MEDITACIONES PARA RECTIFICAR LA IDEA QUE TENEMOS DE NOSOTROS MISMOS
Enlaces a las anteriores publicaciones:
- Quién soy, qué soy.
- Lo que soy: hecho a imagen de Dios
- En quién y en qué me he convertido. “He pecado”.
- Mi realidad personal pecadora
- Soy un ser caído…
- …Pero no soy un ser abandonado
- Los dones que he recibido: el fondo luminoso del alma
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Los dones que he recibido: el fondo luminoso del alma
- Nunca debemos dejar de mirar las dos verdades de nuestro ser: nuestra grandeza y nuestra miseria. Decía Pascal: “es peligroso hacerle ver al hombre su miseria sin mostrarle su grandeza, y es igualmente peligroso hacerle ver su grandeza sin mostrarle su grandeza; y más peligroso todavía dejarlo en la ignorancia de una y otra”. De ahí la importancia de conocernos.
- En lo más profundo del corazón no hay tinieblas sino luz: “Explorad los más escondidos recovecos de los oscuros laberintos que rodean las luminosas profundidades de vuestro corazón” (Macario de Optina). Para Freud y muchos de sus seguidores, el fondo de la persona es un caos de instintos negativos que llevan el signo de la inversión, la destrucción y la muerte; para la fe cristiana, aún debajo de las deformaciones que el pecado impone al alma, queda siempre esa brasa de luz que es la imagen de Dios que ni el pecado borra. Los “oscuros laberintos” no son el fondo del corazón sino que rodean la luminosidad que nada puede apagar.
- Por eso, aunque haya que bajar y penetrar por las capas y capas de distorsión afectiva (como ocurre en los enfermos del corazón y en los pecadores más empedernidos) siempre guardamos la esperanza de poder llegar a una tierra firme y sana, capaz de Dios (al menos en potencia) y liberar (por la gracia) esas energías dormidas para ser santos.
- Aún el pecado que oscurece el corazón no llega a borrar esta imagen profunda de Dios que está en cada hombre y que escada hombre: “Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura que siempre está dentro de ella, y cosa no puede quitar su hermosura. Mas si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño muy negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no hará su claridad operación en el cristal” (Santa Teresa, Moradas Primeras).
- “Lo más íntimo del alma es lo más espiritual en ella” (Santa Edith Stein).
- No debemos ser ciegos ante esta verdadera grandeza del hombre, de todo hombre, de mí mismo.
Responde:
¿Cuál es mi idea de mí mismo? ¿Es oscura y caótica? ¿Reconozco el fondo de grandeza que ni el pecado puede borrar? ¿Soy consciente de la grandeza que se encierra en todo ser humano?
P. Miguel A. Fuentes, IVE