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📖 Ediciones Voz Católica

Una vez leí: “Si Jesús hubiera enviado a sus doce discípulos para que les hicieran pruebas psicológicas, esta podría haber sido la respuesta que hubiera recibido: Gracias por enviar los currículos de los doce hombres que ha elegido para puestos directivos en su nueva organización. Todos ellos han realizado nuestra batería de pruebas. Hemos pasado los resultados por nuestra propia computadora. Después de haber organizado entrevistas de personalidad para cada uno de ellos con nuestro psicólogo y consultor de aptitud vocacional, nuestro personal opina que la mayoría de sus candidatos carecen de antecedentes, educación y aptitud vocacional para la empresa. No tienen un concepto de equipo. Simón Pedro es emocionalmente inestable y propenso a ataques de mal genio. Andrés no tiene cualidades para el liderazgo. Los dos hermanos Santiago y Juan anteponen el interés personal a la lealtad a la empresa. Tomás muestra una actitud escéptica que tendería a socavar la moral. Mateo ha sido incluido en la lista negra del Better Business Bureau de Jerusalén. Santiago, el hijo de Alfeo, y Tadeo, definitivamente tiene inclinaciones radicales y registró una puntuación alta en la escala maníaco-depresiva. Sin embargo, uno de los candidatos muestra un potencial real. “Es un hombre capaz y lleno de recursos, se relaciona bien con la gente y tiene contactos en puestos importantes. Es muy motivado, ambicioso y responsable. Recomendamos a Judas Iscariote como su controlador y mano derecha” (Anónimo).

¿Por qué escogió Jesús a estos 12 apóstoles? ¿Por qué no escogió Jesús a las personas más inteligentes o prominentes para que fueran sus apóstoles? La respuesta está en la palabra “apóstoles”. ¿Qué es un apóstol? La palabra apóstol viene del griego “apóstolos”, que significa “enviado en nombre de”. Este “en nombre de” tiene connotaciones específicas.

Una madre puede decir a su hijo: “ve y cómprame esto”, pero el hijo no es el apóstol de su mamá porque no fue “enviado en nombre de”, sino que está haciendo algo “por su mamá”. El apóstol no está haciendo algo “por Jesús”, sino que está haciendo algo “en el nombre de Jesús”.

Por eso, para ser apóstol no hace falta tener ideas brillantes, no hace falta ser superinteligente, hábil, listo o tener alguna otra cualidad en particular. Lo que hace falta es ser fieles a la doctrina de Jesús. Cristo eligió administrar su salvación mediante la cooperación de apóstoles, de hombres y mujeres que se pusieran manos a la obra y lo ayudaran a llevar la Buena Noticia por todo el mundo.

Dios decidió involucrar en este proyecto de salvación a los mismos pecadores que Él vino a salvar. En realidad, fue una decisión brillante, porque al pedirnos que fuéramos apóstoles, nos dio la oportunidad de involucrarnos realmente en la economía de la salvación y no perder de vista el objetivo de la misma predicando algo que, sea bueno o no, no es la salvación que Él trajo.

Además, si somos verdaderos apóstoles, si ayudamos activamente a Jesús a construir su Reino mediante la construcción de su Iglesia en la tierra, entonces nuestra vida adquiere un peso eterno de gloria. Realmente podemos almacenar nuestros tesoros en el cielo.

Jesús, al fundar su Iglesia sobre el fundamento de los Apóstoles, al hacerla Apostólica, quiso darnos la posibilidad de predicar el Evangelio. Nos pide a cada uno de nosotros que contemplemos el mundo herido que nos rodea. Nos pide a cada uno de nosotros que sintamos la misma compasión que Él sintió al ver a las multitudes. Nos pide a cada uno de nosotros que respondamos generosamente a su llamada a ser apóstoles. Nos pide a cada uno de nosotros que colaboremos con Él para llevar vida, Su vida, a todos.

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