El don de ciencia – día séptimo


El don de ciencia – día séptimo

El don de Ciencia

El don de ciencia es luz. Es conocimiento. No ya de lo que hay que hacer en concreto, que eso es el consejo. La ciencia humana es conocimiento cierto por las causas. Aquí la causa por la que se conoce todo es Dios mismo, por eso el don de ciencia nos da un conocimiento especial de toda la realidad en lo más profundo de la realidad misma, que es su relación con Dios. Y a Dios lo vemos en relación con las cosas.

Es luz, pero, por usar una comparación, no es mirar directamente a la luz (eso es el don de sabiduría), sino que es ver todas las cosas iluminadas directamente por esa luz: vemos el qué y el porqué de las cosas de la naturaleza y de la sobre-naturaleza. Funciona no por razonamiento, sino por iluminación.

Tenemos un ejemplo muy claro de cómo este don funciona en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Podemos decir que los Ejercicios Espirituales son un laboratorio de los dones del Espíritu Santo. Lo que hace San Ignacio es “ponernos a tiro” del Espíritu Santo, por eso un mismo método tiene efectos tan variados y siempre nuevos, cada vez que los realizamos experimentamos cosas nuevas o distintas, incluso muchas veces después de muchos años de escuchar lo mismo, decimos “ahora entendí que…”. Ésos son los “toques” del don de ciencia. Porque los Ejercicios pueden repetirse, pero el que no se repite es el Espíritu Santo.

Conocimiento por iluminación, ¿conocimiento de qué?

De nosotros mismos. Bajo el don de ciencia nos conocemos cada vez más profundamente, y como es un conocimiento bajo la luz divina, descubrimos cada vez más nuestra oscuridad. Nuestro pecado y limitación, nuestra pobreza, nuestro desorden. Nuestra nada.

De las cosas mismas. Al recibir el don se percibe instintivamente qué significa que las cosas están ordenadas a Dios. El don de ciencia desenmascara todos los fantasmas que perseguimos en nuestra vida: nuestras ideas y proyectos humanos, nuestros afectos particulares o desordenados… bajo esta luz son vistos con el valor que realmente tienen por sí mismos cuando no son parte del plan de Dios. Su valor es igual a cero. Es el don de ciencia, por medio de este proceso de hacernos experimentar (sentir) la nada de las cosas, el que dirige las “noches” o purificaciones de nuestra alma, particularmente las del sentido.

De Dios mismo como origen, causa y fin de todo. Lo vemos presente en las cosas, obrando en todas ellas, ordenándolas a su gloria. Y la creación entonces adquiere un nuevo brillo (como sucedió a San Francisco de Asís).

En cuanto al modo de este conocimiento, como dijimos no es por raciocinio sino por iluminación.  Generalmente esto se expresa diciendo que “no puedo explicar del todo el porqué, ni el cómo… pero entendí…”. La mayor parte de las “inspiraciones” que recibimos (por ejemplo, en oración, o en Ejercicios) son por la acción de este don.

En cuanto a algunas notas características, podemos decir:

1- Lo que más limita o contrista al Espíritu Santo en cuanto don de ciencia es la falta de disposición a recibir su luz. Es lo que San Ignacio llama en los Ejercicios la “voluntad de segundo binario” (EE, [154]). Es no querer ver (“mejor no enterarse…”), porque se prevé que seguir lo que uno vea será sacrificado. Es decir, la falta de transparencia. La limitación intelectual no limita el don de ciencia. Sí lo hace una voluntad no bien dispuesta, insincera.

2- Sin este don, y sin fidelidad a este don, es muy difícil (diría yo imposible) avanzar en una vida de perfección espiritual, y tanto más en un estado de perfección como el de la vida religiosa. Porque no se entiende nada, no se conoce el valor de las cosas, todo se hace pesado y oscuro, es el burro que va cargado pero no sabe por qué.

