El sábado pudimos volver a hacer una actividad que realizábamos todos los años, una especie de “día de retiro”, para las aldeas más lejanas, para darles la oportunidad de confesarse en este tiempo de cuaresma, y prepararse a las celebraciones que se acercan. Este año no hemos podido ir a todos los centros, pero decidimos ir a Nyasa, pues nos insistieron mucho para que vayamos. Particularmente nos pidió un terciario nuestro, Jemsi, que ha hecho algunos Ejercicios Ignacianos, y sabe de la importancia de poder recibir los sacramentos.
La zona de Nyasa está al sur de la parroquia de Ushetu, y aprovechamos también a invitar a los del centro cercano de Mwendakulima. En total se reunieron feligreses de ocho aldeas distintas. Una de las razones por las que hace bastante que no vamos, es porque este año ha llovido mucho y el camino para ir a esa zona está muy lleno de agua. Unos cinco kilómetros antes de llegar al río, ya no se puede pasar con las camionetas. Incluso para ir en moto es muy complicado, por esas partes que están llenas de agua, y los campos de arroz que están inundados. Al llegar al río hay que cruzar en botes hechos con cortezas de árboles, y después buscar quien nos pueda llevar desde el otro lado del río hasta las aldeas.
Entonces, en esta oportunidad decidimos dar el rodeo largo, de más de 50 km, porque debíamos ir tres sacerdotes, más algunos hermanos, y las hermanas. Había que llevar los elementos de misa, los juegos, cosas de audio, y entonces lo mejor sería ir en camionetas, y pasar por el puente, pero que significa un viaje bastante largo. Incluso se sale fuera de la región de Shinyanga y se entra en la de Tabora, pasando por territorio de la diócesis de Tabora y entrando nuevamente a la diócesis de Kahama. El viaje es muy lindo en este tiempo de lluvias, en cuanto a los paisajes se refiere, pero en el auto no se disfruta tanto, pues se viaja a los saltos por los malos caminos.
Cuando nos acercamos a la aldea de Nyasa, nos encontramos con que había llegado muchísima gente, y entonces, en cuanto nos organizamos, nos pusimos a trabajar. Uno de los novicios reunió a todos los adultos y jóvenes en la iglesia, y les dio una charla sobre la confesión. Mientras tanto la gente salía y se confesaba con alguno de los tres padres sentados afuera. Al mismo tiempo, aspirantes y novicios, les daban catecismo a los niños, divididos en grupos, y también alternaban con momentos de juegos y recreo. Después de confesar a todos los adultos que deseaban hacerlo, nos dedicamos a los niños, hasta que ya no hubo nadie más para confesar.
Estuvimos cerca de dos horas y media confesando los tres sacerdotes. Los feligreses rezaron el Vía Crucis, luego el rosario, y se concluyó con la santa misa. Después hubo una comida muy sencilla, de arroz y frijoles, sobre todo pensando en que ya eran más de las tres de la tarde, y la mayoría debía regresar caminando a sus aldeas.
Allí los observaba y me admiraba, de ver a tantos niños, jóvenes y adultos… venidos de tantas aldeas, distantes algunas siete u ocho kilómetros, y la mayoría de a pie recorriendo los diez o quince kilómetros en ese día, y ¿para qué? Para confesarse, poder participar de una misa luego de más de cuatro o cinco meses sin tener la oportunidad, comulgar, rezar el rosario y vía crucis, escuchar alguna sencilla charla, y volverse a sus hogares con el alma llena. ¡Cuánto sacrificio para confesarse! ¡Y cómo desean la confesión y la misa! No vienen obligados, por cierto, sino porque hay verdadera sed de lo sobrenatural.
El día domingo, después de la misa parroquial de Kangeme, me dirigí a la aldea de Ilomelo. No es muy lejos, y se trata de una comunidad muy linda, con gente muy buena y muy participativa en todas las actividades que organizamos. Allí decidimos comenzar con la santa misa, pues estaban esperando, ya habían rezado el rosario y las oraciones de la mañana, y podía ser que las confesiones fueran muchas. Así que celebré la misa y después invité a todos los que deseaban confesarse a que lo hicieran pues me quedaría hasta terminar. Confesé por espacio de una hora y media aproximadamente. Después me esperaban los líderes para comer ahí mismo, frente a la iglesia, debajo de los árboles. Siempre en esos momentos surgen preciosas oportunidades de evangelizar, pues preguntan muchas cosas, y se comparte en un ambiente muy familiar, una sobremesa de domingo.
