I. INTRODUCCION GENERAL
La problemática del capítulo 4 del evangelio de San Juan se encuentra en estrecha relación con el argumento del lugar y del tiempo en los cuales se sitúa la escena que se describe, en particular el diálogo de Jesús con la mujer Samaritana.
Los primeros seis versículos del capítulo 4 son de carácter introductorio; delinean el marco general del capítulo, introduciéndonos en la escena, el lugar, el tiempo, las circunstancias. El v. 3 afirma claramente: (Jesús) abandonó Judea y se fue de nuevo a Galilea. El contexto de los capítulos precedentes (final del c. 2 y c. 3) habían delineado fuertemente la estadía del Señor en Judea, en Jerusalén o en sus cercanías. En 2,23 se lee: Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la pascua, muchos, viendo las señales que realizaba, creyeron en su nombre. De modo que podemos asegurar que la visita de Nicodemo a Jesús, la cual da inicio en 3,1, haya sido en la misma ciudad santa, donde era más probable que un fariseo de renombre tuviese su lugar permanente de residencia. Después del diálogo con Nicodemo, leemos en 3,22: Jesús se fue con sus discípulos a la región de Judea, estuvo allí con ellos y bautizaba, por lo que se deduce que el Señor se encontraba en la ribera del Jordán, aún en Judea.
A partir de 4,4 observamos una introducción más particular a la problemática del capítulo, pues se indica expresamente el lugar: la Samaría.[1] Estrictamente hablando, atravesar la Samaría no era necesario si se marchaba por el camino del valle del río Jordán. Pero el pasaje por la región de Samaría constituía uno de los caminos alternativos, y es el que el Señor atraviesa en esta oportunidad, probablemente para provocar el encuentro. De modo que si Juan 4, 1-2 separan el apostolado sucesivo de Jesús de todo lo acaecido anteriormente, especialmente del protagonismo de la figura del Bautista, Juan 4, 3-6 nos sitúan en el cuadro de la perícopa predominante del capítulo: El diálogo con la Samaritana y la reacción de los discípulos de Jesús y de los mismos samaritanos.
- El problema de lugar (Sicar) y de la hora
Llega, pues, a una ciudad de Samaría, llamada Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob (Jn 4, 5-6a). Una clara indicación de lugar que tiene la función de introducirnos directamente en la perícopa. Será seguida de una indicación temporal: Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta (Jn 4, 6bc).
La mención y localización del lugar; Sicar, ha sido un punto de debate en el pasado. El texto dice que “allí estaba el pozo de Jacob”. La alusión al campo que Jacob había comprado a los hijos de Jamor, padre de Siquén, y que había donado a José, la tenemos en Jos 24,32, y de modo más esfumado en Gen 48,22 con el complemento de Gen 33,19.[2] En el pasado, se quiso identificar Sicar con las ruinas de la villa de Askar, a los pies del monte Ebal, a 1500 metros del que ha sido identificado como pozo de Jacob, y hacia el este de la actual ciudad palestina de Nablus. Pero esta identificación con toda probabilidad es errónea, porque la localidad fue recién poblada en el Medioevo, y su nombre (en árabe) no designa una antigua denominación del lugar sino un campamento militar. Además, Askar tiene su propio pozo, que propiamente es una fuente rica che sale de la roca, y se encuentra en el mismo centro habitado y no fuera de él. No justificaría el viaje de la mujer samaritana para sacar agua de allí.
En cambio, es mucho más plausible que deba identificarse con la antigua Siquem o Siquén (antiguos propietarios de la zona, antes de Jacob) (cfr. Hch 7,16).[3] Así lo hace San Jerónimo, a partir de un testimonio siríaco que lee Sychem. El cambio de Siquem a Sicar es posible según la pronunciación samaritana. La antigua Siquem fue destruida por Juan Hircano en el 128 a.C., habitada nuevamente hacia el 67 d.C., y abandonada definitivamente cuando fue reprimida la rebelón de los samaritanos, según el testimonio de Flavio Josefo.[4] Es verdad que no se han encontrado restos arqueológicos de relevancia, pero también es cierto que la zona se encuentra en las afueras de Nablus, ha sufrido el influjo de mucha edificación posterior, y además debía tratarse de un lugar pequeño en tiempo de Jesús. Se identifican en cambio otros restos arqueológicos en la actual localidad de Balata, que también posee una rica fuente de agua. Al- Balata se encuentra a 500 metros al sudeste de la localidad llamada “pozo de Jacob”.
Con respecto al pozo, un pozo de una profundidad de alrededor de treinta metros se menciona por primera vez en las crónicas de peregrinos cristianos del siglo IV.[5] Se puede aceptar entonces, como localización segura, la conocida justamente como “pozo de Jacob”, a los pies del monte Garizim. ¿Por qué excavar aquí un pozo, cerca de las ricas fuentes de agua de al- Balata y ad – Dafne? Probablemente, porque en tiempos de Jacob, que era nómade, los habitantes cananeos de las ciudades y villas estables restringirían el acceso a sus fuentes a los nómades y beduinos.
Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta (Jn 4,6bc). La mención de la hora es importante del punto de vista espiritual: Se trataba de una hora insólita para venir a sacar agua (normalmente estos trabajos se hacían a la mañana temprano o al caer el sol por la tarde). Evidentemente fue preparado por la Providencia divina para favorecer el encuentro. Pero también tiene una relación con la “hora sexta” mencionada en el mismo evangelio de Juan como la hora de la crucifixión de Jesús. El himno medieval del Dies Irae reza: “Me buscaban débil (o: ‘sentado’) y cansado; me redimiste pasando por la Cruz”. Brown sugiere la posibilidad, según algunos autores, que Juan contase las horas desde la medianoche y no desde la seis de la mañana. En ese caso, la ‘hora sexta’ serían las seis de la mañana.[6] Puede parecer más lógico como horario para sacar agua, pero contradice la noción común de la crucifixión al mediodía en Jn 19,14, y todo el contexto de la Pasión. Una opinión de dicho calibre no parece digna de crédito. La mención de “los campos listos para la siega” del v.35, pueden jugar a favor del hecho que se trate del mediodía.
- Los samaritanos
– Llega una mujer de Samaría a sacar agua (v.7): Se indica que la mujer es propiamente de Samaría, y se maravillará que Jesús hable con ella, porque los judíos no se tratan con los samaritanos. (cfr. v.9).
Los Samaritanos eran una población mixta, descendientes de los habitantes que habían permanecido en el país después de la deportación de la capital del reino de Israel (Samaría) a Nínive en el 722 a.C., por mano del imperio asirio (cfr. 2Re 17,24s). La oposición teológica entre estos dos pueblos venía por el rechazo de los Samaritanos de adorar al Dios único en Jerusalén. Esto se había agravado, dado que después del exilio en Babilonia, los samaritanos habían obstaculizado la reconstrucción del templo, y siglos más tarde habían ayudado a los monarcas helenistas de Siria (reyes seléucidas) en sus guerras contra los judíos. En el 128 a.C., un sumo sacerdote hebreo quemó el templo de los samaritanos en el monte Garizim, la montaña sacra de los samaritanos, según la mujer dirá a Jesús: “Nuestros padres adoraron en este monte; pero vosotros decís que es Jerusalén el lugar donde se debe adorar” (v. 20). Para los Samaritanos, era parte del Decálogo el deber adorar allí (contradiciendo 2Cro 6,6), y la versión de la Tora llamada Pentateuco Samaritano, afirma que Josué recibió instrucciones de alzar un templo sobre el Garizim, en Dt 27,4 (en lugar de Ebal, el otro monte de Samaría, que está enfrente, como lee el llamado texto masorético).[7]
II. ESTRUCTURA Y ANALISIS GENERAL
- Análisis de la estructura
I | Sección 4, 7-9 (texto griego) | Traducción española |
Ιnclusión: Mujer samaritana
Tema: dar beber
Mujer samaritana (9 ab) Fin inclusiòn |
7 ἔρχεται γυνὴ ἐκ τῆς Σαμαρείας
ἀντλῆσαι ὕδωρ.
λέγει αὐτῇ ὁ Ἰησοῦς·δός μοι πεῖν· 8 οἱ γαρ μαθηταὶ αὐτοῦ ἀπεληλύθεισαν εἰς την πόλιν ἵνα τροφας ἀγοράσωσιν. 9 λέγει οὖν αὐτῷ ἡ γυνὴ ἡ Σαμαρῖτις· πῶς σὺ Ἰουδαῖος ὢν παρ᾽ ἐμοῦ πεῖν αἰτεῖς γυναικος Σαμαρίτιδος οὔσης; οὐ γαρ συγχρῶνται Ἰουδαῖοι Σαμαρίταις· |
Vino una mujer de Samaría a sacar agua.
Le dijo Jesús: ‘Dame de beber’. Los discípulos habían ido a la ciudad para comprar alimento. Le dijo la mujer samaritana:
“¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber, mujer Samaritana? (En efecto,) Los judíos, no tienen trato con los samaritanos. |
Propiamente, el diálogo de Jesús con la mujer samaritana, que es el elemento central del capítulo, se desarrolla entre los vv. 7 y 26, y se puede considerar estructurado en base a tres inclusiones, procedimiento semítico donde se repite la idea, con términos similares o iguales, al principio y al final de un cierto número de párrafos, destacando lo que se encuentra en su interior.
El inicio del diálogo se da propiamente en Jn 4,7, cuando se afirma que “vino una mujer de Samaría a sacar agua”. Los versículos precedentes (especialmente vv. 2-6) pueden considerarse como una introducción a todo el episodio, porque se presenta la necesidad de pasar por Samaría, por Sicar, el pozo de Jacob, y que Jesús se sentó, haciendo una pausa en su cansador viaje.
