Oh madre mía, que luz tan bonita

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Francisco de Jesús Marto, uno de los tres niños que en 1917, tuvieron la gracia de recibir la visita de Nuestra Señora en Fátima, Portugal. Francisco Marto era hermano de Jacinta y primo de Lucía Dos Santos, las otras dos videntes; en el momento de la Primera Aparición (13 de Mayo de 1917) a Francisco apenas le faltaba un mes para cumplir los nueve años.Aunque pocas personas lo saben, el niño tan sólo veía a Nuestra Señora, su hermana, Jacinta, la veía y escuchaba y tan sólo Lucía dialogaba con la Virgen.
En una ocasión, mientras Lucía y Jacinta jugaban corriendo detrás de mariposas, Francisco se aisló para rezar. Después las dos niñas fueron a llamarlo:

— Francisco, ¿no quieres venir a comer?

— ¡No! Coman ustedes.

— ¿Y a rezar el rosario?

— A rezar, después voy. Vuélvanme a llamar.

— Pero, ¿qué estás haciendo aquí tanto tiempo?

— Estoy pensando en Dios que está tan triste por tantos pecados… ¡Si yo pudiera darle alegría! (Y pasó el día en ayuno y oración). […]

— Francisco, ¿qué te gusta más? [preguntó Lucía].

— Me gusta más consolar a Nuestro Señor. ¿No te diste cuenta cómo la Santísima Virgen, todavía en el último mes, se puso tan triste cuando dijo que no ofendieran más a Dios Nuestro Señor, que ya estaba muy ofendido? Yo querría consolar a Nuestro Señor y después convertir a los pecadores, para que no le ofendan más”.

En una ida a la escuela en Fátima, Francisco le dijo a Lucía: “Mira, anda tú a la escuela, que yo me quedo aquí en la iglesia con Jesús Escondido (en el Sagrario). De nada me vale la pena aprender, porque dentro de poco me voy al Cielo. Al salir me llamas”.

La Divina Providencia pide el sacrificio supremo

El día 28 de Diciembre de 1918, Francisco y Jacinta enfermaron gravemente, atacados por la terrible epidemia de bronconeumonía, que tantas víctimas causaba entonces en toda Europa.

Jacinta le dijo a su hermano: “No te olvides de ofrecer [tus padecimientos] por los pecadores”. A lo que Francisco respondió:

“Sí, pero lo ofrezco primero para consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora y después es que lo ofrezco por los pecadores y por el Santo Padre”.

Ya en vísperas de su muerte, le dijo a Lucía:
— “Estoy muy mal; me falta poco para ir al Cielo.“

— Entonces vete; pero no te olvides allí de pedir mucho por los pecadores, por el Santo Padre, por mí y por Jacinta.

— Sí pediré; pero mira: prefiero que pidas esas cosas a Jacinta, porque yo tengo miedo de que se me olvide en cuanto vea a Nuestro Señor. Sobre todo quiero consolarle a Él”.

El proceso canónico registra, según la declaración del Padre Manuel Marques Ferreira, que poco antes de su fallecimiento, Francisco recibió la Sagrada Comunión “con gran lucidez y piedad”.

El día 4 de Abril de 1919, a las 6 de la mañana, le dijo a su madre: “Oh madre mía, qué luz tan bonita”. Instantes después, el rostro de Francisco se iluminó con una sonrisa angelical, y él, sin agonía, sin una contracción, sin un gemido, expiró suavemente en su habitación.

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