Meditación escrita en un viaje en barco
San Alberto Hurtado
Un regalo de mi Padre Dios ha sido un viaje de 30 días en barco de Nueva York a Valparaíso, y mayor regalo porque en buque chileno. Por generosidad del bondadoso Capitán tenía una mesa en el puente de mando, al lado del timonel, donde me iba a trabajar tranquilo con luz, aire, vista hermosa… La única distracción eran las voces de orden con relación al rumbo del viaje. Y allí aprendí que el timonel, como me decía el Capitán, lleva nuestras vidas en sus manos porque lleva el rumbo del buque. El rumbo en la navegación es lo más importante. Un piloto lo constata permanentemente, lo sigue paso a paso por sobre la carta, lo controla tomando el ángulo de sol y horizonte, se inquieta en los días nublados porque no ha podido verificarlo, se escribe en una pizarra frente al timonel, se le dan órdenes que, para cerciorarse que las ha entendido, debe repetirlas cada una. “A babor, a estribor, un poquito a babor, así como va…”. Son voces de orden que aprendí y no olvidaré.
Algunas veces al día el piloto sube al púlpito de la cabina del timonel a verificar el rumbo por otro procedimiento. Tiene también allí otro instrumento de verificación: la rosa en el compás magistral que verifica el rumbo de la nave en compás de gobierno. Cuando un timonel entrega el timón al que lo reemplaza tiene obligación de indicarle el rumbo, además de tenerlo escrito en la pizarra: “178, 178″ llevamos, a la altura de Antofagasta…”. La corredera: otro instrumento preciso para medir lo recorrido y poder así controlar la exactitud de la posición del buque, frente al rumbo recorrido.
Cada vez que subía al puente y veía el trabajo del timonel no podía menos de hacer una meditación fundamental, la más fundamental de todas, la que marca el rumbo de la vida.
En Nueva York multitud de buques, de toda especie. ¿Qué es lo que los diferencia más fundamentalmente? El rumbo que van a tomar. El mismo Illapel en Valparaíso tenía rumbo Nueva York o Río de Janeiro; en Nueva York tenía rumbo Liverpool o Valparaíso.
Apreciar la necesidad de tomar en serio el rumbo. En un barco al Piloto que se descuida se le despide sin remisión, porque juega con algo demasiado sagrado. Y en la vida ¿cuidamos de nuestro rumbo?
Hay quienes tienen rumbo a Moscú, para otros su rumbo es Berlín; para otros rumbo al Banco, rumbo al prostíbulo; para los santos el rumbo es Cristo, y por Cristo al Padre Dios. ¿Cuál es tu rumbo? ¡Problema macizo! Cada año, más aún, cada día deberíamos verificarlo. Los Jesuitas tenemos obligación de señalarlo cada mañana, y de dos rectificaciones cada día….
Si fuera necesario detenerse aún más en esta idea, yo ruego a cada ejercitante que le dé la máxima importancia, porque acertar en esto es sencillamente acertar; fallar en esto es simplemente fallar.
Barco magnífico: Queen Elizabeth, 70.000 toneladas (un Illapel cargado son 8.000 toneladas). Si me tiento por su hermosura y me subo en él sin cuidarme de su rumbo, corro el pequeño riesgo que en lugar de llegar a Valparaíso, ¡¡llegue a Manila!! Y en lugar de estar con ustedes vea caras filipinas.
Cuántos van sin rumbo y pierden sus vidas… las gastan miserablemente, las “gaspillent”, las dilapidan sin sentido alguno, sin bien para nadie, sin alegría para ellos y al cabo de algún tiempo sienten la tragedia de vivir sin sentido. Algunos toman rumbo a tiempo, otros naufragan en alta mar, o mueren por falta de víveres, extraviados, ¡o van a estrellarse en una costa solitaria!
El trágico problema de la falta de rumbo, tal vez el más trágico problema de la vida. El que pierde más vidas, el responsable de mayores fracasos. La tragedia del barco en la costa del Brasil.
Luego la otra tragedia, tal vez la nuestra, es no tomar en serio el rumbo. La geografía me da el punto y la línea de viaje; la experiencia marina me señala los escollos; lo sé y sin embargo lanzo el buque por caminos que no son los señalados; ¡veo los escollos y obro como si no existieran! Yo pienso que si los escollos morales fueran físicos, y la conducta de nosotros fuera un buque de fierro, por más sólido que haya sido construido, no quedaría sino restos de naufragios.
