refiere la tradición que nuestro divino Maestro cayó tres veces al subir al Calvario. Se nos quiere manifestar con este número misterioso que Jesús expía todos los pecados a los que el hombre es arrastrado por las tres concupiscencias:
concupiscencia de la carne,
concupiscencia de los ojos
y soberbia de la vida.
Nos enseña Jesús en cada una de las caídas cómo debemos levantarnos de las nuestras, volver a tomar nuestra cruz y continuar nuestra dolorosa ascensión a la montaña de la perfección, que no es otra que la del Calvario.
Se imponía la necesidad de esta lección; porque tan natural es al hombre debilitado por el pecado caer a cada paso, como a su orgullo admirarse y desanimarse de sus caídas. ¡La primera le sorprende, la segunda le desconcierta, la tercera le abate y ya no sabe levantarse.
¿Qué hace Jesús? Cae a los ojos de todos, levántese al momento, vuelve a tomar su cruz y continúa su camino. La segunda caída no le desconcierta, se levanta de ella con la misma prontitud; después de la tercera, lejos de dejarse abatir, prosigue con nuevo ardor su marcha hacia la cima del Calvario.
En lugar de contar tristemente nuestras caídas y de lamentarnos sin fin y sin provecho, ejercitemonos en levantamos cada vez con más valentía y prontitud, ya que con tanta frecuencia lo hemos de hacer. Bastaría esta sola ‘práctica para hacer llegar a un alma a la más alta perfección.
El demonio lo sabe ; por eso toda su táctica tiende a hacer que nos levantemos más flojamente para que pronto terminemos por no levantarnos.
Desconfiemos de esta trama: después de cada una de nuestras caídas echemos una mirada sobre Jesús, que penosa, pero generosamente, se levanta con el peso de su cruz y levantémonos a una con Él con humildad y’ ‘confianza.
Jesús, Meditaciones sacadas de las- obras de S. Juan Eudes, t. II.