Aquí en las Islas Salomón, y especialmente en la isla de Wagina, los niños llenan de vida cada rincón. Es común verlos correr entre las chozas, jugar descalzos en la arena o acompañar a sus padres en las tareas diarias. Aquí, cada familia tiene muchos hijos: lo mínimo suelen ser cuatro, y no es raro encontrar hogares con diez o doce pequeños.
Pero lejos de verlo como una carga, las familias lo viven como una gracia. “Los niños son una bendición de Dios”, dicen con orgullo y convicción.
Un pueblo que no comprende la cultura de la muerte
Por eso, cuando alguna vez les mostramos películas sobre el aborto o sobre lo que ocurre en otros países, no logran comprenderlo. Los jóvenes se asombran y preguntan con sinceridad cómo puede alguien querer matar a un niño. Para ellos, la vida es un don sagrado, y cada hijo es recibido como un regalo que viene directamente de Dios.
La maternidad, un honor
Aquí las mujeres se casan jóvenes, y ser madre es considerado un honor. La maternidad y la paternidad son valores profundamente arraigados. Todos reconocen que sólo Dios da la vida y sólo Él puede quitarla. Tal vez por eso son tan pacientes y amorosos con los pequeños.
Los niños juegan, gritan, corren, y los padres los observan con una calma que desarma. Siempre hay un abrazo, una caricia, una sonrisa. En esto, la cultura de Wagina se distingue de la de otras islas vecinas: aquí los lazos familiares son más cálidos y afectuosos.
Cuando la fe guía las decisiones
En los últimos tiempos, han comenzado a promoverse los métodos anticonceptivos en esta región. En algunas zonas ofrecen implantes que actúan durante cinco años. Sin embargo, muchas mujeres —gracias a Dios— se acercan a la enfermera misionera para pedir que se los retire.
Algunas se sienten mal físicamente; otras, simplemente, porque quieren tener más hijos. En esos momentos, la hermana aprovecha para evangelizar, explicar la enseñanza de la Iglesia y recordarles que la vida es un don divino. Cuando comprenden que estas prácticas no agradan a Dios, muchas mujeres piden retirarlos sin dudarlo.
Adoptar, una forma de amar
En Wagina también es muy común la adopción. En esta cultura, si una pareja no puede tener hijos, otra familia —que ya tiene varios— le entrega uno como propio. Todo se hace dentro del entorno familiar, con naturalidad y generosidad. Incluso hay quienes adoptan a un niño si sólo tienen hijas, o a una niña si sólo tienen varones. Es su manera de compartir la vida, de multiplicar el amor.
Un pueblo que reza y celebra la vida
En nuestra misión, esta riqueza de vida se nota cada día. Solo en el programa de catecismo —para primera comunión y confirmación— tenemos unos 150 chicos entre 10 y 15 años. Y en las actividades del oratorio participan al menos 300 niños.
Cada tarde, unos 50 rezan el rosario con nosotros. Y en los meses especiales, como octubre, el mes del Rosario, llegan a ser más de 100 o 150, animados por la fe, la música y alguna pequeña recompensa por su perseverancia.
En una isla de apenas 3.000 habitantes, la mitad son niños. Y esa, quizá, sea la mayor bendición que Dios ha dado a Wagina: un pueblo que ama la vida, que protege a los pequeños y que sigue creyendo que cada nacimiento es un motivo para dar gracias.
Hna. María Alborada, SSVM
Misionera en Islas Salomón