Si la fe nos da el rumbo y la experiencia nos muestra los escollos, tomémoslos en serio. Mantener el timón. Clavar el timón, y como a cada momento, las olas y las corrientes desvían, rectificar, rectificar a cada instante, de día y de noche… ¡No las costas atractivas, sino el rumbo señalado! Pedir a Dios la gracia grande: ser hombres de rumbo.
1º punto. Mi rumbo. Puerto de partida. Es el primer elemento básico para fijarlo. Y aquí clavar mi alma en el hecho básico: Dios y yo. El primer hecho macizo de toda filosofía, de todo sistema de vida. En el fondo este es el pensamiento que califica todos los sistemas que dividen el mundo: Materialismo ateo, totalitarismo, comunismo, materialismo craso, socialismo auténtico, behaviorismo en psicología.
Posición tomada: No hay Dios; punto de partida: Vengo de la materia.
Agnosticismo: No sé de dónde vengo.
Filosofía religiosa: Vengo de Dios.
Filosofía religiosa al 50%: Vengo de Dios, sí… pero…
Filosofía del santo: Vengo de Dios, sí, de Él. Todo de Él. Nada más cierto, y sobre este hecho voy a edificar mi vida, sobre este primer dato voy a fijar mi rumbo.
No somos materialistas, ni agnósticos, pero nuestro problema está en la mezcla de agnosticismo en la teoría, de imprecisión en la práctica.
Y aquí como siempre: ¿Este hecho es así? ¿Es un hecho? Porque la religión se funda sobre hechos, no sobre teorías. El hecho de mi ser que postula un ser necesario, el hecho de mi espíritu que postula un espíritu.
Ateos no los hay… La idea de Dios, no sólo no la niega nadie, sino que la acepta positivamente la inmensa mayoría. Encuesta en l’École de Sciences… Se defienden de no negarlo, luchan por Él. En EE.UU., a pesar de tanta gente sin confesión religiosa a Dios no lo niega nadie. Pero aquí está la diferencia: nadie lo niega pero unos prescinden de Él y otros toman en serio el hecho hallado.
Yo descubro que Dios es… y es Causa Primera de todo cuanto existe y ha sido hecho sin Él: ex nihilo sui et subjecto… definición del Vaticano. Autor de todo: visible e invisible, no existiría un pensamiento sin Él. Luego, es dueño de todo cuanto existe. Nuestro Señor.
Nuestro Padre. Su hijo. Apuntes.
Tomar en serio estas verdades: Que sirvan para fundar mi vida, para darme rumbo. Uno es cristiano tanto cuanto saca las consecuencias de las verdades que acepta. De aquí también esa actitud, no de orgullo, pero sí de valentía, de serenidad y de confianza, que nos da nuestra fe: No nos fundamos en una cavilación sino en una maciza verdad.
2º punto. El puerto de término. Es el otro punto que fija el rumbo. ¿Valparaíso o Liverpool? De Nueva York salía junto a nosotros Liberty, portaaviones… ¿A dónde se dirigen? Desde la Universidad de Chile o desde la fábrica ¿a dónde? El término de mi vida es Él! (apuntes ).
Dios: Señor… Mi Padre: Soy su hijo. Soy para Él.
Bondad (Apuntes).
Belleza.
Amor… Amor de Padre que todo me lo da. El mismo pensamiento de Grandmaison: Todo es vuestro.
3º punto. El camino: Tengo los dos puntos, los dos puertos. ¿Por dónde he de enderezar mi barco? Al puerto de término, por un camino que es la voluntad de Dios.
La realización en concreto de lo que Dios quiere. He aquí la gran sabiduría. Todo el trabajo de la vida sabia consiste en esto: En conocer la voluntad de mi Señor y Padre. Trabajar en conocerla, trabajo serio, obra de toda la vida, de cada día, de cada mañana, qué quieres Señor de mí, de los Ejercicios muy en especial. Trabajar en realizarla, en servirle en cada momento. Esta es mi gran misión, mayor que hacer milagros.
