Santa Mónica y los elógios de su hijo San Agustín

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Conferencia a cargo del P Silvio Moreno, misionero en Túnez

“…sucedió a lo que yo creo, disponiéndolo Dios por tus modos ocultos, que nos hallásemos solos yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un huerto o jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de las turbas, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos fuerzas para la navegación”.
“Allí solos conversábamos dulcísimamente; y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por venir, nos preguntábamos los dos, delante de la verdad presente que eres Tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió”.
“Abríamos anhelosos los labios de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente –de la fuente de vida que está en Ti– para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo una idea de algo tan grande”.

 

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