[Exordio] Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta fórmula: “Fue el Mesías y luchó contra los Fariseos” —o quizá más brevemente todavía: “Luchó contra los Fariseos”. Ése fue el trabajo que personalmente se asignó Cristo, esa fue su campaña[1].
La vida de Cristo no fue un idilio sino un drama y no hay drama sin antagonista (sin un malo de la película). El antagonista de Cristo, en apariencia vencedor, fue el fariseísmo. Sin el fariseísmo toda la historia de Cristo hubiera cambiado; y también la del mundo entero. Su Iglesia no hubiese sido como es ahora y el universo hubiese seguido otro destino, enteramente inimaginable para nosotros, con Israel cabeza del pueblo de Dios y no deicida y disperso.
Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; pero sin el fariseísmo la Humanidad caída no fuera esta Humanidad, ni la religión religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y después de la caída del Primer Hombre es un gusano ineludible, pues no hay en esta mortal vida, fruta sin su gusano, ni institución sin su corrupción específica.
1. Soberbia religiosa
El fariseísmo es la soberbia religiosa. El retrato moral que hace Cristo de los fariseos en el evangelio de hoy es tremendo! Hacer todas las cosas para ser vistos de los hombres; ensanchar las filacterias y agradar las franjas (Mt 23,3); tienen avidez por los lugares de honor, por los primeros puestos… son de esa gente que se tiene por limpia, sin lavarse de sus inmundicias (Pr 30,12).
Por eso el fariseísmo es la corrupción más sutil y peligrosa de la verdad más grande: la verdad de que los valores religiosos son los primeros. Pero en el momento en que nos los adjudicamos, los perdemos; en el momento en que hacemos nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del diablo. El gesto religioso, cuando se toma conciencia de él, se vuelve mueca.
El destino de Jesús de Nazareth era chocar con el fariseísmo; y una vez producido el choque la lucha hasta la muerte sigue inevitable. Cristo vino a luchar con los falsos pastores, con los lobos vestidos de pastores, los de la chamarra de piel de oveja. La humanidad no ha presenciado otro conflicto más agudo, peligroso y trágico: la religión viva ha de vivir dentro de la religión desecada sin desecarse ni dejar de ser lo que es, como un golpe de savia que debe moverse a través de un tronco vuelto corteza.
Este fue el difícil y delicado trabajo de Cristo. La cátedra de Moisés sigue siendo la cátedra de Moisés. Y como escuchábamos en el Evangelio: hay que hacer lo que dicen los sentados en ella sin hacer lo que hacen; y decir una cantidad de cosas que ellos callan, y que deben decirse, y que los harán saltar como víboras: “dar testimonio de la verdad”. Eso hay que hacerlo; y no omitir lo otro.
2. Vicio espiritual
El fariseísmo es un vicio espiritual, es decir diabólico, pues las corrupciones del espíritu son peores que las corrupciones de la carne. Esta es un compendio de todos los vicios espirituales, avaricia, ambición, vanagloria, orgullo, obcecación, dureza de corazón, crueldad, que ha llegado a vaciar por dentro diabólicamente las tres virtudes teologales, constituyendo así el “pecado contra el Espíritu Santo”. Las desviaciones de la carne son corrupciones; pero las desviaciones del espíritu son perversión.
Y ¿por qué es pecado contra el Espíritu Santo? Porque el fariseo se ve a sí mismo como un hombre santo, justo, hasta casi divino y por lo tanto todas sus acciones él las ve como santas, justas, divinas. Y en un corazón así, no hay lugar para que pueda entrar el Espíritu Santo. Por eso a ellos se le aplican las palabras del salmo que dice: Han cerrado con grasa su corazón; por su boca habla la arrogancia [Sal 16(17),10].
Instintivamente, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que si él no la mata, ella lo matará. Y por eso dice el Evangelio que los fariseos se fueron y deliberaron como le sorprenderían en alguna palabra (Mt 22,15). Todo este drama se desenvuelve en el silencio, en la oscuridad, por medio de tapujos y complicadas combinaciones. Y todos los medios son buenos con tal que sean sigilosos: la calumnia, el soborno, el dolo, la tergiversación, el falso testimonio, la amenaza.
El drama de Cristo fue éste. Así murió el Salvador. Toda su mansedumbre, toda su dulzura, toda su docilidad, sus beneficios, su prudencia, su elocuencia, sus ruegos, sus lágrimas, sus escapadas, sus avisos, sus imprecaciones, sus amenazas proféticas, su talento artístico, su sangre, su muda imploración de Eccehomo habían de estrellarse contra el corazón del fariseo más duro que las piedras.
3. Drama de Cristo y su Iglesia
Es el drama de Cristo y de su Iglesia. Si en el curso de los siglos una masa enorme de dolores y aun de sangre no hubiese sido rendida por otros cristos en la resistencia al fariseo, la Iglesia hoy no subsistiría.
¿Existe el fariseísmo hoy en día en la iglesia? ¡Claro que sí! Pero eso no es excusa para salirse de ella o para no entrar en el seno de la Iglesia Católica.
El Ven. Arzobispo Fulton Sheen decía: “[Jesús] vino para poner a una prostituta por encima de un fariseo, al ladrón penitente por encima del sumo sacerdote, y al hijo pródigo por encima de su hermano ejemplar. Para todos los farsantes y falsarios que dirían que nunca podrían unirse a la Iglesia porque su Iglesia no era lo suficientemente santa, les preguntaría: ‘¿Cuán santa debe ser la Iglesia antes de que usted entre en ella?’. ¡Si la Iglesia fuese tan santa como ellos la quieren, nunca se les hubiese permitido entrar!”[2].
[Peroratio]
Ninguno de nosotros está exento de caer en ese vicio espiritual. Por eso es sumamente importante, seguir el aviso de nuestro Señor al final del Evangelio que escuchamos hoy: El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido (Mt 23,12). La humildad y el temor de Dios son el antídoto contra el fariseísmo.
A la Virgen, la humilde esclava del Señor, le pedimos en esta Santa Misa, esos dones: mucha humildad y temor de Dios para nosotros y para todos los que en la Iglesia tienen el oficio de pastores de almas.
[1] En este sermón citamos libremente al P. Leonardo Castellani, Cristo y los fariseos, prólogo.
[2] Ven. Fulton Sheen, The Life of Christ, cap. 21. [Traducido del inglés]
Comentarios 2
“El fariseismo”.excelente! Gracias! Muy claro para que estemos alerta y rezar para no caer en ello.Cuanto mal hizo,y hace en nuestros dias!Pero “…las puertas del infierno no prevalecerán…’ sobre la Santa Iglesia Catolica. Y esas palabras no pasaran.
Excelente padre, cuanta autoevaluación hay que hacer frente al Espíritu Santo para no caer en este mal. Muchas gracias