Kangeme, Ushetu, Tanzania, 30 de octubre de 2022
Me alegro de poder ponerme en contacto con ustedes nuevamente, después de algunas semanas, por medio de esta crónica. Para los que están acostumbrados a leer nuestros relatos desde la misión de Tanzania tal vez les ha parecido que hemos dejado pasar varias semanas sin dar noticias de estos lados. Después de la gran fiesta de inauguración de la iglesia de San Pío, hemos tenido la gracia de peregrinar a los mártires de Uganda, y al regresar de ese viaje fuimos a realizar nuestros Ejercicios Espirituales. Por estos motivos estuvimos un poco ausentes, pero no por eso hemos dejado de pensar en los que siguen las noticias de la misión y rezan por nosotros.
No es mi propósito en esta crónica contar los detalles de la vida y el martirio de Carlos Lwanga y compañeros. Lo que haré será contarles el viaje, y hacer una referencia de los lugares que hemos visitado. Dejando para otro escrito el contar sobre la vida y el martirio, o también dejarles a ustedes el poder buscar y leer más sobre la vida de estos mártires, que es realmente impresionante y muy edificante para nuestras vidas. Pero no sólo sobre los mártires, sino también sobre los misioneros, que no murieron mártires, pero que por ser los primeros misioneros en estas tierras, son un ejemplo admirable. De hecho, varios de ellos están en proceso de beatificación. Por tanto en este grupo de misioneros y mártires, tenemos ejemplos para los laicos (pues todos los mártires, 24 en total, eran laicos), los religiosos y los sacerdotes (los dos primeros misioneros fueron un sacerdote religioso y un hermano). También son ejemplos para todas las edades, pues el más pequeño de los mártires tenía 14 años, la mayoría eran muy jóvenes (entre los 20 años), y algunos adultos.
La aventura comenzaría al día siguiente, porque debíamos viajar en transporte público, un bus hasta Kampala. La distancia entre Bukoba y Kampala es aproximadamente 300 km, y en el bus se tarda cerca de 12 horas. No es que el bus viaje lento, sino que entre la parada en la frontera, para realizar los trámites de migraciones, y el control de la carga, se pierde mucho tiempo. Pero además, es increíble la cantidad de veces que el bus se detiene, para una cosa u otra. Nosotros estuvimos listos en el lugar donde saldría el bus, puntualmente a las 5:30 am, pues en el ticket decía que a las 6:00 am partía el bus hacia Kampala. Éste venía en viaje desde Dar es Salaam, un viaje larguísimo, así que es normal que tenga demora. Llegó a las 7:00 am, y nos subimos. Esperamos otra media hora para que se ponga en movimiento, pero ya sentados en nuestros asientos. Mientras tanto seguían colocando paquetes y bultos dentro del bus, en todos los asientos que estaban libres y en el pasillo. Para subir o bajar había que ir saltando, o pisando, sobre ellos. Una vez que estuvimos en movimiento, nos alegramos pensando que ya estábamos viajando hacia Kampala, pero la alegría nos duró poco pues a los quince minutos nos detuvimos cerca de una hora en una estación de servicios, y allí comenzaron a llenar una planilla, pidiéndonos los datos a todos los pasajeros, y los documentos a los extranjeros. Nos causaba gracia que cada una hora de viaje, mas o menos, nos volvían a pedir los pasajes para chequearlos.
Cuando subió el último pasajero que liberaron en migraciones, nos pusimos felizmente en movimiento, pero nuestra felicidad se veía prontamente limitada por la innumerable cantidad de paradas que hacíamos para seguir cargando bolsos y cajas. Parecía que en cada estación de servicio se querían detener. En una de esas, cerca de las cuatro de la tarde, se detuvo cinco minutos para que pudiéramos pasar al baño y comprar algo para comer. La verdad que fue un alivio poder tener agua, y algo para animar el viaje, pues todavía faltaban un par de horas más.