La expresión “mujer de Samaría” aparece entonces bajo esta forma en el v.7, y acompañada del adjetivo (“mujer samaritana”) dos veces en el v.9 (9a y 9b), además de una referencia a “los samaritanos” en 9c. De modo que podemos ver una inclusión entre los vv. 7-9. El determinarlo de este modo, posee la ventaja de permitir distinguir bien esta primera sección del diálogo de las siguientes, y además gozaría la sección de una estructura concéntrica (dos paréntesis con una indicación circunstancial o temática al centro):
– Dijo Jesús a ella (v.7);
– centro: los discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimento (v.8), circunstancia que explica el origen del diálogo entre ambos;
– Dijo a él la mujer (v.9).
También se da un cierto paralelismo interno en v.9b, según el participio presente griego “siendo” (ὢν masculino; οὔσης femenino): Tú, siendo judío…; a mí, siendo samaritana. Finalmente, el verbo “beber” (πεῖν) es un indicador del tema central de la sección, en 7b y 9b.
Otra propuesta sería ver la inclusión en la repetición exacta de la fórmula: “dame de beber” (δός μοι πεῖν) en v.7b y v10b, pero tiene el inconveniente que resulta difícil separarla de la sección siguiente, con el tema del “agua viva”, que también da inicio en v.10b.
II | Sección 4, 10-15 (texto griego) | Traducción española |
Ιnclusión: Don (de Dios)
Tema: dar beber Agua viva
Agua viva Antitesis: Beber esta agua / tener sed Beber esta agua / no tener más sed.
Corol: Agua que daré
Fuente agua (eterna)
Fin incl: Don – esta agua Tema: No sed |
10 ἀπεκρίθη Ἰησοῦς καὶ εἶπεν αὐτῇ·
εἰ ᾔδεις την δωρεαν τοῦ θεοῦ καὶ τίς ἐστιν ὁ λέγων σοι· δός μοι πεῖν, σὺ ἂν ᾔτησας αὐτον καὶ ἔδωκεν ἄν σοι ὕδωρ ζῶν.
11 λέγει αὐτῷ [ἡ γυνή] ·κύριε, οὔτε ἄντλημα ἔχεις καὶ τὸ φρέαρ ἐστὶν βαθύ· πόθεν οὖν ἔχεις τὸ ὕδωρ τὸ ζῶν; 12 μὴ σὺ μείζων εἶ τοῦ πατρος ἡμῶν Ἰακώβ, ὃς ἔδωκεν ἡμῖν τὸ φρέαρ καὶ αὐτος ἐξ αὐτοῦ ἔπιεν καὶ οἱ υἱοὶ αὐτοῦ καὶ τὰ θρέμματα αὐτοῦ;
13 ἀπεκρίθη Ἰησοῦς καὶ εἶπεν αὐτῇ· πᾶς ὁ πίνων ἐκ τοῦ ὕδατος τούτου διψήσει πάλιν· 14 ὃς δ᾽ ἂν πίῃ ἐκ τοῦ ὕδατος οὗ ἐγὼ δώσω αὐτῷ, οὐ μὴ διψήσει εἰς τον αἰῶνα, ἀλλὰ τὸ ὕδωρ ὃ δώσω αὐτῷ γενήσεται ἐν αὐτῷ πηγὴ ὕδατος ἁλλομένου εἰς ζωην αἰώνιον. 15 λέγει προς αὐτον ἡ γυνή· κύριε, δός μοι τοῦτο τὸ ὕδωρ, ἵνα μὴ διψῶ μηδὲ διέρχωμαι ἐνθάδε ἀντλεῖν. |
Respondió Jesús, diciendo:
“Si conocieras el don de Dios y quién te dice: “dame de beber“, tú le hubieras pedido y él te habría dado agua viva“.
Ella le dijo: “Señor, ni siquiera tienes cubo, y el pozo es profundo. ¿De dónde, pues, tomarás tú el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, y bebieron sus hijos y sus ganados?”.
Jesús le respondió, diciendo: “Todo el que beba de esta agua tendrá de nuevo sed;
Pero el que beba del agua que yo le daré, ya no tendrá sed jamás, pues el agua que yo le daré se convertirá, dentro de él, en manantial de agua que brota para vida eterna“.
Le dijo la mujer: “Señor, dame de esta agua, para que tenga más sed, ni tenga que venir aquí a sacarla”. |
La segunda sección comienza con la respuesta de Jesús (v.10a):
La misma pareciera quedar señalada por una inclusión más definida (vv. 10b- 15b). Jesús responde a la mujer en 10b: Si conocierais el don de Dios … y en 10c: Él te habría dado agua viva. Ambas expresiones se encuentran unidas, precisamente porque el “don de Dios” del cual habla Jesús, es el agua viva que promete a la mujer. Este último término vuelve a aparecer en 11c, en forma de pregunta de la mujer: “¿De dónde tienes el agua viva?”, aunque, en esta oportunidad, la expresión es ligeramente diversa: (τὸ ὕδωρ τὸ ζῶν) “el agua, la viva”. El término se encuentra adjetivado enfáticamente, aunque sea es el mismo. Podrá verse una pequeña inclusión entre los vv. 10c-11c, pero es más significativa la expresión del v.15b: “¡Señor, dame esta agua!, para que no tenga más sed y no venga aquí a sacarla”, pues allí vuelven a encontrarse juntos la acción o ideal del “don” con el del agua. Que la referencia sea al “agua viva” se esclarece por el contexto, por la singular petición de la mujer, y porque así lo sugiere el versículo anterior (v.14b), que finaliza con la expresión: “se convertirá, dentro de él, en manantial de agua que brote para vida eterna”.
