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Padres y doctores de la Iglesia sobre la homosexualidad

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1. San Agustín, obispo y doctor (354-430)

Todos los pecados contra naturaleza, como fueron los de los sodomitas, han de ser detestados y castigados siempre y en todo lugar, y aun cuando todo el mundo los cometiera, no serían menos reos de crimen ante la ley divina, que no ha hecho a los hombres para usar tan torpemente de sí, puesto que se viola la sociedad que debemos tener con Dios cuando dicha naturaleza, de la que él es autor, se mancha con la perversidad de la libídine[1].

2. San Juan Crisóstomo, padre de la Iglesia (344-407)

La pasión de los que practican el pecado contra la naturaleza es satánica y sus vidas, diabólicas. Los sodomitas son peores que los asesinos y sería mejor morir que vivir así sin honra, pues el que mata separa solamente el alma del interior del cuerpo, en cambio los sodomitas destruyen el alma en el interior del cuerpo. No hay nada, absolutamente nada tan insensato y nocivo como esta perversión[2].

3. San Gregorio Magno, papa (540-604)

Por estar dominados por deseos perversos provenientes de una carne fétida, los sodomitas merecerán morir por el fuego, para que por este justo castigo les sea enseñado la gravedad de su injusto deseo[3].

4. San Pedro Damiani, benedictino, doctor (1007-1072)

La sodomía no debe ser considerada como un vicio ordinario pues sobrepasa en gravedad todos los demás pecados, pues mata el cuerpo, lanza el alma en el abismo, ensucia la carne, apaga la luz de la razón, expulsa el Espíritu Santo del templo del alma e introduce al demonio instigador de la lujuria. La sodomía induce al error, expulsa la verdad del espíritu engañado, engaña al peregrino y lo proyecta en el abismo de donde no puede más salir, abriéndole las puertas del infierno, cerrándole la entrada en el Paraíso, transformándolo de ciudadano de la Jerusalén Celeste en heredero de la Babilonia Infernal. Esta torpeza es considerada justamente el peor de los crimines pues es el único que provoca la venganza divina, por violar la austeridad, sofocar el pudor, tornar esclava la castidad, matar irrecuperablemente la virginidad con la violencia del contagio impuro pues todo ensucia, todo mancha, haciendo imposible sobrevivir nada que sea puro, casto y limpio[4].

5. Santo Tomás de Aquino, dominico, doctor (1224-1274)

Los pecados contra natura violan el orden mismo de la naturaleza, haciéndose injuria directamente a Dios, que es el ordenador de la naturaleza. Estos pecados son más graves pues violan la dignidad humana y el brillo y belleza de los seres humanos… Los vicios contra la naturaleza son también vicios contra Dios, según dijimos antes. Y son tanto más graves que el sacrilegio cuanto el orden de la naturaleza es anterior y más estable que cualquier orden sobreañadido[5].

6. Santa Catalina de Siena, dominica, (1374-1380)

Los que practican la sodomía son malditos e insensatos, pues la luz de su juicio se oscureció, tanto que no se incomodan más por esta pudrición y miseria tan grande. Dios tiene horror de este pecado, a tal punto que en su suprema y eterna pureza destruyó cinco ciudades únicamente debido a él. Por ello también los propios demonios, a quien estos miserables se han dado como maestros, no pueden ellos mismos suportar este pecado pues han tenido una naturaleza angelical, en razón de la cual se giran de espaldas para no ver cometer tan enorme pecado[6].

7. San Bernardino de Sienna, franciscano, (1380-1444)

No existe otro pecado en el mundo que esclavice tanto el alma como la maldita sodomía, pues está próximo a la locura, en cuanto perturba el intelecto, quiebra la elevación y la generosidad del alma; reduce los grandes ideales a lo ínfimo y torna a los hombres pusilánimes, irascibles, obstinados y endurecidos, servilmente inconstantes e incapaces de todo, agita el alma con un insaciable deseo de gozar, dejando de seguir la razón en beneficio del furor. Aquellos que han vivido en el vicio de la sodomía sufren penas más graves en el infierno que los demás, pues este vicio es el más grande que existe[7].

8. San Buenaventura, franciscano, doctor seráfico (1217-1274)

[La noche de navidad] todos los sodomitas, hombres y mujeres, murieron en toda la tierra, según enseña San Jerónimo, para manifestar que el Hijo de Dios que había de nacer venía para reformar la naturaleza y promover la castidad[8].

9. San Pedro Canisio, jesuita, doctor, (1521-1597)

Los sodomitas eran gente muy mala y grandes pecadores. Esta torpeza jamás será suficientemente execrada y son esclavos de ella aquellos que no tienen vergüenza de violar la ley divina y natural[9].

 

[1] AUGUSTIN D’HIPPONE. Les Confessions. Paris: Institut des Études Augustiniennes, 1962. [Livro III, Cap.8].

[2] JUAN CRISOSTOMO, Homilia IV, Epístola Pauli ad Romanos. IN: MIGNE, J.-P. Patrologia Graeca. Paris: Imprimerie Catholique, 1857-1866. [Vol.47, Coll.360-362].

[3] GREGORIO MAGNO. Morales sur Job. Paris: Éditions du Cerf, 1953. [Parte III, Vol.I, Livro XIV, n.23].

[4] PIETRO DAMIANI. Book of Gomorrah. A Eleventh-Century Treatise against Clerical Homosexual Practices, Waterloo: Wilfrid Laurier University Press, 1982.

[5] TOMAS DE AQUINO. Summa Theologica. Torino-Roma: Marietti, 1948. [II-II, q.154, a.12].

[6] CATALINA DE SIENNA. Le livre des Dialogues. Paris, E.Cartier, 1981. Cap.124.

[7] BERNARDINO DI SIENA. Prediche volgari sul Campo di Siena, 1427. Milano: Rusconi, 1989. [Sermon XXXIX].

[8] BONAVENTURA. Opera Omnia. Roma: Città Nuova Editrici, 1993. [Sermon XXI, IN: Nativitate Domini; Porciuncula, vol. IX].

[9] PEDRO CANISIO. Summa Doctrina Christiana. Viena: 1555.

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Comments 1

  1. Avatar Luz ayda Muñoz Gonzalez says:

    Queridos hermanos de voz católica gracias por compartir estas maravillosas ensenanzas con todos nosotros. Quisiera preguntar si esta misma Information öa encuentro en audios en aleman o en audios en español. Vivo en Alemania y algunos ancianos que hablan español no pueden leer y también otros jóvenes a los que me gustaría que pudiera tener acceso a este material tan maravilloso. Mil gracias.Que nuestro Padre nos siga llegando de bendiciones. Saludos desde Alemania.

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