Desde la frontera sólo se recorren 200 km, pero sicológicamente es muy largo. La ciudad de Kampala es muy grande, y a medida que se interna en la ciudad el ingreso se hace cada vez más lento. Cerca de las 18:00 estábamos ya en Kampala. Nos esperaba un primo del padre Johntin, que nos saludó con mucha alegría, y nos ayudó a tomar un taxi que nos dejaría en el alojamiento que habíamos conseguido, una casa para peregrinos, junto al santuario. Llegamos muy tarde, pero con la alegría de ya estar en Namugongo, junto al Santuario de los mártires.
Al día siguiente sería el de la peregrinación a todos los lugares relacionados con los mártires. Por la mañana nos acercamos para poder celebrar la misa y rezar en el lugar del martirio de San Carlos Lwanga, y de la mayoría de los mártires. El lugar es enorme, la iglesia simula una casa del estilo que se hacían allí, como una choza. Pero todo el predio en el que se encuentra el santuario es muy grande. Hay un altar en un sector que tiene un lago, donde se hacen misas multitudinarias. Los días domingos se celebran nueve misas en el predio, tres en el santuario, tres en el lago, y tres en otra iglesia. Para la fiesta de los mártires asisten aproximadamente 3,5 millones de personas. En ese lugar han estado rezando los últimos tres Papas, y también fue visitado por la Madre Teresa de Calcuta.
El resto del día lo utilizamos para visitar los demás lugares relacionados con los mártires y con la evangelización de Uganda: la Catedral de Kampala, la iglesia de Mapeera en Nabulagala, las tumbas de los reyes, y finalmente el santuario de Munyonyo. (Continúa abajo…)
Desde allí nos trasladamos a la iglesia de Nabulagala. La importancia de este lugar es que fue el primer terreno que recibieron los Padres Blancos (religiosos fundados por el Cardenal Lavigerie) para establecer su misión, otorgado por el Rey Muteesa I. Allí se han trasladado en el año 2011 los restos de los primeros misioneros de Uganda, entre ellos los del Padre Simeon Lourdel y el Hermano Amans Delmas. Ellos fueron los primeros misioneros católicos en llegar a Uganda, en el año 1879, y fue el Padre Simeon Lourdel quien celebró la primera misa en Uganda el 25 de junio de ese año. Se lo conoce a este misionero como “Padre Mapeera”, porque era la manera en que pronunciaban los locales el francés “père” (padre). El lugar ahora se encuentra totalmente rodeado de barrios muy populosos. Muy cerca, a un poco más de un kilómetro, se encuentran las tumbas de los reyes. La iglesia actual es de reciente construcción, pero lo más importante es que en el lugar hay un recordatorio del P. Leon Livinhac, considerado también el padre de la iglesia católica en Uganda, pues fue quien realizó en ése lugar los cuatro primeros bautismos en la vigilia pascual del año 1880.
Luego nos dirigimos hacia el lugar de las tumbas de los Reyes de Uganda, entre los que están el Rey Muteesa I (quien recibe a los misioneros), y el Rey Mwanga (quien ordenó la muerte de los mártires). Aquí simplemente vimos el lugar por fuera, porque es un museo declarado patrimonio de la humanidad, las “Tumbas Reales de Kasubi”, y que cobraban una entrada demasiado costosa para lo que se podría ver allí.
Finalmente nos dirigimos a Munyonyo, un sitio importantísimo en la historia del martirio, pues en este lugar se encontraba la corte del Rey Mwanga, y aquí fueron ejecutados los primeros mártires. También aquí fueron condenados a muerte el grupo más grande de mártires. Haciendo una breve historia de lo que sucedió en este lugar, debemos decir que el rey Mwanga había mostrado cierto aprecio por los misioneros cristianos. Pero al llegar al poder su actitud cambió radicalmente. Influenciado por algunas de sus amistades árabes, el nuevo rey empezó a practicar la homosexualidad. No le gustaban las críticas cristianas a sus prácticas. Tampoco le gustaba que el cristianismo significara menos poder del Rey sobre sus súbditos. Por ejemplo, al impedir el tráfico de esclavos como fuente de grandes ingresos. Mwanga I decidió que había de eliminar del mapa de Buganda al cristianismo. Este joven rey que, cuando era pequeño había asistido a la escuela de los Padres Blancos, no aprendió ni a leer ni a escribir porque era “obstinado, indisciplinado e incapaz de concentrarse”. Además, de los comerciantes blancos venidos del norte aprendió lo peor: habituarse a fumar hachís, beber alcohol en grandes cantidades y realizar prácticas homosexuales. Para esto último construye un harén compuesto por pajes, funcionarios, e hijos de los nobles de su corte.
