familiares de la víctima lo condenaban y se burlaban de él.

Sin embargo, hubo un momento en el que mostró sus emociones, y en realidad lloró; cuando un padre de una de las víctimas dijo: “Sr. Ridgway… hay gente aquí que te odia… yo no soy uno de ellos. Ha hecho que sea difícil estar a la altura de lo que creo… y eso es lo que Dios dice que hagamos y es perdonar… y usted está perdonado, señor”.

Lo que dijo este hombre es algo que Jesús enseñó más de una vez. Hay dos razones principales para perdonar al prójimo: la primera, también enseñada explícitamente por Jesús, es que es una condición para ser perdonado por Dios: si perdonáis a los demás sus transgresiones, vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros (Mt 6,14). ). La segunda razón es librar de nuestro corazón todo lo que esté en contra del amor. Ambas razones están íntimamente conectadas.

Ser perdonado por Dios significa que Dios quita de nuestro corazón todo lo que nos impide ser amados por Dios. Dios perdona, para amarnos; Dios perdona porque quiere abrir nuestro corazón a su amor y para ello es necesario quitar todo impedimento al amor de Dios, es decir, el odio.

Precisamente por eso, cuando no perdonamos voluntariamente a quienes nos ofenden, voluntariamente estamos dejando odio en nuestro corazón. Dios no quita nada de nuestro corazón por la fuerza. Dios perdona si nuestro corazón desea recibir su amor. De ahí que también sea condición para que Dios nos perdone que pidamos perdón, es decir, que queramos ser amados por Dios, por lo cual necesitamos ser perdonados, porque Dios no viola nuestro corazón.

Por tanto, la condición de perdonar para ser perdonados es indispensable porque dispone nuestro corazón para recibir el perdón de Dios. Si no perdonamos, entonces no estamos en condiciones de recibir el perdón de Dios porque nos falta una disposición esencial para recibir el perdón que es no tener odio en nuestro corazón. Perdonemos a todos desde nuestro corazón para desterrar cualquier impedimento para que el amor de Dios entre en nuestro corazón.

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