Suponer la sección definida entre los versículos que hemos citado goza de otras ventajas, como el paralelismo antitético entre los vv. 13b-14, donde vuelve a ser recurrente el tema de beber (verbo πίνω) asociado al de la sed (verbo διψάω), que son los dos temas centrales de la sección:
– Todo el que beba de esta agua tendrá sed de nuevo …;
– Quien (en cambio) beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás.
Como corolario, Jesús menciona: “el agua que yo daré”.
La tercera sección posee un cuadro introductorio, y un segundo cuadro con el tema propio.
III | Sección 4, 10-15 (texto griego) | Traducción española |
Ιnclusión 1a: Tu marido Paralel: No tengo marido
Tu marido |
16 λέγει αὐτῇ·
ὕπαγε φώνησον τον ἄνδρα σου καὶ ἐλθὲ ἐνθάδε. 17 ἀπεκρίθη ἡ γυνὴ καὶ εἶπεν αὐτῷ· οὐκ ἔχω ἄνδρα. λέγει αὐτῇ ὁ Ἰησοῦς· καλῶς εἶπας ὅτι ἄνδρα οὐκ ἔχω· 18 πέντε γὰρ ἄνδρας ἔσχες καὶ νῦν ὃν ἔχεις οὐκ ἔστιν σου ἀνήρ· τοῦτο ἀληθς εἴρηκας |
Le dijo: “¡Ve,
llama a tu marido y vuelve aquí!” Le contestó la mujer: – “No tengo marido”. Le dice Jesús: –“Has dicho bien: ¡No tengo marido! En efecto, cinco hombres has tenido, y quien tienes ahora no es tu marido. Has dicho esto de verdad. |
Tema: Jesús profeta
Inclusión 2a: adorar Par: Monte – Jerusalén – adoración Par: Monte – Jerusalén – adoración Par: Espíritu y verdad Espíritu y verdad Fin inclus: adorar |
19 λέγει αὐτῷ ἡ γυνή· κύριε, θεωρῶ ὅτι προφήτης εἶ σύ.
20 οἱ πατέρες ἡμῶν ἐν τῷ ὄρει τούτῳ προσεκύνησαν· καὶ ὑμεῖς λέγετε ὅτι ἐν Ἱεροσολύμοις ἐστὶν ὁ τόπος ὅπου προσκυνεῖν δεῖ. 21 λέγει αὐτῇ ὁ Ἰησοῦς· πίστευέ μοι, γύναι, ὅτι ἔρχεται ὥρα ὅτε οὔτε ἐν τῷ ὄρει τούτῳ οὔτε ἐν Ἱεροσολύμοις προσκυνήσετε τῷ πατρί. 22 ὑμεῖς προσκυνεῖτε ὃ οὐκ οἴδατε· ἡμεῖς προσκυνοῦμεν ὃ οἴδαμεν, ὅτι ἡ σωτηρία ἐκ τῶν Ἰουδαίων ἐστίν. 23 ἀλλὰ ἔρχεται ὥρα καὶ νῦν ἐστιν, ὅτε οἱ ἀληθινοὶ προσκυνηταὶ προσκυνήσουσιν τῷ πατρὶ ἐν πνεύματι καὶ ἀληθείᾳ· καὶ γαρ ὁ πατηρ τοιούτους ζητεῖ τους προσκυνοῦντας αὐτόν. 24 πνεῦμα ὁ θεός, καὶ τους προσκυνοῦντας αὐτον ἐν πνεύματι καὶ ἀληθείᾳ δεῖ προσκυνεῖν. |
Respóndele la mujer: “Señor, estoy viendo que tú eres profeta.
Nuestros padres, en este monte adoraron, pero vosotros decís que es Jerusalén el lugar donde se debe adorar“. Le dice Jesús: “Créeme, mujer; llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, pues la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ahora, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; éstos son, precisamente, los adoradores que el Padre desea. Dios es espíritu; y los que lo adoran, en espíritu y verdad deben adorarlo“. |
Conclusión
Tema: Jesús Mesías |
25 λέγει αὐτῷ ἡ γυνή· οἶδα ὅτι Μεσσίας ἔρχεται ὁ λεγόμενος χριστός· ὅταν ἔλθῃ ἐκεῖνος, ἀναγγελεῖ ἡμῖν ἅπαντα.
26 λέγει αὐτῇ ὁ Ἰησοῦς· ἐγώ εἰμι, ὁ λαλῶν σοι. |
Le dice la mujer: “Sé que viene el Mesías, el llamado Cristo; cuando aquel llegue, todo nos lo explicará”.