Uno de los temas era que experimentan que hay quienes se bautizan o reciben los sacramentos, y después de un corto tiempo, dejan de ir a la iglesia. Me contaban el caso de uno que se casó por iglesia, y a los pocos meses, antes de cumplir un año, “trajo otra mujer a la casa” (como dicen aquí), es decir, que comenzó a vivir en poligamia. Yo les decía que no se desanimen, pues no se trata de la mayoría de los casos, y que siempre está el misterio de la libertad humana, que puede elegir aún lo que sabe que no está bien. Pero a la vez quise aprovechar para enseñarles sobre la importancia de que nuestra evangelización penetre en las almas, que haya una profunda conversión. Y para eso les expliqué las palabras de Cristo de “el vino y los odres”. Es decir, que el vino es el evangelio y los odres son nuestros corazones. Muchos desean poner las palabras del evangelio y las enseñanzas de Cristo en unos corazones que siguen siendo paganos, que no han renunciado a sus obras antiguas, a las costumbres sin Cristo, al pecado. Finalmente, “los odres se revientan, el vino se derrama, y los odres se echan a perder” (Mt 9,17). Por eso, ¡a seguir trabajando!, y en particular seguir rezando por la conversión de nuestras almas, y trabajar también para que podamos mejorar nuestro catecismo, nuestra enseñanza, que es el mejor medio de evangelizar. Es muy bueno ver como escuchan con gran atención, y sus rostros llenos de alegría al escuchar las verdades del evangelio aplicadas a ellos.
Después me llevaron para ver a una enferma, para quien había reservado una hostia consagrada. Fuimos en auto hasta cierto punto, y luego seguimos a pie un trecho. Es una ocasión muy buena poder caminar un poco por esos lugares, donde podemos ver mejor cómo son sus casas, verlos trabajando, o descansando. En lugares como estos, la mayoría habla en sukuma, y yo me tengo que limitar a los saludos, y luego a la traducción de los que me acompañaban, algunos catequistas y líderes. Pasábamos por las casas de adobe, en una de ellas un grupo de niños comiendo alrededor de una olla, algunos vestidos con las camisetas del campamento de niños de navidad.
Llegamos a la casa de Lucía, quien aprovechó a confesarse, recibir la unción de los enfermos, y la comunión. Nos agradecía muchísimo haber llegado hasta su casa. Me contaba de todos sus dolores, y aproveché a repetirle lo que les había dicho en el sermón de la misa, y que los mismos que me acompañaban me hicieron recordar: “Nosotros le mostramos el amor a Dios, sufriendo nuestras cruces; así como Él nos mostró su amor por nosotros muriendo en la cruz”. Enseñanzas sencillas, pero que calan en el alma, y que asentían todos.
Gracias por acompañarnos en estas visitas y reflexiones, y les pido que recen, pues en la parroquia de Kangeme ya tenemos más de 1.000 inscriptos para la catequesis de este año 2024. En esta semana completamos con el número de la parroquia de Ushetu. Una gran gracia de Dios, porque aquí está gran parte del trabajo misionero, la catequesis, la predicación de la palabra de Dios, la enseñanza, para que lleguen a recibir la gracia de los sacramentos… “vino nuevo en odres nuevos”.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Comentarios 5
Padre: siempre que leo sus crónicas me emociono hasta las lágrimas! Qué hermosa tarea hace el Señor a través de ustedes! Cuánta entrega y sacrificios y nosotros que nos quejamos a veces por detalles insignificantes de tal o cual celebración. Dios los bendiga siempre y que no desfallezcan! Los tendré muy presente en mis oraciones y en la Eucaristía.
Mis oraciones por su misión. Es realmente impresionante y emotiva para mí. Veo el Amor del Señor permitiendo que la evangelización llegue a esos hmnos. a través de la entrega de ustedes. ¡Gracias! Soy Lucia Rosales, desde Nicaragua.
Gracias por compartir esta bella crónica. Qué gran testimonio de amor por la eucaristía y qué importante compartirlo para que seamos más los que busquemos la confesión, sobre todo en este tiempo de Cuaresma.
Cuente con mis oraciones, un abrazo desde Arequipa, Perú 😊
SEÑOR, que alegría para aquellos que van con gran sacrificio desde lejos a confesarse. Y que tristeza de aquellos que teniendo una iglesia cerca no pasan a saludarte SEÑOR.
Dios le bendiga Padre Cano por ese hermos y grande espíritu de evangelizar a toda esa gente que necesita por medio de ustedes para poder llegar a Dios, desde Quito Ecuador.