El silencio y la tranquilidad de Mazirayo, el pueblo donde hemos dormido hoy, invita a sentarse y escribir algo para todos ustedes. Hacía mucho tiempo que no podía venir a quedarme en la casa que tenemos en esta zona, sobre todo a causa de la gran cantidad de actividades que se acumulan a fin de año. En estos dos días estoy aprovechando a celebrar misa en cinco de las seis aldeas que pertenecen a este centro. A algunas de ellas sólo podemos venir tres o cuatro veces al año. La finalidad de esta casa es justamente tener un lugar donde quedarnos a dormir y así poder estar más cerca de las aldeas más lejanas de la parroquia de Kangeme. Aunque actualmente, gracias a Dios, han ido mejorando los caminos, arreglando algunos puentes, y construyendo otros, lo que ha hecho que se facilite poder llegar, y en menos tiempo, aún saliendo desde la parroquia y regresando allá, sin necesidad de establecer campamento en Mazirayo. Pero ciertamente que si se puede hacer una ronda de visita en dos días, como estoy haciendo ahora, se facilitan las cosas, y se ahorra mucho tiempo, esfuerzo, y viajes.
Aquí estoy pues, mientras amanece, disfrutando de esta tranquilidad, en un lugar totalmente perdido en los mapas. Mientras uno más se aleja del centro de misión, más se encuentra con ambiente pagano, con rostros extraños que no saludan, y sobre todo, ése ambiente triste, difícil de describir, del mundo sin Dios y sin ideales. En esos lugares el número de familias católicas es mucho menor en proporción, y por lo tanto hay que luchar contra la fuerza que hace ése ambiente pagano en los cristianos que todavía están muy débiles. Es muy común ver que muchos feligreses dejan de rezar por meses enteros, e incluso en este tiempo, en que se trabaja mucho en el campo, no tengan tiempo de venir a la iglesia, a pesar de que el misionero llega para celebrarles misa luego de tres meses. Pero como somos misioneros, estamos acostumbrados a todo, y venimos tanto a donde hay un espíritu alto, y nos reciben con gran alegría y la iglesia se llena, como también a donde hay pocos feligreses esperándonos, medio tímidos y retraídos.
Ayer, luego de la misa en Kangeme, con los hermanos Petro y Boniphace preparamos las cosas de sacristía para las misas de campaña, caramelos y juegos para los niños, elementos de apostolado, y nuestras cosas, y salimos para Mazirayo. Al llegar a la casa había un grupo de señoras y algunos jóvenes haciendo limpieza en el terreno, cortando un poco la maleza que rodea la casa y estaba muy alta. Los dejé a los hermanos aquí, para que hicieran el apostolado con esta gente, y para que terminaran de limpiar la casa, que estaba muy sucia y llena de polvo luego de varios meses sin uso, y me fui a la aldea de Namba Kumi na Moja (que quiere decir “Número 11”).
Al llegar a esta aldea sólo encontré al catequista que me esperaba. Las señoras habían venido a limpiar y preparar todo, pero luego se habían regresado a sus casas a prepararse y cambiarse. Lamentablemente esto hace que se atrasen mucho, y entonces cuando comencé la misa, luego del rosario y las confesiones, sólo estaban presentes once niños y un adulto, aparte del catequista. Esta aldea tenía antiguamente, hace unos ocho años atrás, una capilla de barro y medio techo de paja. Digo “medio techo” de paja, porque sólo estaba techado la mitad de la capilla y el resto al aire libre. Les hemos construido una hermosa iglesia, grande y muy fuerte.
También hemos realizado una misión popular allí hace algunos años. Pero como ven, siempre es difícil llevar estas aldeas adelante, donde los cristianos son tan pocos, y sobre todo muchos de ellos son paganos convertidos hace poco. Muchos comienzan a rezar con mucho entusiasmo y luego de un tiempo ya no vienen más, o comienzan a aflojar en su asistencia y participación. Es algo a lo que estamos acostumbrados, y no nos extraña, y es por eso que necesitamos esforzarnos en ir muchas más veces a esos lugares a visitarlos y llevarles los sacramentos. Luego de la misa fuimos caminando hasta una casa que estaba cerquita, para llevarle la unción de los enfermos a una abuelita que nos esperaba sentada en la sombra que daba la misma casa, con paredes de barro y techo de paja. Allí ella nos mostraba sus llagas en las piernas, y nos decía que tenía muchos dolores. Sin embargo, no dejó de alegrarse por nuestra visita y sonreír cuando le pedí que nos tomáramos una foto.