Le dijo Jesús: “Soy yo; quien contigo”. |
En el primero de dichos cuadros, Jesús cambia bruscamente el tema de la conversación en el v.16, por ejemplo, pidiendo a la mujer que “llame a su marido” (τὸν ἄνδρα σου: a tu marido). El término recurre dos veces bajo la misma forma acusativo en el v.17 (ἄνδρα), y dos en el v.18; en plural (ἄνδρας) y en caso nominativo (ἀνήρ). Además, el v.18b suena a conclusión gracias a la sentencia de Jesús: “En esto has dicho la verdad”.
El siguiente cuadro es más complejo: La mujer reconoce a Jesús como profeta (v.19), e inmediatamente introduce el tema de la adoración (προσκυνεῖν = proskynein): Nuestros padres adoraron en este monte; pero vosotros decís que es Jerusalén el lugar donde se debe adorar (v.20). Son tres los elementos sobre los que el versículo parece girar, y que se repiten en la respuesta de Jesús, del v.21b: adoración; monte; Jerusalén.
– 20: “Nuestros padres adoraron en este monte; pero vosotros decís que es Jerusalén el lugar donde se debe adorar” (el verbo: la primera vez en aoristo indicativo plural: prosekynēsan; la segunda en infinitivo: proskynein).
– 21b: “Créeme, mujer; llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (proskynēsete: indicativo futuro).
Esto favorece e indica un esquema concéntrico para los vv. 20-21 o bien un esquema paralelo, ya que tomando la primera recurrencia del verbo adorar en el v.20 como introductoria del cuadro, las tres siguientes están en paralelo con las del v.21: monte, Jerusalén, adoración.
En el v.22 tenemos otro paralelismo:
– Vosotros adoráis lo que no conocéis;
– Nosotros adoramos lo que conocemos; seguido de la explicación: “porque la salvación viene de los judíos”.
Un esquema similar se repite entre los vv. 23-24, luego de la introducción formal “llega la hora” (siendo el tema de la hora uno de los fundamentales en San Juan): Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y verdad (v.23), y: “los que lo adoran, en Espíritu y verdad deben adorarlo” (v.24). Para “adoradores”, se usa el sustantivo proskynetai, o bien el participio plural, al acusativo: proskynountas. En el centro del esquema paralelo, el v.23c repite la expresión en participio: adoradores.
La repetición del infinitivo (προσκυνεῖν = proskynein), en la respuesta de Jesús, permite definir la gran inclusión del cuadro que abarca los vv. 19-24.
El diálogo se cierra, como conclusión, con la confesión de la Samaritana en el v.25, y el reconocimiento, por parte de Jesús, de su identidad mesiánica en el v.26.
- Visión de síntesis
La presentación del esquema suele ser útil para comprender el desarrollo de la narración, que en este caso la constituye el diálogo de Jesús con la mujer, y las ideas allí contenidas.
1º) Hay un inicio, la sección primera, donde el personaje principal, es la mujer samaritana, subrayando su condición de extraña, y que trata a Jesús como tal: “¿Cómo tú, siendo judío …? El tema sobre el cual Jesús inicia el diálogo es el dar de beber.
2º) La segunda sección gira alrededor de varios ejes centrales: El desarrollo del diálogo en torno a la idea de don (de Dios), del agua viva, de la fuente para la vida eterna. El tema evoluciona del dar de beber al tener o no tener más sed.
3º) La tercera, en cambio, es más compleja. En la introducción, y como buscando el argumento, Jesús pone de manifiesto la situación irregular de la mujer, alejada en definitiva de Dios y de las fuentes de la gracia: “No tengo marido … cinco has tenido”. De allí se pasa a la escena central, donde el eje central es la adoración. La adoración a Dios evoluciona de lo imperfecto e impropio de los samaritanos (“en este monte”), pasa por lo imperfecto, pero más propio de los judíos (Jerusalén), para terminar en la adoración verdadera y propia (“en espíritu y en verdad”). También hay un reconocimiento de la misión e identidad de Jesús, como tema central: Se pasa de Jesús como profeta o enviado de Dios, a su misión propia de Mesías o ungido. En esta parte del evangelio, aún no aparece delineada su identidad divina como tal.
III. ELEMENTOS DE PROFUNDIZACION
Seguimos en esta parte el desarrollo de Tomás de Aquino, en su comentario al evangelio de San Juan. Hay que destacar que, para el Aquinate, los capítulos 3 y 4 del evangelio joánico hablan de la regeneración espiritual, y el sentido de su comentario es eminentemente espiritual, aun cuando siga al texto con la máxima fidelidad posible. Así como Cristo comunicó a los judíos la gracia de tal regeneración (en el diálogo con Nicodemo, del cap. 3), ahora muestra como esa gracia de Cristo se manifiesta también a los gentiles (representados en el diálogo con la mujer Samaritana y en su estadía junto a los Samaritanos). Esta gracia se comunica de dos formas: A través de la enseñanza y a través de los milagros.[8] Ambas cosas se darán durante la estadía de Jesús en Samaría.
