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Tercer obstáculo para la devoción al Sagrado Corazón: Una secreta soberbia Podría decirse que el mayor obstáculo para nuestra perfección (y, por consiguiente, para el amor ardiente a Jesucristo) es la soberbia oculta, el espíritu de vanidad contra el que pocos luchan. Si lo venciéramos, se debilitarían todos los demás enemigos.

El adversario se hace fuerte con la soberbia, pues el demonio utiliza nuestras mismas victorias como armas para vencernos, se aprovecha de ellas para ensoberbecernos.

En vano nos atormentamos buscando razones que nos aseguren que no buscamos otra cosa sino la gloria de Dios, pero bastaría con que escucháramos a la conciencia para ver que no buscamos sino nuestra propia gloria. “Esa inquietud desmesurada que nos causa el miedo a no ser aplaudidos; esa tristeza y decaimiento en que caemos después de un mal suceso; esa alegría y engreimiento que nos viene cuando se nos honra y se nos alaba… son pruebas manifiestas del espíritu de vanidad que nos mueve.”

En ocasiones deseamos distinguirnos en la práctica de ciertas virtudes y en el ejercicio de buenas obras; pero toda esa ansia viene más por destacar que por amor de Dios.

Y si recaemos en algunas faltas, nos viene una tristeza que no es efecto de una conciencia delicada, sino solamente de la soberbia secreta que nos hace tenernos por más santos de lo que en efecto somos.

Es evidente que el amor de Jesucristo es incompatible con un vicio que le es tan contrario. Él hizo de la humildad la primera de las bienaventuranzas, el fundamento de la vida espiritual y el primer paso que hay que dar en el camino de la virtud, la escogió con preferencia al resto de virtudes para que fuese su propio distintivo y carácter. Si no estamos verdaderamente animados de este espíritu de sincera humildad, nos será imposible hacer morada en su Corazón. Cuando queremos agradar a la vez a Dios y a los hombres, muchas veces ocurre que ni agradamos a Dios ni tampoco a los hombres.

Del libro de Jean Croiset La devoción al Sagrado Corazón de Jesús

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