En primer lugar mandó a matar a los primeros mártires, de confesión anglicana, por oponerse a sus deseos inmorales. No satisfecho con eso, manda a matar al obispo anglicano James Hannington. En esta ocasión el joven católico Yoseph Mukasa, quien era el jefe de la corte y amigo personal del rey en su juventud, señala al rey su falta. Por esta recriminación al rey Yoseph murió decapitado y quemado el 15 de noviembre, no sin antes haber perdonado de corazón al rey, por el cual oró para su conversión. Tenía 25 años de edad. Carlos Lwanga sustituyó al primer mártir católico en el liderazgo de la comunidad católica de la corte.
La preocupación más grande de San Carlos Lwanga era proteger a los jóvenes cristianos de los deseos lujuriosos de rey Mwanga. Cuando uno de los pajes se opuso a mantener relaciones sexuales con el soberano, el mismo rey le preguntó cuál era su razón para rechazarle. El siervo le dijo que estaba recibiendo el catecumenado cristiano de manos de Daniel Ssebuggwawo. El rey montó en ira y tras llamar a Daniel a su presencia le atravesó el cuello con una lanza.
Desde este lugar comienza un verdadero Vía Crucis de San Carlos Lwanga y otros 12 mártires católicos, junto con otros tantos anglicanos. Caminaron durante ocho días los 45 km que separan Munyonyo de Namugongo, el lugar donde serían ejecutados. Durante el camino fueron torturados, para que renegaran de su fe. Algunos mártires murieron en el camino, atravesados con lanzas y ahorcados, otros mutilados salvajemente.
Por la tarde regresamos a Namugongo, donde está el santuario de San Carlos Lwanga. Fuera del santuario hay una imagen que recuerda la manera en que fueron martirizados 13 mártires, quemados vivos. El 3 de junio de 1886, sobre la colina de Namugongo, fueron quemados vivos 31 cristianos, (entre ellos algunos anglicanos). Allí estaban los doce católicos a cargo de Carlos Lwanga, quien le habría prometido al joven Kizito “voy a tomarte de la mano, si hemos de morir por Jesús, lo haremos juntos, mano a mano”. Quienes asistieron a la ejecución se impresionaron al oírlos orar hasta el final, sin un gemido.
Poder visitar este lugar fue una gracia inmensa, y la coronación de esta peregrinación. Mientras recorríamos estos lugares, santificados por la sangre de los mártires, pensaba en lo que significaría para los misioneros ver morir en esta persecución a la mayoría de sus catecúmenos, y verse obligados a abandonar la misión por un tiempo que no sabían ellos cuán largo sería, o si sería para siempre. Sin embargo, como sabemos, la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. A pesar de la persecución de 1886, el testimonio de éstos y otros misioneros y mártires, permitió que la Iglesia creciera hasta registrar 1.200 bautismos, y 10 mil catecúmenos en 1890, apenas dos años después de finalizada la persecución.
Podemos decir que aquí terminó nuestra peregrinación, pero al menos les cuento en pocas palabras que el “sacrificio de peregrinar” continuó en el viaje de regreso, donde también pasamos 12 horas para recorrer los 300 km desde Kampala a Bukoba, en Tanzania. De todas formas, en lo que sea que haya que viajar, y lo que haya que pasar, la gracia de estar en esos lugares justifica todo sacrificio.
San Carlos Lwanga y compañeros mártires, rogad por nosotros.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Simplemente gracias padre por sus hermosas crónicas! Y en ésta ocasión darnos a conocer la historia de éstos mártires!!!
Padre Diego muchas gracias por, enseñarme sus recorridos , historia maravillosa de los mártires y su misión con el sacerdote que lo
Acompañaba .
Unidos en oración