- Introducción
Nos concentraremos sobre el diálogo de Jesús con la Samaritana. Un solo detalle citamos acerca de los versículos anteriores: «Cuando supo el Señor que los fariseos estaban informados de que Jesús conseguía más discípulos que Juan y que los bautizaba – aunque en realidad no bautizaba Jesús mismo, sino sus discípulos-, abandonó Judea y se fue de nuevo a Galilea» (Jn 4, 1-3). Cita el Crisóstomo, quien afirma que “Cristo no quiso bautizar, pues en todos los bautismos administrados por Juan o por los discípulos del Señor antes de su Pasión, no se confería el Espíritu Santo, sino que dicho rito se administraba sólo para habituar a la gente al bautismo de Cristo, y a la predicación (se trataba básicamente del mismo bautismo de Juan). De hecho, sería inadmisible que Cristo bautizara si no confiriese con dicho bautismo el Espíritu Santo, pero este no podía concederse antes de la Pasión, según leemos en el mismo evangelio (7,39): «Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él. El Espíritu todavía no había sido dado, porque Jesús aún no había sido glorificado». San Agustín, tratando de ser totalmente fiel al texto (que dice que Jesús bautizaba, aunque después dice que no), afirma que los discípulos bautizaban ya con el bautismo de Cristo, el cual se anticipaba de algún modo, pero también se dice que Jesús no bautizaba porque no era él a conferirlo exteriormente. Con respecto a la objeción del Crisóstomo, que “aún el Espíritu Santo no había sido dado”, se refiere a que aún no había sido conferido con signos visibles, como ocurrirá a los discípulos después de la Resurrección de Cristo; sin embargo, había sido ya dado a los apóstoles y discípulos mediante la santificación interior. Así se explica que Jesús responda a Pedro, en el lavatorio de los pies: (13,10): «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos».[9]
El Señor prepara a la Samaritana para recibir la doctrina espiritual, ofreciéndole la ocasión de interrogarlo. Ya dijimos que en primer lugar se trata de la enseñanza de Jesús, en segundo lugar, de los efectos de esta.
- El don de Dios y el agua viva
Hay que preguntarse que se entiende aquí por “agua viva”, según las palabras de Jesús: «Si conocieses el don de Dios (…), Él te daría agua viva» (4,10). Por agua se entiende la gracia del Espíritu Santo, que a veces se llama ‘fuego’, a veces ‘agua’, para enseñar que dicha denominación no se debe a las propiedades reales de dichas sustancias, sino a una cierta semejanza en la acción de causar. La gracia se llama fuego, porque eleva el corazón con el fervor y el calor (Rom 12,11), y destruye el pecado (Cant 8,6). Se llama a veces agua, porque sirve para la purificación (Ez 36,25).[10]
Existen dos tipos de agua: la viva y la no viva. La no viva no mantiene el contacto con la fuente de la cual emana (como el agua de los estanques o de un hueco inundado, siendo por lo general agua de lluvia), de modo que, aunque se conserve, se halla separada de su causa. No es el caso del agua viva, que se encuentra unida a la fuente de la cual emana, y recibe su influjo.[11]
Según dicha imagen, muy justamente recibe aquí el nombre de ‘agua viva’ la gracia del Espíritu Santo, pues tal gracia no se comunica al hombre sino es por contacto con la misma fuente de la gracia, que es el Espíritu Santo (cfr. Rom 5,5).[12] El Espíritu Santo es una fuente inextinguible, de donde provienen todos sus dones. En consecuencia, si uno poseyese algún don del Espíritu Santo, pero le faltara el mismo Espíritu, se asemejaría al agua que no está en contacto con la fuente; encontrándose por lo tanto muerta y no viva. Esto se aplica de modo particular a la Fe (según Sant 2, 17.20): “La Fe sin las obras se halla muerta”.
Para acceder a dicha ‘agua viva’ (la Gracia), en los adultos debe preceder el deseo o petición de esta, como afirma el salmista (Sal 9,17: El Señor escucha el deseo de los humildes), ya que, sin dicho pedido, a nadie se concede dicha gracia. Nadie puede recibir un don si al mismo tiempo se opone a él, como es evidente en el caso de San Pablo, por ejemplo.[13] Es esta idea la que da sentido a la expresión: “Tú misma habrías pedido”.
Según Aquino, hasta el momento presente, la enseñanza que se ha impartido gira alrededor de tres argumentos: a) El don del agua viva: “Si conocieseis el don de Dios…”; b) la oración o pedido para obtenerlo: “Tú misma hubieras pedido…”; c) el donante de este: “Él te habría dado…”[14] Son propiamente los argumentos de la enseñanza.
Después de exponer los argumentos, Jesús se explayará sobre la virtud de dicha enseñanza, indicando que quien beba de dicha agua viva no tendrá más sed, y, además: “Se convertirá, dentro de él, en manantial de agua que brota para vida eterna” (v.14). Podría esgrimirse como objeción el argumento tomado del Eclesiástico (24,21): El que me bebe tendrá más sed, atribuido a la Sabiduría de Dios, que es la que habla en dicho momento. Aquino responderá mostrando la diferencia entre los bienes temporales y los espirituales: En el caso de los primeros, el beberlos producen mayor sed de otras cosas, porque al no ser capaces de saciar, no satisfacen el deseo al punto tal de evitar que alguien se vuelque hacia otros bienes. Los espirituales, en cambio, al saciar, si bien provocan más deseos, es sólo de sí mismos, tal es el caso de la Sabiduría o del mismo Dios, como dice el salmista (41,2: Mi alma tiene sed de Dios).