Sobre cada uno una voluntad especial que uno ha de tratar de descubrir, pero sobre todo una voluntad general:
a) La santificación. Dios nos quiere santos. Ésta es la voluntad de Dios: no mediocres, sino santos. Esta es la flor que le interesa recoger en el mundo: Aspirar ese perfume de la creación. No le interesa el mundo por el mundo. El mundo por el hombre y el hombre para que lo conozca, ame, sirva.
El hombre constituido rey no por su cuerpo, pequeño e indefenso, el más indefenso de los animales… cuando el hombre comienza a poder servirse de él, ¡han muerto ya muchos!. Es rey por su espíritu. Inteligencia: la facultad de conocerlo a Él… la tendencia de la inteligencia a Dios (argumento de Maréchal )… al ser ilimitado. La inteligencia puede ser definida como la facultad de tender a Dios. En Él se completa y se perfecciona. ¡Alabarlo!, ¡de aquí alabanzas, doxologías! Amarlo. Como un hijo al Padre. Servirlo. ¡A sus órdenes! Adoración: de rodillas. Servirlo. Colaborar con Él. Porque he aquí una de las grandezas del hombre: puede hacer algo por su Dios. Le da la grandeza de ayudarlo. Lo toma en serio. Dios, el padre que asocia a su hijo a su trabajo; más aún, confía su trabajo a su hijo: depende de su hijo, se entrega a su hijo. Su obra, la más grande de sus obras, la que vino a realizar el Hijo de Dios, entregada a sus hijos de aquí… para que la completen. Dios creó hombres y de nosotros depende la salud, la prosperidad, el bienestar, la instrucción, la vida y la muerte de esas creaturas. Jesucristo, Hijo de Dios, vino a revelarnos una doctrina y de nosotros depende que esa doctrina sea conocida y en gran parte que sea aceptada, si sabemos ser testigos incorruptos de ella. Jesucristo vino a redimirnos y de nosotros depende que la redención se aplique a cada alma. Él dejó los sacramentos; de nosotros depende que se administren… Fundó una Iglesia y nos dejó el plan y los materiales de construcción: hasta calculada la resistencia de los materiales. El Arquitecto para dirigir las obras lo envió del cielo: el Espíritu Santo; pero de nosotros depende que la Iglesia se construya. Si nos declaramos en huelga, habrá países en que no se construirá, habrá épocas que no alcanzarán a gozar de ella. Somos colaboradores reales de Dios y su obra está entregada en nuestras manos.
¿Cuál es el Camino de mi vida? La voluntad de Dios: santificarme, colaborar con Dios, realizar su obra. ¿Habrá algo más grande, más digno, más hermoso, más capaz de entusiasmar?
¡¡Llegar al Puerto!!
Y para llegar al puerto no hay más que este camino que conduzca… ¡¡Los otros a otros puertos, que no son el mío!! Y aquí está todo el problema de la vida. Llegar al puerto que es el fin de mi existencia. El que acierta, acierta; y el que aquí no llega es un gran errado, sea un Rostchild, un Hitler, un Napoleón, un afortunado en amor, si aquí no acierta, su vida nada vale; si aquí acierta: feliz por siempre jamás. ¡¡Amén!!
Conclusión: ¿Qué es la vida? La breve vida de hoy, una sombra; flor de heno, que hoy es y mañana no (cf. Is 40,7-8); amapola de verano… Breve viaje del que ya hemos recorrido una buena parte.
¿De dónde? ¡Lo sé! ¿Lo sé? ¿Me doy cuenta?
¿Hacia dónde? ¡Qué grande!
¿Camino? Enfrentar el rumbo: El gran rumbo.
El pequeño rumbo de mi barco… Enfrente rumbo. El timón firme en mi mano y cuando arrecien los vientos: Rumbo a Dios; y cuando me llamen de la costa; rumbo a Dios; y cuando me canse, ¡¡rumbo a Dios!!
¿Solo? No. ¡Con todos los tripulantes que Cristo ha querido encargarme de conducir, alimentar y alegrar! ¡Qué grande es mi vida! Qué plena de sentido. Con muchos rumbos al cielo. Darles a los hombres lo más precioso que hay: Dios; y dar a Dios lo que más ama, aquello por lo cual dio su Hijo: los hombres.
Señor, ayúdame a sostener el timón siempre al cielo, y si me voy a soltar, clávame en mi rumbo, por tu Madre Santísima, Estrella de los mares, Dulce Virgen María.