[Dia 29] Dichosa muerte de San José


Dichosa muerte de San José

San José es patrón y abogado de la buena muerte. Pueden estar seguros de morir bien aquellos que se encomiendan a él. Es modelo perfecto de los que quieren morir en el Señor.

San José no ejerció el ministerio de la predicación; pero se consumió en el servicio de Jesús y mereció morir entre sus brazos. Pasó largos años en el servicio de Jesús, siendo el complemento de la Sagrada Familia.

Cuando llegó su hora postrera, Jesús mismo quiso anunciar a su padre esta noticia. San José no solamente se sometió, sino que bendijo la voluntad de Dios. Jesús y María estaban a su lado y le asistía.

¡Qué hermoso sería poder conocer lo que dijeron en esos momentos! ¡Cuántas virtudes se hallaron reunidas! ¡Jesús! ¡María! ¡el santo Patriarca! ¡Ah! ¡todas las expresiones edificantes que han pronunciado los santos moribundos, brotaron primero sin duda de los labios de San José!

¡Grande era, sin embargo, la tristeza de Jesús y de María en tal trance! y ¿cómo no había de ser así?… ¡Amaban a San José con tanta ternura! Jesús lloró sobre la tumba de Lázaro, ¿y ellos no habían de llorar sobre la de San José?…

La muerte representa siempre un sacrificio; y también la muerte de los santos, aunque preciosa en el concepto del Señor es dolorosa sobre la tierra. Al disponer Jesus para la muerte a su padre adoptivo le consolaba e inspirábale confianza, pues nadie hay que no tema a la muerte, aún los santos en su profunda humildad. Y Maria, ¿con qué palabras tan suaves le consolaría?… ¡Ah! oremos siempre para ser asistidos como San José en nuestra muerte, por Jesús y por María.

San José consiente en su muerte, la acepta; y esta aceptación corona su vida oculta y sus sublimes virtudes. El Hijo a quien había cuidado con tanto amor, se convierte súbitamente en su juez. ¡Oh! ¡cuán indulgente debió mostrarse Jesús para con su padre adoptivo!

Ven, oh siervo bueno y fiel. Ve a anunciarme en el limbo, refiere allí cuanto has visto. Pronto iré a libertarte. ¡Oh! ¡Qué fallo de amor!

Cuando sonó la hora de la redención, ¿qué fruto tan escogido debió aplicarle Jesús? ¡Cuán alto cerca del de su Hijo se eleva el trono de San José! Suplicadle que sea vuestro intercesor. El santo a quien invocamos especialmente durante nuestra vida, será sin duda alguna nuestro particular protector en la hora de la muerte. ¿Quién podrá serlo mejor que San José?…

Aspiración. Alcánzanos, ¡oh San José! la gracia de morir como tú, unido con Jesús Eucaristía por medio del Sagrado Viático.

Treintena

Oración y Letanías

¡Ave María y adelante!


Lecciones