- El verdadero culto
Los vv. 21-24 hacen referencia a los tres tipos de oración o culto divino, según Santo Tomás. En primer lugar, llama la atención de la mujer, diciéndole: “Créeme, mujer” (v.21), cumpliéndose así el requisito que San Pablo establece en relación a la oración y al culto divino.[15]
Presentará luego los tres tipos de culto; dos ya existentes, y un tercero que se espera. De los dos existentes, el primero era el de los samaritanos, quienes adoraban en el monte Garizim. El segundo, en cambio, es el de los judíos, que adoraban sobre el monte Sión, en Jerusalén (v.22: «Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, pues la salvación viene de los judíos»). El tercero, el esperado, es distinto a los anteriores, y Jesús lo presenta excluyendo los dos anteriores: “Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores darán culto al Padre en espíritu y en verdad” (v.23). Es el culto de Cristo, que dejará como vanos a los anteriores. Cristo sustrajo a los judíos sus ceremonias y ritos, y a los samaritanos o gentiles su idolatría, cosas que constituían un muro por el que ambos se enfrentaban, e hizo de los dos pueblos uno solo, como enseña San Pablo (Ef 2,14).[16] Así se dieron por terminados el culto ceremonial de los judíos, y la idolatría de los gentiles, y se concede, por Cristo, el verdadero culto de Dios: «Esos son, precisamente, los adoradores que el Padre desea. Dios es espíritu; y los que lo adoran tienen que adorarlo en espíritu y verdad» (vv. 23-24).
A los samaritanos les dice que “adoran lo que no conocen”, porque tenían de Dios un conocimiento equivocado, conociendo sólo algunas cosas e ignorando el resto, lo que en definitiva significa no conocer. Los samaritanos poseían, en efecto, dos falsas opiniones respecto a la divinidad. En primer lugar, porque pensaban que Dios fuese una realidad corpórea, de tal modo que había que adorarlo en un lugar determinado; además, porque no creían que realmente estaba sobre todas las demás cosas, ya que adoraban también ciertos ídolos, como si fueran iguales a Él. Por eso no lo conocían, impedidos de alcanzar la verdadera noción de la divinidad.
Los judíos, en cambio, adoraban lo que conocían, porque mediante la Ley y los Profetas tenían un conocimiento adecuado de Dios, y no lo estimaban localizado ni ligado a un lugar particular (cfr.: La oración de Salomón).[17] Tampoco compartían la idolatría. Se dice que “la salvación viene de los judíos” (v.22), porque el verdadero conocimiento de Dios es lo que hace las veces de principio y causa de la salud eterna.
Bajo tres aspectos, según Santo Tomás, la salvación viene de los judíos:
1) Por la doctrina de la verdad, porque los gentiles vivían en el error, mientras que los judíos en la verdad (cfr. Rom 3, 1-2);
2) Por las enseñanzas espirituales, ya que las profecías y otros dones del Espíritu Santo les habían sido concedidas antes que a ningún otro pueblo (cfr. Rom 11,17);
3) Porque de ellos proviene el autor mismo de la Salvación, Cristo Jesús, según Rom 9,5.[18]
Al afirmar: «Pero llega la hora, ya ha llegado…» (v.23), Jesús compara el tercer tipo de culto con los dos anteriores, afirmando en primer lugar, la superioridad del nuevo respecto a los dos antiguos, y explicando luego el motivo: “porque el Padre busca tales adoradores”.[19]
- En espíritu y verdad
¿Por qué el culto judío, si se dirigía al Dios verdadero y propiamente conocido, no era totalmente espiritual y definitivo? La respuesta la brinda el Aquinate y la estructura según tres puntos:
1 – El culto judío se basaba en ceremonias carnales (Heb 9,10): «todo se reduce a alimentos, bebidas y diversas abluciones, o sea, a observancias extrínsecas, vigentes hasta el tiempo de la institución correcta».
2 – El culto judío, además, era prefigurativo, siendo las victimas de sus sacrificios incapaces de obtener verdadera satisfacción. No constituía un sacrificio agradable a Dios por las víctimas mismas que se ofrecían, consideradas materialmente, sino sólo en cuanto eran figuras de la verdadera víctima y del verdadero sacrificio: “Es imposible que sangre de toros y de machos cabríos borre pecados” (Heb 10,4).[20]
Así se explican ambas cualidades: Al decir “en espíritu”, se refiere a que los verdaderos adoradores no lo harán con ceremonias carnales; al decir: “en verdad”, se refiere a que no será más según las figuras. También puede entenderse la frase como la expresión de la condición de toda verdadera adoración: Para que una adoración sea verdadera, se requiere, en primer lugar, que sea espiritual (“en espíritu”), o sea, con fervor de espíritu: “Rezaré con mi espíritu y con mi mente, cantaré himnos con mi espíritu y con mi mente” (1Cor 14,15); que sea además “en la verdad”, sin ficciones o simulaciones.[21] De modo que para la oración se requiere: Fervor de caridad, verdad de Fe y recta intención.[22]
Al afirmar que “el Padre busca tales adoradores”, muestra la validez de este tipo de adoración o de culto, y de dos puntos de vista: En primer lugar, del querer o aceptación de parte del que es adorado; en segundo lugar, de su naturaleza (“Dios es espíritu”):
1 – El querer o aceptación significa que, cuando se ora esperando obtener algo, se debe pedir aquello que no contradice la voluntad del donante. De modo tal, que cuando oramos a Dios, tenemos que tratar de ser como El quiere. Adorar en espíritu y verdad significará, en este caso, adorar en el fervor de la Caridad y en la verdad de la Fe.
