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Serie sobre el Comunismo

La estrategia y táctica comunista

El pensamiento de Maquiavelo se puede resumir en esa frase tan conocida: “el fin justifica los medios”. Aunque el pensador florentino nunca escribió tal axioma, sin embargo, toda su obra puede resumirse en ese principio. Esto quiere decir simplemente que no importa la moralidad de los medios mientras ellos sean eficaces para conseguir el fin. En Maquiavelo, es para el acrecentamiento del poder del príncipe; en el comunismo para la instauración de la dictadura del proletariado. En la elaboración de las tácticas y medios para alcanzar tal fin, el comunismo es un producto mejorado del maquiavelismo.

Si bien Marx fue el teórico del comunismo, Lenin es quien elaboro una estrategia para la implantación de la dictadura del proletariado con su instrumento que es el partido de los profesionales de la revolución y una táctica, las alianzas y componendas. A diferencia de Marx, quien pensaba que por la evolución histórica se llegaría a la dictadura del proletariado, Lenin sostuvo con realismo que los obreros nunca realizaran por si solos la liquidación de la burguesías sino que “la conciencia revolucionaria solo puede venir de la clase burguesa, de los intelectuales”. Lenin había estudio muy bien al filósofo de la guerra Clausewitz cuyos principios los aplico a la implantación del comunismo. Lenin invirtió el famoso principio de Clausewitz que “la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios”, por el de “la política no es más que la continuación de la guerra, pero por otros medios”.

Lenin distinguía entre estrategia, que es para ganar la guerra, y las tácticas (componendas, alianzas, o concesiones), que sirven para ganar batallas. El comunismo de hoy por cuestiones tácticas, sobre todo en los países de democracia liberal, no se revela como tal. Así, no se usa el término “comunista” pero si su pensamiento revestido con otros nombres: progresismo, populismo, ecologismo, etc.

Las tácticas son maleables, la estrategia se mantiene: llegar a una sociedad comunista sin clases. El comunismo tiene pretensiones globales pues, como hemos visto, busca crear un hombre nuevo. Esa es la estrategia. Pero, como táctica, usara un centro de difusión. A diferencia de Trotsky que quería llevar simultáneamente la revolución a todos los países, Lenin creyó conveniente establecer un centro: Moscú, para desde allí realizar la revolución. Esto mismo se hizo en América latina con Cuba. El marxismo es anti soberanista, o partidario de la desaparición de las naciones, pero en ciertos momentos de la dialéctica es oportuno tomar partido por un nacionalismo antiimperialista. El leninismo explica la cuestión colonial asimilando a los pueblos subdesarrollados con la clase explotada y a los países capitalistas como clase explotadora, o también usa la dialéctica entre pueblos originarios y naciones modernas.

Otros ejemplos de la relación estrategia-táctica, se muestra en que el marxismo, como estrategia, preconiza la desaparición del Estado, pero como táctica considera necesario la existencia de un estado fuerte para llegar a la revolución final. Stalin, otro practico del comunismo, sostenía que “ la revolución socialista debe no debilitar sino consolidar por todos los medios a su Estado, los servicios de informaciones, el ejército, si este país no quiere ser aplastado por el cerco capitalista”.

El fin o estrategia del comunismo es la implantación de la dictadura del proletariado, pero como táctica utiliza la democracia partidaria. Lenin decía: “damos el primer paso hacia la misma (la dictadura del proletariado) por el único procedimiento posible, por la única senda certera: la senda de la república democrática”. Y una vez llegado al poder, el comunismo no permite más la carrera partidaria. Además, contrario a la idea de partido en las democracias modernas, constituido por todos los ciudadanos que deseen adherir a esa idea de gobierno, el partido comunista o como quiera llamársele hoy, no lo forma sino una clase o una estructura jerárquica, cerrada y centralizada. Lenin distinguía muy bien entre partido y clase proletaria. Aquella es burguesa y tiene como misión hacer tomar conciencia de clase al proletariado; este por el contrario no llega a formar parte del partido. Solo por cadenas de transmisión se bajan líneas desde una elite iluminada a las clases populares. Uno se sonríe de la crítica por parte de una derecha naif de la izquierda como “incoherente” cuando ve a dirigentes de izquierda enriquecidos, de vivir como burgueses, pero en esto son bien coherentes con el pensamiento de Marxista que afirmaba que solo la burguesía puede hacer tomar conciencia al proletario ya que este por sí solo no lo puede hacer. Uno también se sonríe cuando la derecha naif critica a la izquierda que se dice luchadora por los marginados, y no se dan cuenta que el propósito del marxismo es proletarizar la sociedad tanto económicamente como culturalmente. El marxismo es contradictorio con respecto a la realidad, pero muy coherente con respecto a su sistema ideológico.

