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Quiero contarles en una breve crónica una celebración que pude hacer en la aldea de Nonwe, hace ya un par de meses, en abril, pero que me había quedado por contarles, sobre todo debido al accidente que tuvimos en la misión, no era el momento oportuno para escribir sobre otra cosa. Sé que ahora muchos de ustedes desean tener noticias de los hermanos Petro y Boniface, así que les contaré de ellos al final de esta crónica.

Una semana antes, aproximadamente, de ir a casa en Argentina, para ver a mi madre y mis hermanos, pude llegar hasta la aldea de Nonwe para unos bautismos y un casamiento. Los novios, muy jóvenes, habían decidido casarse en el pueblo de donde es la familia del novio, algo que es muy común, y por lo tanto decidieron venir hasta aquí, aunque ellos están viviendo en otra ciudad. Hicieron todo el curso prematrimonial en otra parroquia, y me preguntaron si se podían casar aquí. Se hicieron todos los trámites necesarios, salvo que pusieron fecha de casamiento sin preguntarme a ver si los podía casar en ese día, y sobre todo en ése lugar. Confieso que me ofusqué mucho, porque la verdad que la aldea de Nonwe queda bastante lejos, y sobre todo, conociendo el lugar y la época, sabía que podía complicarse bastante, pues estábamos en plena época de lluvias. De todas formas no les quería arruinar sus planes, de manera especial porque habían pedido permiso en sus trabajos, y porque ya estaban preparando todo. Solo le dije al novio que rezaran para que no lloviera y se pudiera cruzar el río sin dificultades.

El día anterior a la boda me llamaron para contarme que estaban ya en Nonwe, y que habían llegado bien. A su vez, el P. Pablo Folz tuvo que hacer un viaje a esa zona con la camioneta para llevar a unos jóvenes que regresaban de un encuentro en la diócesis, y me dijo que en el río había mucha agua, pero que se podía pasar bien. Igualmente vimos que no podía ir con el auto pequeño, porque no podría cruzar, debía asegurarme e ir con la camioneta. Esa noche estuvo lloviendo, pero no mucho.

Al día siguiente, el día del casamiento, me piden que vaya a ver un enfermo, y entonces decido ir a llevarle los sacramentos antes de seguir viaje hacia Nonwe. Esta demora fue providencial, pues cuando llegué al río había mucha agua, y mucha gente por allí cruzando a pie, cargando las cosas sobre los hombros. Una “daladala” (minibús) se había quedado en medio del río, y habían hecho bajar a la gente, que debía caminar con el agua arriba de las rodillas, por un lecho de piedras, con agua correntosa. El vehículo se había ido un poco fuera del camino, arrastrado por la corriente, y gracias a Dios no había caído a una parte más profunda. Me bajo para ver si se puede cruzar o no, y les pregunto a los que van y vienen qué opinan. Me dicen que sí se puede, pero hay que hacerlo con destreza al manejo, que no me vaya fuera del camino, el lecho de piedras colocado especialmente para los vehículos, fuera de esa vía, se hace profundo. Paso con cuidado, y al terminar de cruzar me piden si puedo ayudarles a jalar el vehículo de ellos para sacarlo, pues el motor había chupado agua y se había parado. Hacemos lo propio, con una cinta que siempre tenemos en el vehículo, para ayudar y ser ayudados. No sin exigir un poco el embrague, logramos jalar hacia afuera el vehículo, y agradecieron mucho, aunque ahora debían hacerla arrancar.

Al momento de seguir viaje, algunos de los pasajeros que venían en la “daladala” me piden que los lleve. Les pregunté a dónde iban y me dicen que a Nonwe. Alguno de ellos, que me ve de sotana, me pregunta si soy el padre que va a celebrar el matrimonio, pues ellos son los padres de la novia, y los testigos de casamiento. Dimos gracias a Dios de que nos encontramos allí, y se subieron a nuestra camioneta. Hicimos el viaje hasta Nonwe, que es el lugar donde termina la zona habitada hacia el oeste, porque limita con una reserva nacional y ya no hay más poblaciones. Los visitantes estaban sorprendidos de todo lo que veían, a pesar de ser tanzaneses, nunca habían estado por esta zona, y se admiraban de los sembrados de tabaco, de los grandes cuernos de las vacas, etc.

Al llegar a la iglesia, me piden el favor de poder ir a prepararse, pues, se imaginan que venían de un largo viaje, llenos de polvo, tierra, y barro. Por supuesto que si, como se dice, que si ya estamos en el baile, bailemos. Así que mientras padres y padrinos y demás familiares iban a la casa a prepararse, aproveché a hacer los bautismos que me habían pedido, de varias aldeas, pues debido al tiempo de lluvias no habíamos podido ir desde varios meses atrás, tal vez era la primera vez en el año. Traían niños de algunas aldeas cercanas. Yo ya me comenzaba a sentir bastante mal de salud, sobre todo con un gran cansancio, y me temía que pudiera ser malaria.