2 – Mediante la afirmación: “Dios es espíritu”, se afirma la incorporeidad de Dios, ya que “el espíritu no tiene carne ni huesos” (cfr. Lc 24,39). También se afirma la vitalidad, ya que toda nuestra vida depende de Dios como de su causa real y eficiente. Siendo Dios espíritu, conviene adorarlo como Él es, buscando ser similares a Él, análogamente como sucede con el hombre y los animales (cfr. Eclo 13,15 [19]).[23] Dios es también Verdad, siguiendo las palabras evangélicas (cfr. Jn 14,6: Yo soy el camino, la Verdad y la Vida).
Para la versión del artículo en PDF, descargar aquí.
[1] 4,4: Le era necesario atravesar por Samaría.
[2] Jos 24,32: Los huesos de José, traídos por los israelitas de Egipto, los enterraron en Siquén, en el campo que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquén y que, por cien monedas, había pasado a ser propiedad de los hijos de José.
[3] Hch 7,16: (Jacob y nuestros padres) fueron trasladados a Siquén y depositados en el sepulcro que había comprado Abrahán, a precio de plata, a los hijos de Jamor en Siquén.
[4] Cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo secondo Giovanni [Nuovo Testamento commentato IV; Morcelliana Brescia, 1959], 143. Sobre la obra de Flavio Josefo, Antigüedades judías XIII, 14,1, §377.
[5] Cfr. R.E. Brown, Giovanni: Commento al vangelo spirituale, Cittadella, Assisi 19913, 220-221.
[6] Cfr. Brown, Giovanni, 98.
[7] Para estos datos, cfr. Brown, Giovanni, 221-222.
[8] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario al evangelio de San Juan [In evangelium Iohannis expositio], IV, lect. I, ed. Città Nuova, Roma 1992, vol. I, 313.
[9] Cfr. Tomás de Aquino, Comentario, 316-317; (ed. Marietti [554-555]).
[10] Con celo incansable y fervor de espíritu sirvan al Señor (Rom 12,11); El amor es fuerte como la muerte, la pasión más poderosa que el abismo; Sus dardos son dardos de fuego llamaradas divinas. (Can 8,6); Los rociaré con un agua pura que los purificará: de todas sus inmundicias e idolatrías los he de purificar (Ez 36,25).
[11] Así también se expresa A. Wikenhauser, afirmando: “El agua viva, según el uso oriental, es una expresión que designa comúnmente el agua que surge, sea de fuente o de pozo, en contraposición al agua de cisterna” (Gen 26,19; Lev 14,5; Jer 2,13; Zac 14,8); cfr. A. Wikenhauser, L’Evangelo, 145.
[12] El amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo (Rom 5,5).
[13] Hch 9,6: “¡Señor!, ¿qué quieres que haga?”, lo que leemos en el primer relato de su conversión. En el tercer relato, ante Porcio Festo y el rey Agripa, añade una significativa sentencia que Jesús le dirige: “Duro te es dar coces contra el aguijón” (Hch 26,14).
[14] Cfr. Comentario, 329.
[15] Heb 11,6: Sin fe es imposible agradarle. Quien se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.
[16] Cristo es nuestra paz, el que de dos pueblos hizo uno solo, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad (Ef 2,14).
[17] 1Re 8,27: ¿Es posible que Dios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo y lo más alto del cielo, ¡cuánto menos en este templo que he construido!
[18] ¿Qué ventaja tiene el judío? Las ventajas son muchas y en todos los aspectos. Primero, Dios confió su palabra a los judíos (Rom 3,2); Si algunas ramas han sido cortadas, y tú, que eres un olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y has participado de la raíz y la savia del olivo (Rom 11,17); A ellos pertenecen los patriarcas, y de ellos procede, según la carne, Cristo (Rom 9,5).
[19] Todo este desarrollo en Tomás de Aquino, Comentario, 337-340 [602-607].
[20] Esta citación de la carta a los Hebreos fue iniciativa nuestra. Santo Tomás cita el Sal 50 [49],13, y el Sal 51[50],18: Un sacrificio no te satisface, si te ofreciera un holocausto, no lo aceptarías.
[21] Tal como la que condena Cristo a los fariseos: “Cuando oren no hagan como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente” (Mt 6,5).
[22] Cfr. Comentario, 341 [611].
[23] Todos los animales aman a los de su especie; y todo hombre, a su prójimo.