3- Con este don, el camino se llena de luz. No se le quita la carga, pero tiene sentido. Todo adquiere sentido. Y no depende de la luz intelectual natural, de la capacidad intelectual. Encontramos siempre gente muy sencilla, con muy poca capacidad, pero con una comprensión acabada de la relación de las cosas a Dios (los encontramos hasta en la verdulería). Y también, ¡qué triste!, nos topamos con lo contrario.

Este don ilumina todo.

Todo. Es como Adán en el paraíso, que al pones nombre a cada cosa la conocía en su intimidad. Todo adquiere sentido: la vida de perfección, los sacramentos, el camino de los votos (como ofrenda libre), la obediencia, la humildad… se descubre el por qué último de las enseñanzas de los santos, de las cautelas y prudencias (por el conocimiento de la propia debilidad), se ve el sentido de las purificaciones y de las cruces, el valor de la renuncia, la belleza de la caridad y de la misericordia, el poder curativo del perdón…etc etc. En el fondo el don nos hace exclamar: “¡tiene sentido! ¡Es bellísimo! ¡Vale la pena!”.

La bienaventuranza es la de “los que lloran”, porque los que lloran son los que lloran sus pecados y los de los demás. Porque al conocer íntimamente el orden de las cosas a Dios, conocen mejor que nadie lo que el desorden produce. Y conocen también el valor de la reparación.

La Virgen nos conceda abrir nuestra alma al don de ciencia.

P. Miguel Soler, IVE

 

Letanías al Espíritu Santo

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Señor ten piedad – Señor ten piedad

Cristo ten piedad – Cristo ten piedad

Señor ten piedad – Señor ten piedad

Cristo óyenos – Cristo óyenos

Cristo escúchanos – Cristo escúchanos

Dios Padre Celestial – Ten piedad de nosotros

Dios Hijo Redentor del mundo –Ten piedad de nosotros

Dios Espíritu Santo –Ten piedad de nosotros

Santa Trinidad, un solo Dios – Ten piedad de nosotros

Espíritu del Señor, que aleteando sobre las aguas al comienzo de la creación la fecundaste – Ten piedad de nosotros

Espíritu por cuya inspiración han hablado los santos hombres de Dios –Ten piedad de nosotros

Espíritu cuya unción nos enseña todo – Ten piedad de nosotros

Espíritu testigo de Cristo –Ten piedad de nosotros

Espíritu de verdad que nos sugiere toda cosa –Ten piedad de nosotros

Espíritu que te posas sobre María –Ten piedad de nosotros

Espíritu del Señor que llenas la tierra –Ten piedad de nosotros

Espíritu de Dios que habitas en nosotros –Ten piedad de nosotros

Espíritu de sabiduría y entendimiento – Ten piedad de nosotros

Espíritu de consejo y fortaleza –Ten piedad de nosotros

Espíritu de ciencia y de piedad –Ten piedad de nosotros

Espíritu del temor del Señor –Ten piedad de nosotros

Espíritu de gracia y misericordia –Ten piedad de nosotros

Espíritu de virtud, de dilección y de sobriedad – Ten piedad de nosotros

Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz – Ten piedad de nosotros

Espíritu de humildad y castidad –Ten piedad de nosotros

Espíritu de benevolencia y de mansedumbre –Ten piedad de nosotros

Espíritu de la gracia multiforme –  Ten piedad de nosotros

Espíritu que sondeaste también las profundidades divinas –Ten piedad de nosotros

Espíritu que pides por nosotros con gemidos inenarrables –Ten piedad de nosotros

Espíritu que bajaste sobre Cristo en forma de paloma –Ten piedad de nosotros

Espíritu en el cual nacemos –Ten piedad de nosotros

Espíritu por el que la caridad es infundida en nuestros corazones –Ten piedad de nosotros

Espíritu de adopción de los hijos de Dios –Ten piedad de nosotros

Espíritu que te apareciste sobre los discípulos en lenguas de fuego –Ten piedad de nosotros

Espíritu del cual están repletos los Apóstoles –Ten piedad de nosotros

Espíritu que repartes los dones como más te parece –Ten piedad de nosotros

 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Perdónanos Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Escúchanos Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Ten piedad de nosotros

¡Ave María y adelante!


Lecciones