Al terminar los bautismos ya estábamos listos para las confesiones de novios y padrinos. Luego de eso ya comenzamos la santa misa. Me comenzaba a sentir muy afiebrado, una gran sed, prediqué un poco nomás, y necesitaba tomar agua, pero si bien me trajeron agua, parecía que la sed no se apagaba. Yo trataba de seguir con todo el ánimo, pues estábamos en un casamiento, y toda la gente estaba muy feliz, así que debía acompañar al menos con la cara. Me parecía increíble que después de repartir la comunión, necesitaba sentarme y descansar un poco, a pesar de que sólo fueron unas cuarenta comuniones. Todo se pudo desarrollar con normalidad, gracias a Dios, terminamos con aplausos, fotos, y regalos… pero les pedía disculpas que no podría quedarme a la fiesta, pues me sentía mal, y sobre todo que debía volver a cruzar el río. Toda la gente comprendió, y luego de llevar a los novios en nuestra camioneta hasta la casa, comencé el regreso.

Al llegar al río, el caudal había aumentado bastante, pero pude cruzar bien. Me alegré, pues era mi deseo poder llegar hasta el dispensario de las hermanas casi sin paradas. Al llegar a la casa de Kangeme, a mitad de camino, tenía unas ganas tremendas de quedarme tirado en la cama, por el cansancio que sentía en todo el cuerpo. Pero algo me decía que si me demoraba, iba a ser más difícil todavía reemprender el viaje. Inmediatamente, sólo recogí algunas cosas, y llegué al dispensario donde me esperaba la hermana Inmaculada para ayudarme. Había llamado al encargado del laboratorio, y me hicieron examen de sangre. A la media hora me envió el resultado, y efectivamente, tenía malaria. Gracias a Dios, ya estaba en casa, y con los medicamentos, tomados a tiempo, se sale rápido de eso. Sólo se necesitan los medicamentos, descansar, y comer lo mejor que se pueda, pues la malaria te quita el apetito. Al día siguiente ya me sentía bien nuevamente.

Los días siguientes fueron de lluvias casi ininterrumpidas, verdaderas tormentas con muchísima agua. Les pregunté al día siguiente a los líderes de Nonwe cómo estaba el río, y me decían que ya era imposible cruzar. Por milagro pudimos ir y volver, y se pudo realizar el casamiento que estuvo planeado. El río se volvió intransitable justo al día siguiente, y por varias semanas. La demora en la visita al enfermo fue providencial, pues llegué después de que la daladala se había quedado en el río, y encontré a los padres de la novia y los padrinos. Y hasta la malaria me tuvo paciencia. ¡Todo según el plan de Dios! Creo que los novios se dieron cuenta porqué me había enojado un poco cuando habían puesto la fecha sin preguntarme, y me agradecieron que a pesar de todo habíamos seguido adelante con el plan, poniéndonos en manos de Dios.

Antes de despedirme les cuento, cambiando de tema, que los hermanos Petro y Boniface van mejorando ambos. El Hermano Boniface está caminando haciendo ejercicios con un andador, le han sacado los puntos de la operación, y las heridas están bien. El Hermano Petro está en Mwanza, a siete horas de aquí, acompañado por el P. Pablo y el Hermano Emanuel. Allá lo han tenido que volver a operar, la tercera vez, para seguir limpiando la herida, y para cortar un poco el hueso, que había quedado sobresaliendo luego de las anteriores limpiezas. Él está muy bien de ánimo, y me dicen que la herida va bien, está cerrando, y hay que tener paciencia. No sabemos si necesitará en el futuro alguna intervención más. Les pedimos oraciones para que la herida cierre por sí sola, y que no necesite de más operaciones. Confío en que nos ayudarán a pedir por ellos.

Mil gracias a todos. Y ¡firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE

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Comentarios 2

  1. carrizodiana63 dice:

    Estimado padre Cano, gracias por su crónica y relatos tan detallados pido a Dios por su recuperación,la de Boniface y Petro , doy gracias por su gran obra junto a todos los que colaboran allí. Desde Argentina y hasta la próxima Dios los bendiga y proteja siempre 🙏🙏🙏

  2. María Graciela dice:

    Rezo siempre por Ud Padre Cano y por todos los misioneros IVE, como muchos.. Gracias por su sacerdocio, y por sus vidas tan esforzadas y fecundas. Sus testimonios nos alientan tanto a todos, en este camino al Padre ..! El Señor nos permite así llegar a Gaza, a Tanzania, etc, para al menos acompañarlos con nuestra humilde pero sentida oración. Fuerza!, Bendiciones.

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