El don de entendimiento es llamado también de intelecto: intus legere, leer dentro, conocer por dentro, penetrar.
El don de ciencia “ilumina cosas”, el de intelecto podemos decir que “penetra misterios”, nos da “visión nocturna”, por así decir. Allí donde no se ve nada, el intelecto nos hace ver.
Este don nos da un conocimiento profundo, desde Dios y hacia Dios,
de las verdades de fe, de los misterios revelados.
El don de sabiduría, como veremos, nos da una experiencia de Dios y de las cosas de Dios en maneras inexpresables (más por vía de gusto, en cierto modo); el de entendimiento nos da el penetrar los misterios (sin comprenderlos, sin abarcarlos totalmente, sin entenderlos, es decir, sin discurso), pero viendo cada vez más. Por ejemplo Santa Teresa dice tantas veces “vi cómo…” (“un solo pecado mortal merece el infierno…”; “todo el que peca, peca en Dios…”; Vida 18,5).
Eso implica como primer efecto en el alma la certeza sobre el misterio mismo: el alma bajo este don no puede dudar de la Trinidad y de la distinción de Personas, de la Encarnación, de la inhabitación trinitaria, de los misterios de la Vida de Cristo, etc.
Como nos sucede a veces también a nosotros, que tenemos esa certeza absoluta al escuchar “Esto es mi Cuerpo…”, o “yo te absuelvo”. Hay un conocimiento intuitivo y directo del misterio que se realiza, que no es visión, que no es por vía de imaginación, que no es lo mismo que la consolación. También pertenece a este don el reconocimiento de la acción del Espíritu Santo en nosotros, el “discernimiento” infuso de los espíritus.
Como notas características que acompañan y manifiestan la acción de este don, podemos señalar:
– Esa misma certeza y coherencia de los misterios de la fe que ya señalamos, y que viene de un conocimiento “intuitivo”. Es algo que se ve permanentemente en la vida y en los escritos de los santos. Por este don tantos de ellos obtuvieron su “Doctorado de la Iglesia” (Las dos Teresas, por ejemplo). Es una certeza no fundada en las razones, sino en la experiencia interior que Dios les comunica. No entiende quizás el misterio como para explicar por qué es así, pero entiende perfectamente que es así y que debe ser así, por no necesita más razones. Y es una certeza tal como para dar la vida por ella.
– Este don atrae hacia la oración, y lleva al espíritu de recogimiento y oración, porque deseamos conocer a Quien amamos, y como éste es un conocimiento por unión, análogo al conocimiento que tenemos de la persona que amamos (un amigo), que no es discursivo, sino intuitivo, busca esa unión.
– Conduce a la devoción por los misterios divinos (como también el don de piedad, aunque por caminos de alguna manera distintos), y por los misterios de la vida de Cristo. Porque los penetra. Por ejemplo, con respecto a la pasión de Cristo. Por este don se sabe que Cristo podría habernos salvado de otro modo, pero a el modo elegido por Dios lo encuentra tan potente, tan impresionante, tan apto para atraer nuestras almas… que no imagina otro mejor.
El efecto más elevado bajo la acción de este don es la pureza de corazón.
La bienaventuranza promete que “verán a Dios”, es decir, comienzan a verlo ya por el don de intelecto. Ante las maravillas de Dios y sus misterios, ante la belleza de Cristo y su obra, toda otra mirada pierde atractivo.
Desde los primeros biógrafos de Santo Tomás de Aquino, se ha relacionado la profundidad del don de entendimiento de que gozó con la pureza de su corazón. Es una luz que ilumina y quema también, por lo que tendrá su parte en las purificaciones y “noches”, particularmente las del espíritu.
La Virgen nos conceda vivir inmersos en los misterios de Dios, para gozar de Él eternamente.
P. Miguel Soler, IVE
Letanías al Espíritu Santo
Señor ten piedad – Señor ten piedad
Cristo ten piedad – Cristo ten piedad
Señor ten piedad – Señor ten piedad
Cristo óyenos – Cristo óyenos
Cristo escúchanos – Cristo escúchanos
Dios Padre Celestial – Ten piedad de nosotros
Dios Hijo Redentor del mundo –Ten piedad de nosotros
Dios Espíritu Santo –Ten piedad de nosotros
Santa Trinidad, un solo Dios – Ten piedad de nosotros
Espíritu del Señor, que aleteando sobre las aguas al comienzo de la creación la fecundaste – Ten piedad de nosotros
Espíritu por cuya inspiración han hablado los santos hombres de Dios –Ten piedad de nosotros
Espíritu cuya unción nos enseña todo – Ten piedad de nosotros
Espíritu testigo de Cristo –Ten piedad de nosotros
Espíritu de verdad que nos sugiere toda cosa –Ten piedad de nosotros
Espíritu que te posas sobre María –Ten piedad de nosotros
Espíritu del Señor que llenas la tierra –Ten piedad de nosotros
Espíritu de Dios que habitas en nosotros –Ten piedad de nosotros
Espíritu de sabiduría y entendimiento – Ten piedad de nosotros
Espíritu de consejo y fortaleza –Ten piedad de nosotros
Espíritu de ciencia y de piedad –Ten piedad de nosotros
Espíritu del temor del Señor –Ten piedad de nosotros
Espíritu de gracia y misericordia –Ten piedad de nosotros
Espíritu de virtud, de dilección y de sobriedad – Ten piedad de nosotros
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz – Ten piedad de nosotros
Espíritu de humildad y castidad –Ten piedad de nosotros
Espíritu de benevolencia y de mansedumbre –Ten piedad de nosotros
Espíritu de la gracia multiforme – Ten piedad de nosotros
Espíritu que sondeaste también las profundidades divinas –Ten piedad de nosotros
Espíritu que pides por nosotros con gemidos inenarrables –Ten piedad de nosotros
Espíritu que bajaste sobre Cristo en forma de paloma –Ten piedad de nosotros
Espíritu en el cual nacemos –Ten piedad de nosotros
Espíritu por el que la caridad es infundida en nuestros corazones –Ten piedad de nosotros
Espíritu de adopción de los hijos de Dios –Ten piedad de nosotros
Espíritu que te apareciste sobre los discípulos en lenguas de fuego –Ten piedad de nosotros
Espíritu del cual están repletos los Apóstoles –Ten piedad de nosotros
Espíritu que repartes los dones como más te parece –Ten piedad de nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Ten piedad de nosotros