Es muy importante saber que los términos que emplean los marxistas tales como partido, democracia libertad son las mismas que emplean los liberales, pero con una significación totalmente distinta. El termino democracia popular o populismo en un marxista es la dictadura de los proletarios. El termino de paz también tiene otro significado: el comunista brega por una paz de naciones pero atiza la guerra revolucionaria o los conflictos al interno de los países. La transformación de la guerra entre pueblos en “guerra civil” es el único trabajo socialista decía Lenin. Otra de las tácticas que Lenin toma de Clausewitz es hacer sentir culpable al invadido en vez que al invasor. Esto se ve muy bien en el plano cultural en los países de tradiciones sanas los cuales son invadidos por las nuevas corrientes ideológicas marxistas quedan ellos, los invadidos, como como reaccionarios, retrógrados o enemigos de los cambios.

El comunismo siempre lleva a la practica la teoría la “ley del tránsito de los cambios cuantitativos en cualitativos”. Primero se da el comunismo en etapa de burguesía, luego el comunismo en etapa socialista y por último es el comunismo en una sociedad sin clases. En sociedades burguesas se busca confiscar a los ricos para tener a los pobres adictos a la revolución y así hacer aparecer que es el pueblo que quiere la revolución. Se va preparando la etapa socialista con la implantación del control obrero sobre la producción, incautación de industrias, monopolio estatal, control del Estado sobre el comercio exterior.  En la china de Mao se realizó el paso de una sociedad latifundista a una sociedad de pequeños propietarios para terminar en una expropiación de los mismos.

El comunismo es mesiánico. El comunismo se presenta como la genuina solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y entre hombre y hombre, la verdadera solución de la lucha entre existencia y esencia, entre objetivación y propia afirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie. El comunismo es la solución del enigma de la historia, y la mista conciencia de constituir esta solución. Lenin dividía la historia en dos: “La dictadura del proletariado es una lucha encarnizada… la lucha a muerte entre dos clases, dos mundos, dos épocas de la historia universal”. La moral comunista es “moral que contribuye a la destrucción de la antigua sociedad de explotadores”. Además, requiere por parte de los profesionales de la revolución un compromiso total. Como un miembro de una nueva religión. Por eso no es de extrañar el fanatismo en los miembros de la izquierda más radical.

Hemos visto hasta aquí el Leninismo y Estalinismo como aplicación del marxismo. Pero es imprescindible hablar también del Maoísmo que dio origen a la revolución cultural en China y es modelo de todas las revoluciones comunistas postsoviéticas. Mao otorgó mucha importancia al rol de las superestructuras o ideologías que someten al proletariado. Mao en su obra A propósito de la práctica, sin innovar nada respecto a la enseñanza de Lenin, introdujo un aspecto nuevo: darle importancia, en ciertas ocasiones, al aspecto conservador o burgués: “algunas personas creen que entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las fuerzas productivas son el aspecto principal. En la contradicción entre la teoría y la práctica, esta última es el aspecto principal. En la contradicción entre la base económica y su superestructura, la base económica es su aspecto principal. Y no hay cambia alguno de sus posiciones respectivas” y agrega “es verdad todo esto… pero en determinadas ocasiones, aspectos, tales como las relaciones de producción, la teoría y la superestructura se manifiestan a su vez en el papel principal y decisivo. También hay que admitir esto”.

Mao remarcó la importancia de la guerra subversiva o guerra psicológica. Esta consiste en una transferencia psicológica de un estado a otro de una población. Teniendo en cuenta la visión del hombre marxista como un animal evolucionado y, que responde a tendencias instintivas, Mao para unir nociones psicológicas a la fisiología del hombre aplico técnicas de transferencia de sentimientos y afectos, de odio y de amor. Mostraba las injusticias del supuesto agresor y la empatía con la supuesta víctima, con campañas denigratorias hacia las estructuras de una nación (ejercito, Iglesia, justicia, campo) y las presentaba como burguesas y autoritarias.

