«El tiempo santificado» – Romano Guardini (1885-1968)
El día depende mucho, para su transcurso, de la primera hora. Ésta es su comienzo. Uno puede, también iniciar el día sin un comienzo adecuado, puede deslizarse en él impensadamente. Entonces no es de ningún modo un día verdadero, sino un trozo de tiempo sin forma ni rostro. Pues un día es un camino, el cual requiere dirección; un día es un trabajo, el cual reclama voluntad clara.
Dirección, voluntad y rostro claro mirando hacia Dios –todo esto surge de la mañana verdaderamente vivida.