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📖 Ediciones Voz Católica

Érase una vez un hombre que tenía varios caballos, pero para su trabajo utilizaba sólo uno, el “Negro”, por una sencilla razón: era el mejor. Era el mejor para tirar, el mejor para arar, etc. En un momento pensó en utilizar uno de los otros caballos para realizar el trabajo, pero descartó enseguida esa idea porque se dijo: “ellos no saben trabajar, no son tan buenos como el Negro”.

Al principio Negro se enorgullecía de ser siempre el elegido, pero poco a poco se fue cansando de ser el único que trabajaba, mientras los demás caballos descansaban tranquilos y comían alfalfa todo el día. Un día Negro decidió protestar. Fue a ver a su amo y le preguntó: “¿Por qué siempre me haces trabajar a mí y los demás no hacen nada?” “Porque tú”, dijo el amo, “eres el mejor”. “No es justo”, protestó Negro, “si yo soy el mejor, deberías tratarme mejor que a los demás caballos, debería tener una vida más fácil que ellos y no más difícil haciéndome hacer todo el trabajo”. El amo no sabía qué decir. Sabía que si hacía el trabajo con los demás caballos le llevaría el doble de tiempo, porque ellos no tenían la fuerza y ​​la destreza de Negro. Sólo atinó a decirle que gracias al trabajo él estaba cada día más fuerte y más hermoso, que los demás caballos gordos y perezosos tenían envidia de él y de su cuerpo.

En la vida espiritual sucede algo similar. Cuando el alma hace las cosas bien, Dios le carga de más trabajo. Esta es una de las enseñanzas que encontramos en las parábolas de las monedas de oro y de los talentos. Cuando a los siervos se les presenta el dinero que habían ganado, el amo no les dice “Muy bien, ahora puedes descansar porque has trabajado bien” sino que les añade más trabajo. El noble le dice al que le había dado diez monedas de oro y había ganado otras diez monedas de oro: ¡  Bien hecho, buen siervo! En lo poco has sido fiel; hazte cargo de diez ciudades (Lc 19,17); en la parábola de los talentos el amo le dice a su siervo fiel: Ya que en lo poco has sido fiel, te daré responsabilidades grandes (Mt 25,21).

El pago en la vida espiritual es así, más que una recompensa, además de descanso, comodidades y comodidades, es una nueva petición con más exigencias. Sin embargo, a diferencia del amo de Black que lo hizo para facilitarse la vida, Dios lo hace así para nuestro bien. En la vida espiritual, Dios recompensa a los que ama poniéndoles más cargas para su bien, porque los ama y quiere purificarlos para santificarlos.

Esa es la lógica del Evangelio, que es contraria a la lógica del mundo. La recompensa del mundo es hacer las cosas más fáciles y aligerar las cargas de quienes han hecho las cosas bien. La recompensa de Dios es darnos más responsabilidades para que sigamos creciendo en la vida espiritual.

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