La Iglesia nos propone hoy la consideración de la entrada del Señor en Jerusalén, que fue la más suntuosa que jamás tuvo ningún rey, ni emperador. Y fue tan admirable, porque una gran cantidad de gente, incluidos los niños cual tordicos, alondras o pardillos, cantaba las palabras de nuestro tema: Bendito el que viene en el nombre del Señor, según aquello que afirma David: De la boca de los niños y de los que están aún pendientes del pecho de sus madres, hiciste salir una perfecta alabanza (Sal 8,3). Y lo mismo debemos hacer nosotros, bendiciéndole por su venida.
Hallan una calle en Jerusalén erigida por Pilato por la que habría pasado Jesús de camino al Templo Investigadores de la Autoridad de Antigüedades de