Tratemos de averiguar, hermanos, cuál es el motivo principal de un hecho que acontece con frecuencia, a saber, que a veces uno escucha una palabra
Una curiosa conversación Oíd la conversación tan jugosa que recogí un día de dos niños y una niña. Hermanos los tres y la mayor de
Mt 27,24-26 …y se lavó las manos delante de la gente, diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.» Irrevocablemente unida
Bien está que sea castigado con pena de muerte. Ya que reposa en su vigilancia tanto sueño de lenta respiración, cuando la vida te alimenta
Nazareth, Febrero 12 de 1900. Mi querida Mimí: Acabo de recibir el telegrama enviado ayer. Has debido sentir pena por la muerte de esta criatura,
Resistirse a la humillación es algo completamente natural. Retrocedemos ante las experiencias humillantes porque atentan contra nuestra dignidad (que es otra manera de decir que hieren nuestro orgullo). Esa es la clave del problema. Entonces nos vendrá bien recordar quiénes somos nosotros realmente y quién es Dios. Si detrás de esa experiencia solo vemos el daño y lo desagradable del hecho, únicamente puede ser porque hemos perdido de vista, al menos momentáneamente, la voluntad de Dios y su providencia.
El otro día leí una nota acerca de la epopeya de los grandes navegantes Magallanes y Elcano, en la cual se valoraba el testimonio de un desertor perteneciente a la tripulación de la nave Victoria. Basándose en un documento recientemente encontrado en el archivo histórico de Portugal, la nota explicaba la causa de la deserción: «él no estaba dispuesto a morir como los otros doscientos hombres que habían quedado en el camino».[1] Llama la atención lo que leíamos más adelante: «el rescate de estas figuras secundarias supone dar presencia y voz a los verdaderos héroes de esta historia». Así se le daba título de héroe a quien no quiso serlo. Este hecho puntual es solamente una anécdota irrelevante, pero sirve como ocasión para hilvanar, contracorriente, algunos pensamientos acerca del verdadero heroísmo y de los altos ideales.
El día depende mucho, para su transcurso, de la primera hora. Ésta es su comienzo. Uno puede, también iniciar el día sin un comienzo adecuado, puede deslizarse en él impensadamente. Entonces no es de ningún modo un día verdadero, sino un trozo de tiempo sin forma ni rostro. Pues un día es un camino, el cual requiere dirección; un día es un trabajo, el cual reclama voluntad clara.
Dirección, voluntad y rostro claro mirando hacia Dios –todo esto surge de la mañana verdaderamente vivida.