Mao fue quien invento el wokismo aunque con otro nombre. Mao en su revolución cultural propugnaba “la condena entera en bloque del arte y del pensamiento del pasado”. No bastaba con abolir la propiedad privada, sino que había que borrar toda herencia humana. Transformar también como decía Mao “la fisonomía moral de la cultura y de los usos y costumbres propios del proletariado (o de las clases oprimidas)”. Un llamado a la austeridad, pero una austeridad totalitaria. Que el burgués se haga proletario.

La guerra revolucionaria, una vez que ha creado la conciencia y aceptación del comunismo mediante técnicas de lavado de cerebro social, procede a la toma del poder con la previa infiltración en el mismo. Se provocan además crisis económicas, devaluaciones de la moneda, agitaciones constantes, creación de conflictos o grietas y todo esto para acelerar el paso de la cantidad a la cualidad, en términos de Marx. La utilización del miedo, de la angustia y del terror son otros de los instrumentos.  La última fase es que después de haber creado una crisis y terror, se acepte la paz a cualquier precio, es decir, el reconocimiento por parte de la población del gobierno que trae “la paz”.

Como un punto del dogmatismo comunista es el establecimiento de una base territorial para conseguir el reconocimiento global de su soberanía. Así se hizo en Vietnam, Corea. Y en épocas más recientes se logró de modo parcial en Colombia por parte de los terroristas marxistas de la FARC; se quiso hacer, pero fracasó en Tucumán en la época de la subversión marxista. Y se busca hoy formar un territorio independiente con bandera con la secesión de la Patagonia usando los mapuches como nuevo proletariado oprimido.

Otro influyente pensador marxista que no podemos dejar de mencionar es Herbert Marcuse. Este pensador de la escuela de Frankfurt y uno de los padres de la liberación sexual moderna criticó la sociedad capitalista y también comunista por lo que tienen de consumista. La crítica de la sociedad de consumo es una crítica maoísta que coincide con Marcuse. Así denuncia el carácter represivo de la sociedad capitalista en su obra El Hombre unidimensional. Pero como Mao, Marcuse busca promover una revolución cultural que llegue directamente al interior del hombre. Marcuse también llevó la revolución cultural al plano de la sexualidad. El pensador alemán busco liberar al hombre de los instintos reprimidos de Freud como si fueran un sometimiento de la sociedad burguesa organizada. Para Marcuse todo tiene que partir del instinto, nada tiene que ser impuesto ya sea el placer, la diversión, el ocio, la cultura. En su obra Eros y civilización habla de la “erotización de toda la personalidad”. Incluso es partidario de la muerte “digna”: vale la pena “luchar con toda su energía instintiva” para que los hombres “después de una vida colmada”, puedan “asumir la responsabilidad de elegir el momento de morir”. Marcuse es el gran ideólogo de mayo del ‘68 de cuya revolución estamos cosechando los frutos más maduros en esta actual sociedad erotizada. De hecho el slogan estudiantil de mayo del ‘68 rezaba así:

Marx es el profeta

Marcuse, su interprete

Mao, su espada.

A modo de conclusión queremos dejar en claro en primer lugar que no hemos buscado de ser exhaustivos en el tema sino dar los lineamientos esenciales del pensamiento marxista para que el lector pueda discernir la cultura y la política modernas impregnadas de esta ideología. No hemos querido tampoco abundar en ejemplos pues son los principios los que se mantienen vigentes y los casos pueden ser variopintos. Le toca al lector aplicar los principios a sus realidades concretas.

Por otro lado, queremos también dar posibles soluciones a este drama del mundo moderno. Para esto seguimos las soluciones propuestas por el gran filósofo de la cristiandad y su ruptura, el padre Julio Menvielle. Proponía el padre Julio los siguientes remedios: si el comunismo es dialectico, es preciso la superación de las dialécticas y la consiguiente armonía de las realidades diversas en una unidad jerárquica; si el comunismo es inmanencia pura  hay que retornar a la filosofía realista y la teología revelada, a la armonía de Fe y Razón; si el comunismo es una religión invertida solo resurgirá con la ayuda sobrenatural; sólo la Causa Primera en este caos del nuevo “orden” puede meter en él formas maravillosas que hagan surgir culturas nuevas; si el comunismo es “intrínsecamente perverso”, este demonio solo puede ser expulsado por la penitencia y la oración;  si el comunismo es la expresión de una libertad negativa, es preciso dar la primacía al bien común humano y la libertad solo como un medio. Por ello, lo más importante es conocer el marxismo y contratacar de modo profundo, no de una instancia burguesa sino de una instancia cristiana y con un pensamiento afincado en la realidad.

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