La idea que tenemos de nosotros mismos (9 de 10) – P. Miguel A Fuentes, IVE

📖 Ediciones Voz Católica

Más leído esta semana

MEDITACIONES PARA RECTIFICAR LA IDEA QUE TENEMOS DE NOSOTROS MISMOS

Enlaces a las anteriores publicaciones:

  1. Quién soy, qué soy.
  2. Lo que soy: hecho a imagen de Dios
  3. En quién y en qué me he convertido. “He pecado”.
  4. Mi realidad personal pecadora
  5. Soy un ser caído…
  6. …Pero no soy un ser abandonado
  7. Los dones que he recibido: el fondo luminoso del alma
  8. No soy un extraño para Dios
  9. Lo que “no” soy
  1. Lo que “no” soy

  • Es preciso reconocer humildemente y en forma realista que somos pobres criaturas, con ideas confusas, tentadas por el mal, frágiles y débiles, con necesidad continua de fuerza interior y de consuelo. Yo soy un hombre pobre y ruin (1Sam 18,23).
  • No somos infinitos, no somos capaces de darnos la felicidad a nosotros mismos. Por nuestra propia fuerza nada podemos. El hombre que busca la felicidad en sí mismo (y no en Dios) es como aquel que persigue su propia sombra; es como el que busca calmar su sed con arena.
  • No somos nuestro propio fin. Si nos buscamos a nosotros mismos, buscamos el vacío. Si nos hacemos el centro de nuestra existencia y atención, nos extraviamos.
  • Somos seres heridos en la inteligencia por la debilidad y la ignorancia; heridos en la voluntad por la soberbia, la apatía, la fragilidad y la desesperanza; en nuestra afectividad por la flojera, el desaliento, la concupiscencia, la codicia, y el capricho.
  • No podemos encontrar un sentido para nuestra vida fuera de Dios. Cuando alguien quiere construir sin Dios, queda sin fundamento. Tarde o temprano lo alcanza la angustia, la desazón, la tristeza, el miedo y la incertidumbre del más allá, y el descontento de esta propia vida terrena. Francis Thompson: “Todo te deja, porque me dejaste”; “Nada te hospedará sí no me hospedas”; “Nada podrá llegar a contentarte mientras no me contentes”; “Todo te huye, porque tú me huyes”.
  • Soy pobre, y además tan ciego que no veo mi misma pobreza: Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de  compasión, pobre, ciego y desnudo (Ap 3,17).
  • Ante Dios, tengo las manos vacías, y esto me aleja del mandato de Dios: No te presentes ante el Señor con las manos vacías (Ecclo 35,4).

Responde:

¿Soy humilde? ¿Entiendo mis límites? ¿Reconozco que no puedo hacer todo por mí mismo? ¿Soy capaz de descubrir esas heridas del pecado en mí mismo? ¿Pongo el fin de mis actos en mí mismo?

 

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Seguir Leyendo

Comentarios 3

  1. Tatiana Camacho S. dice:

    Padre Miguel, he recibo este tema muy lindo, lo estoy recién iniciando, muchas gracias es un tema muy bello e interesante pues no hacemos bien nuestras reflexiones de nosotros mismo, vemos los defectos de otros, pero no los nuestro. Le estaré consultando mis dudas, por favor las puedo hacer en un correo directo con Ud.?

  2. Lesbia l gomez dice:

    Muy enriquecedor para nuestro crecimiento espiritual y humano gracias por esas enseñanzas
    Bendiciones

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.