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Acabo de hacer ocho días de Ejercicios Espirituales que me han renovado en el espíritu y me han hecho apreciar una vez más la inestimable triple gracia de mi vocación al estado sacerdotal, al estado religioso y al estado (¿por qué no llamarlo así?) de Misionero entre los eskimales de la península de Alaska. 

Corría el mes de enero con sus nieves seculares, con sus brisas norteñas nada agradables y con sus brumas tristes cargadas de soledad. Enfundado hasta los ojos en mis pieles de reno, foca y almizclera, con una ración apreciable de pan y queso en el bolsillo y armado de un bastón bonito que en otro tiempo fue mango de una escoba prosaica, salía yo todos los días de Ejercicios al campo nevado con mis pensamientos y el Ángel de la Guarda por compañeros invisibles y Blondy, la perra de casa, por único compañero bien visible. […]

¡Qué forma tan patriarcal y tan bucólica de hacer los Ejercicios en el silencio de esta naturaleza despoblada! 

En la «contemplación para alcanzar amor», que es la última meditación que pone San Ignacio en los Ejercicios, se invita al ejercitante a recapacitar sobre los beneficios recibidos de Dios y a darle gracias por ellos. 

En los cuatro años y medio que llevo al frente de este distrito y escuelas, Dios nuestro Señor ha llovido sobre nosotros tal inundación de beneficios, que no sabe uno cómo empezar siquiera a agradecérselos debidamente. […]

¡Cuántas calamidades, cuántas desgracias, cuántos apuros y qué sustos se han llevado los pobres misioneros encargados por obediencia de esta parcela de la viña del Señor! 

Cuando me dijeron a mí que tenía que continuar la labor comenzada aquí hace más de cuarenta años, le dije al Señor que la continuara El, que yo sería los brazos y las piernas, pero El fuera la cabeza y el corazón. 

Le dije también que le ofrecía para ello todas las oraciones que se habían ofrecido, se estaban ofreciendo y se ofrecerían en adelante por la Misión de Alaska, y con este ofrecimiento por delante me sentí con fuerzas para todo. 

Al volver ahora la vista atrás y recapacitar sobre los beneficios que Dios nos ha concedido, veo con pasmo que todo han sido beneficios y que ha apartado amorosamente de nosotros aquellas desgracias que enumerábamos más arriba. 

Bien miradas las efemérides de estos años, saltan a la vista beneficios sin número, aunque no fuera más que por la ausencia casi total de accidentes dolorosos que, en fin de cuentas, no pueden faltar absolutamente en este valle de lágrimas. […]

Dios nos está bendiciendo. 

Al hacerlo así, se hace acreedor a nuestro reconocimiento y gratitud, y al llegar aquí me pregunto yo: ¿Por qué nos bendice Dios tan palpablemente? Claro está que lo hace porque es nuestro Padre, que ni deja sin manjar a las aves del cielo, ni deja que se nos caiga un cabello sin que Él lo vea. 

 

Segundo Llorente, SJ

Textos seleccionados de “Crónicas Akulukareñas”

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Comentarios 4

  1. Irene dice:

    Hermoso‼️ Que Dios no deje de bendecir a los misioneros de todo el mundo!!🙏
    Él nunca nos abandona si permanecemos en la fé y todo es más fácil 🙏‼️
    Gloria a Dios!!

    • Oscar David Morales Martinez dice:

      ” Deja que los muertos entierren a sus muertos”; un si al Señor significa entregarnos a El sin voltear hacia atrás.
      Que nuestros sueños se empaten con los de El para su Gloria.

  2. Domingo Eduardo Cacciamano dice:

    Admiro tu ferviente compromiso y doy gracias a Dios por tenerte como mi hermano en Cristo Jesús! Si puedes acordarte de pedirle a Dios que me ayude a fortalecer mi Fe Cristiana como así también a toda mi familia, seré un eterno agradecido!! Amén

  3. Fabian Andrade dice:

    Que hermoso mensaje, en todo momento el Señor está presente guiando nuestro caminar, gloria a Dios!

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