SEXTO DOMINGO
LECTURA EVANGÉLICA
Del evangelio según San Mateo 2, 19-23
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.
PENSAMIENTO: San Juan de Ávila, Sermón 75
Dice el Señor: no me hice ángel, sino hombre para abajarme más; de mano de hombre he de recibir lo que he menester, de lo que ganare con su oficio con mucho sudor de su cara. ¡Oh humildad! ¡Oh pobreza, cuán amada sois de este Señor, pues os santifica, tomándoos en su misma persona, para después llamar bienaventurados a los humildes y pobres de espíritu! (cf. Mt 5,3). Por lo cual convino que la Virgen bendita fuese casada, para que, pues ella no podía a solas remediar las necesidades de su Hijo bendito, tuviese esposo que la ayudase. Porque así como se escribe de Adán que le dio Dios mujer para que le ayudase (Gn 2,18), así también no convino que la bendita Virgen estuviese sola en este ministerio, sino que se le diese varón que la ayudase y fuese semejable a ella.
ORACIÓN DE PETICIÓN
Glorioso San José, que viste sujeto a tus órdenes al Rey de los Cielos. Si tu alegría al regresar de Egipto se vio turbada por el miedo a Arquelao, después, al ser tranquilizado por el ángel, viviste contento en Nazaret con Jesús y María.
Por este dolor y gozo, alcánzanos la gracia de vernos libres de temores, y gozando de la paz de conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y morir en su compañía.
Padre nuestro. Ave María. Gloria.
ORACIÓN FINAL
V./ Ruega por nosotros, glorioso san José.
R./ Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oh Dios, que con inefable providencia, elegiste a San José como esposo de la Madre de tu Hijo, concédenos la gracia de tener como intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Glorioso san José, custodio fiel a quien fueron confiados Jesús, la inocencia misma, y María, Virgen de las vírgenes: te ruego y suplico que, con tu ayuda, sirva yo siempre a Jesús y a María con el corazón puro y el cuerpo casto. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.