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Que hay en el alma dos porciones y de qué manera

Tenemos una sola alma, Teótimo, y ésta es indivisible; pero en esta alma hay diversos grados de perfección, porque es viviente, sensible y racional, y, según son diversos estos grados, también ella tiene diversidad de propiedades y de inclinaciones, por las cuales se siente movida a huir o a unirse con las cosas.

El apetito sensitivo, nos lleva a buscar y a huir de muchas cosas por el conocimiento sensible que de ellas tenemos; lo mismo que a los animales, los cuales unos apetecen una cosa y otros otra, según conocen que es o no conveniente; y en este apetito reside o de él procede el amor que llamamos sensual o simplemente apetito.

En cuanto somos racionales, tenemos una voluntad que nos inclina en pos del bien, según lo conocemos o juzgamos como tal por el discurso. Ahora bien, en nuestra alma, en cuanto es racional, advertimos claramente dos grados de perfección, que el gran San Agustín, y con él todos los doctores, ha llamado porciones del alma, una inferior y otra superior, llamadas así porque la primera discurre y saca sus consecuencias según lo que percibe y experimenta por los sentidos, y la segunda discurre y saca sus consecuencias según el conocimiento intelectual, que no se funda en la experiencia de los sentidos, sino en el discernimiento y en el juicio del espíritu; por esta causa, la parte superior se llama también comúnmente espíritu o parte mental del alma, y la inferior se llama ordinariamente sentido o sentimiento y razón humana.

Ahora bien, la parte superior puede discurrir según dos clases de luces, a saber, según la luz natural, como lo hacen todos los filósofos y todos los que discurren científicamente, o según la luz natural, como lo hacen todos los filósofos y según la luz sobrenatural, como lo hacen los teólogos y los cristianos, en cuanto fundan sus discursos sobre la fe y la palabra de Dios revelada; y todavía de una manera más particular aquellos cuyo espíritu es conducido por especiales ilustraciones, inspiraciones y mociones celestiales, por lo que la porción superior del alma es aquella por la cual nos adherimos y nos aplicamos a la obediencia de la ley eterna.

Abraham, según la parte inferior de su alma pronunció aquellas palabras, que revelan cierta desconfianza, cuando el ángel le anunció que tendría un hijo: ¿Crees tú que a un hombre de cien años puede nacerle un hijo?. Pero según la parte superior, creyó en Dios y le fue imputado a justicia; según la parte inferior, sintiose muy turbado cuando le fue impuesta la obligación de sacrificar a su hijo Isaac; pero según la parte superior se resolvió animosamente a sacrificarlo.

También nosotros sentimos todos los días dos voluntades contrarias. Un padre, al enviar a su hijo a la corte o a los estudios, no deja de llorar al despedirse de él, dando a entender con ello, que, si bien, según la parte superior, quiere la partida de su hijo, para su aprovechamiento en la virtud, con todo, según la parte inferior, le repugna la separación, y, aunque una hija se case a gusto de su padre y de su madre, les hace, empero, derramar lágrimas, cuando les pide su bendición, de suerte que, mientras la parte superior se conforma con la separación, la inferior muestra su resistencia. Sin embargo, no se puede decir que, en el hombre, haya dos almas o dos naturalezas, sino que atraída el alma por diversos incentivos y movida por diversas razones, parece que está dividida, mientras se siente movida hacia dos extremos opuestos, hasta que, resolviéndose, en uso de su libertad, toma partido por el uno o por el otro; porque entonces la voluntad, más poderosa, vence, y se sobrepone, y sólo deja en el alma un resabio del malestar que esta lucha le ha causado, resabio que nosotros llamamos repugnancia.

Es admirable, en este punto, el ejemplo de nuestro Salvador, después de cuya consideración no cabe ya duda de la distinción entre la parte inferior y la superior de nuestra alma; porque ¿qué teólogo ignora que fue perfectamente glorioso desde el primer instante de su concepción en el seno de la Virgen? Y sin embargo, estuvo sujeto al mismo tiempo a las tristezas, a los pesares y a las aflicciones del corazón, y no cabe decir que sólo padeció en su cuerpo, y en su alma, en cuanto ésta era sensible, o, lo que es lo mismo, según los sentidos, porque antes de sufrir ningún tormento exterior, y aun antes de ver a los verdugos junto a sí, ya dijo que su alma estaba triste hasta la muerte .

En seguida rogó que pasase de Él el cáliz de su pasión, es decir, que se le dispensase de beberlo, con lo que expresó manifiestamente el querer de la parte inferior de su alma, la cual, al discurrir sobre los tristes y angustiosos trances de su pasión, que le aguardaban, y cuya viva imagen se le representaba en su imaginación, sacó, como consecuencia muy razonable, el deseo de huir de ellos y de verlos alejados de sí, cosa que pidió al Padre.

De donde se desprende claramente que la parte inferior del alma no es lo mismo que el grado sensitivo de ella, ni la voluntad inferior no es lo mismo que el apetito sensual; porque ni el apetito sensual, ni el alma, en su grado sensitivo, son capaces de hacer un ruego o una oración, que son actos de la facultad racional, y particularmente no son capaces de hablar a Dios, objeto que los sentidos no pueden alcanzar para darlos a conocer al apetito; pero el mismo Salvador, después de esta actividad de
la parte inferior y de haber dado testimonio de que, según las consideraciones de la misma, su voluntad se inclinaba a huir de los dolores y de las penas, dio pruebas de que poseía la parte superior, por la cual se adhería absolutamente a la voluntad eterna y a los decretos del Padre celestial y aceptaba voluntariamente la muerte, a pesar de la repugnancia de la parte inferior de la razón, y así dijo: Padre mío, que no se haya mi voluntad sino la tuya 12. Cuando dice mi voluntad, se refiere a su voluntad según la parte inferior, y, precisamente porque dice esto voluntariamente, demuestra que posee una voluntad superior.

San Francisco de Sales,

Tratado del Amor de Dios  (Libro Primero, cap XI)

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Comentarios 5

  1. Mirta dice:

    Gracias, gracias, gracias. Bendiciones

  2. Maria Victoria Cano Roblero dice:

    Padre Amado guia nuestra alma principalmente la inferior que son nuestras afecciones desordenadas, prepararla y disponerla para poder llegar a la voluntad superior.
    Danos cada dia Señor poder reconocer dia a dia nuestras inclinaciones del desorden y lograr el fin superior que es nuestro Señor Jesucristo como centro de mi o nuestras vidas.

  3. Ingrid avila dice:

    Muy real el comentario aplicado a la vida de quienes andamos alejados de Dios

  4. Teresa dice:

    Si ..Danos luz para conocernos y ponernos en orden para llegar al SEÑOR

  5. Teresa Moreno Rivera dice:

    Si ..Danos luz para conocernos y ponernos en orden para llegar al SEÑOR

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