Fuente: https://lamurallacatolica.com
En la Argentina se está desarrollando una segunda batalla que tiene igual o mayor importancia que la del aborto. Quizás, y probablemente porque no se ha difundido suficientemente o porque el sector pro vida está algo adormecido luego del triunfo sobre el gobierno y los sectores abortistas, muchísima gente no calibra la real dimensión del peligro que se cierne sobre otro de los sectores más amenazados que es el de la infancia y adolescencia.
En el año 2006 se sancionó la Ley de Educación Sexual Integral (ESI – Ley 26.150), que fue promulgada en octubre del mismo año. Los contenidos curriculares, que son un auténtico lavado de cerebro y veneno ideológico, se fijan en el año 2008 con la particularidad de que son transversales, es decir que atraviesan todas las asignaturas de los ciclos inicial, primario y primer ciclo del secundario y con contenidos específicos para el nivel secundario. Demás está decir que estos contenidos cuestionan y están reñidos con toda la cultura “establecida” y están teñidos con una óptica socializante. Abarca todas las áreas educativas: ciencias naturales, formación ética y ciudadana, educación física, etc.
La particularidad de esta ley, obligatoria para todos los establecimientos, ya sean de carácter público o privado, es que permitía, en su artículo quinto, la “adaptación” a los idearios institucionales, con lo cual cada colegio, y en especial los religiosos, tenían una “vía de escape” para evitar los contenidos perniciosos que la autoridad nacional había elaborado y difundido.
Lo que actualmente se está discutiendo en las cámaras legislativas es una modificación a la ley, en especial el artículo quinto, quitando a los colegios la capacidad de “adaptar” los contenidos. Una segunda modificación es que crea los mecanismos para garantizar que las instituciones no desconozcan o contradigan los contenidos curriculares y, como tercer aspecto importante, actualizar los contenidos de la ESI mediante un marco normativo que incluye la Ley de Identidad de Género, cuyo texto contiene, por ejemplo, la siguiente definición (Art 2do): “Definición. Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales”. Solo por poner un ejemplo del contenido de estas leyes perversas.
En síntesis, desde el año 2008, en que se oficializaron los contenidos de esta ley, se ha estado pervirtiendo a parte de la infancia y juventud de la Argentina. Con la modificación, a lo que se aspira es a envenenar a toda la juventud, y con un veneno más potente dado por las leyes que se agregan como marco normativo.
Si bien hay mucha gente católica y evangélica batallando en diversos frentes con todo el ardor necesario, lejos estamos de haber alcanzado la movilización y la coordinación necesarias que fueran tan exitosas contra la ley del aborto.
La Iglesia Católica, que enfrentó la ley del aborto con esfuerzos dispares, según las diócesis y el dinamismo de algunos sacerdotes y religiosos, no ha exhibido la fuerza y la presencia pública en este tema como hubiéramos querido.
No es novedad eso en la Argentina.
La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal difundió un mensaje sobre este tema. Me niego a comentarlo dado que se cita como apoyo a esta declaración la masónica Declaración Universal de los Derechos Humanos y el llamado al infaltable “diálogo democrático”.
Conviene, creo, recordar algunos escritos de los Papas al respecto.
¿Qué nos dice, por ejemplo, Pío XI en su Divini Illius Magistri?
41. Peligroso en sumo grado es, además, ese naturalismo que en nuestros días invade el campo educativo en una materia tan delicada como es la moral y la castidad. Está muy difundido actualmente el error de quienes, con una peligrosa pretensión e indecorosa terminología, fomentan la llamada educación sexual, pensando falsamente que podrán inmunizar a los jóvenes contra los peligros de la carne con medios puramente naturales y sin ayuda religiosa alguna; acudiendo para ello a una temeraria, indiscriminada e incluso pública iniciación e instrucción preventiva en materia sexual, y, lo que es peor todavía, exponiéndolos prematuramente a las ocasiones, para acostumbrarlos, como ellos dicen, y para curtir su espíritu contra los peligros de la pubertad.
50. Grave error el de estos hombres, porque no reconocen la nativa fragilidad de la naturaleza humana ni la ley de que habla el Apóstol, contraria a la ley del espíritu (cf. Rom 7,23), y porque olvidan una gran lección de la experiencia diaria, esto es, que en la juventud, más que en otra edad cualquiera, los pecados contra la castidad son efecto no tanto de la ignorancia intelectual cuanto de la debilidad de una voluntad expuesta a las ocasiones y no sostenida por los medios de la gracia divina.
51. En esta materia tan delicada, si, atendidas todas las circunstancias, parece necesaria alguna instrucción individual, dada oportunamente por quien ha recibido de Dios la misión educativa y la gracia de estado, han de observarse todas las cautelas tradicionales de la educación cristiana, que el ya citado (Cardenal) Antoniano acertadamente describe con las siguientes palabras:«Es tan grande nuestra miseria y nuestra inclinación al pecado, que muchas veces los mismos consejos que se dan para remedio del pecado constituyen una ocasión y un estímulo para cometer este pecado. Es, por tanto, de suma importancia que, cuando un padre prudente habla a su hijo de esta materia tan resbaladiza, esté muy sobre aviso y no descienda a detallar particularmente los diversos medios de que se sirve esta hidra infernal para envenenar una parte tan grande del mundo, a fin de evitar que, en lugar de apagar este fuego, lo excite y lo reavive imprudentemente en el pecho sencillo y tierno del niño. Generalmente hablando, en la educación de los niños bastará usar los remedios que al mismo tiempo fomentan la virtud de la castidad e impiden la entrada del vicio.
Pío XI nos está diciendo, en principio, que fomentar la educación sexual con medios solo naturales y sin ayuda religiosa para inmunizar a los jóvenes es un error y una peligrosa pretensión.
Nos dice también que los pecados de la castidad en los jóvenes, son más achacables a no sostener la voluntad con la vida de gracia que a la ignorancia en esta materia.
Y nos advierte, a los padres, de lo sensible de la materia tratada y que a veces es el pretendido remedio el que se vuelve ocasión de pecado.
¿Por qué el Episcopado argentino no habla con esta claridad?
San Pablo, en el texto citado en la Encíclica, es más que claro; nos dice que por más que conozcamos y que estemos de acuerdo con la ley, la carne nos esclaviza.
21. “Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta.
22. Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior,
23. pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros.
24. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?”
Veamos lo que nos dice San Juan Pablo II.
1. La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiariedad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres. (Familiaris Consortio).
2. En el esfuerzo por conseguir una completa educación para la castidad, «los padres cristianos reservarán una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido genuino de la sexualidad humana. (Familiaris Consortio).
3. Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia». (Familiaris Consortio).
La llamada Educación Sexual debe estar dirigida a la educación para la castidad, con primerísima e intransferible responsabilidad de los padres y apoyada y subsidiada por la escuela, completamente alineada con el pensamiento de los progenitores. Esta educación sexual, materia delicadísima como vimos más arriba, debe estar apuntalada por la vida en gracia, de lo contrario pasa a ser un elemento pernicioso para quienes se pretende educar.
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