Hermann Cohen era un judío prusiano que se convirtió al cristianismo al ver la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Como consecuencia de ello ingresó en la Orden del Carmen. Fue fundador de la Adoración Nocturna.
Durante su vida llevó dentro de sí una profunda pena. Su madre no queriéndose convertir al cristianismo permaneció en la religión judía hasta su muerte. Todos los días el P. Hermann pedía a Nuestro Señor la conversión de su madre, pero ésta no se convertía.
El 13 de Diciembre de 1855 m recibió la terrible noticia de que su madre había fallecido sin aparente señal de conversión.
Entristecido, sintió en su interior una desazón inmensa, pues él que había suscitado conversiones por todas partes, no había podido conseguir que su querida madre se convirtiera y se bautizara.
Un día decidió ir a visitar al Cura de Ars y le confesó su inquietud. y la pena que le consumía. El santo Cura de Ars le contestó: Tenga esperanza y espere. En el día de la Inmaculada Concepción recibirá una carta que le consolará.
A los seis años de la muerte de su madre un sacerdote jesuita le visitó y le entregó una carta que contaba lo que a él le había pasado al recibir un día la Santa Comunión.
El 18 de octubre después de recibir la Santa Comunión preguntó a Nuestro Señor como era posible que después de haber rezado tanto el P. Hermann por la conversión de su madre, El que era la Bondad Infinita, no le hubiese concedido dicha conversión.
Oí en mi interior que el Señor me respondía: ¿Por qué quieres sondear los secretos de mi Justicia y tratar de comprender mis misterios?… Antes de faltar a las promesas que tengo hechas a los que hacen oración, trastornaría el Cielo y la Tierra, pues todo ruego que tiene por fin Mi Gloria y la salvación de las almas, siempre lo escucho. Y añadió el Señor: Voy a decirte lo que ocurrió cuándo murió la madre del P. Hermann:
En esos momentos el Señor le dio a este jesuita un conocimiento especial para que comprendiera lo que en el último instante de vida de la madre del P. Hermann sucedió, y el jesuita cuenta en su carta lo que pasó.
PODEROSA INTERCESIÓN DE LA VIRGEN.
En los últimos momentos de la vida de la madre del P. Hermann, cuándo ya estaba a punto de exhalar el último suspiro y parecía que estaba sin conocimiento, María Santísima se presentó ante su Divino Hijo y postrándose a sus pies le dijo:
Piedad Hijo mío por esta alma que va a perecer. Un instante más y estará perdida, perdida para siempre. Haz te lo ruego, por la madre de mi siervo Hermann lo que quisieras que él hiciera por la tuya, si ésta estuviese en su lugar y Tú estuvieses en el suyo.
El alma de su madre es su bien más querido; mil veces me la ha encomendado, la ha confiado a mi amor, al amor de mi Corazón. ¿Podré soportar que perezca?. No, no; esta alma me pertenece, la quiero, la reclamo como herencia, como rescatada con el precio de tu Sangre y de mis dolores al pie de tu Cruz.
Apenas la Santísima Virgen había acabado de interceder por esta alma desde el Cielo, una poderosa gracia brotó del Corazón Divino de Jesús y fue a iluminar el alma de la pobre judía moribunda que inmediatamente se arrepintió y pidiendo piedad y misericordia a Jesucristo murió diciéndole: ¡Dios que mi hijo adora! Yo creo, yo espero en Tí; ten piedad de mí.
El Señor añadió: Cuenta todo esto al P. Hermann, es un consuelo que quiero otorgar a su larga pena y para que bendiga por todas partes la bondad del Corazón Inmaculado de mi Madre y el poder que ejerce sobre el Mío.
Esta historia que es verdadera, nos demuestra muy a las claras el poder de intercesión del Corazón de María.