Por la tarde de este primer día fui a la aldea de Ubagwe, y me encontré un panorama parecido al de la mañana en Namba 11, pero un poco mejor. Comenzamos con el rosario y fueron llegando algunas personas que se sumaron al grupo de niños inicial. Se confesaron unas cinco personas, y luego comenzamos la santa misa. Un buen grupo, unos siete adultos y unos quince niños, mas o menos. Es una capilla pequeña, pero está muy linda, pues está terminada, es decir, tiene rejas en las ventanas y puertas de chapa, tiene piso de cemento y está pintada por dentro y por fuera. La pintaron el ante año pasado dos voluntarios, uno de Chile y otro de Argentina. Al regresar a Mazirayo por la tardecita, me encuentro un gran número de niños jugando, con un verdadero espíritu del Oratorio de Don Bosco. Los dos hermanos, Petro y Boniface, en medio de esa multitud alegre y bulliciosa. Las niñas jugando a saltar la soga, a hacer pases con la pelota de netball, y a correr de aquí para allá. Los varones, como siempre, al fútbol, en diversos grupos. Un verdadero espectáculo alegre. Al terminar los juegos rezaron algunos misterios del santo rosario en dos filas, y luego de una despedida recibieron los caramelos y a la casa. Creo que deben haber sido más de 150 niños.
Al llegar a este punto de la crónica, estoy escribiendo desde la casa parroquial de Kangeme. No pude seguir escribiendo en Mazirayo como hubiera deseado, pues una vez que amanecimos y comenzamos los trabajos apostólicos, ya no pude volver a sentarme a escribir. El día miércoles pude celebrar la misa en tres aldeas: Mazirayo, Nonwe, e Itobora. La primera de estas fue en el mismo lugar donde tenemos la casa para misioneros, y por eso comenzamos temprano. La iglesia es enorme, alta, y espaciosa. Se llama “Nuestra Sra. de Luján”, y tenemos aquí una réplica hermosa de la imagen original, que nos donaron de Argentina. Aquí tuvimos mucha más gente en misa, y vinieron algunos niños de la escuela primaria, que pidieron permiso para poder participar.
Desde Mazirayo, lo más rápido que pude, me fui a Nonwe, que me esperaban a las 10:00 de la mañana, y ya eran casi las 11:00 hs, pero mejor para que ellos tengan tiempo de llegar temprano. Al llegar a la iglesia salieron a recibirme los miembros del coro y todos los feligreses cantando, como es costumbre. En esta aldea se realizó una misión popular el año pasado, y realmente se siguen viendo muchos frutos, pues mucha gente se confesó, participando un gran número de adultos, y de verdad que se los ve participando muy bien. Esta aldea ha cambiado mucho en este sentido. No tuvimos multitudes de niños, porque como era un día de semana, estaban todos en el colegio. Aquí en Nonwe la iglesia sólo tiene los muros y el techo, pero es una construcción grande y fuerte, que fue donada por la Conferencia Episcopal Española, y otra parte completada con algunas donaciones más. De todas formas, así como está este edificio es muy digno, aunque no tenga ventanas ni puertas, ni piso de cemento. Me alegré mucho de repartir muchas comuniones en este lugar. Al terminar la misa nos dirigimos hacia la puerta de la iglesia para bendecir el agua que traen en botellas y bidones para llevarse agua bendita a sus hogares.
Cuando estábamos en eso, por la calle pasó un grupo grande de hombres, calculo que más de cincuenta, todos llevando azadones, y me impresionó, porque no había visto esto nunca, en los doce años que llevo por estos lados. En el momento de la comida les pregunté sobre quiénes eran, me dijeron que es un grupo de gente de Burundi, que se pasan a Tanzania ilegalmente, y los que tienen grandes campos de tabaco los usan como mano de obra barata. Llevan una vida muy dura, y casi podemos hablar de una especie de esclavitud, pues son controlados todo el tiempo, me decían, y los encierran en grandes galpones para dormir, y no pueden salir para nada, ni siquiera para ir al baño. Cuando los trasladan desde los campos de tabaco a los lugares donde comen o duermen, van algunos guardias adelante y otros atrás, para que ninguno se escape, y si se apartan del grupo o se demoran, les dan con un látigo. Algo realmente muy triste.
Finalmente, a la tarde fui a la aldea de Itobora, como estaba planeado. En este lugar la iglesia estaba también bastante llena, y pude confesar un rato, no mucho, pues no nos podíamos demorar tanto ya que luego se hace de noche, y todavía tenía que ir a recoger a los hermanos en la casa de Mazirayo, y después regresar a la parroquia en Kangeme. Al terminar la misa les dije que es mi deseo que podamos hacer una Misión Popular este año en Itobora, y todos se alegraron y aplaudieron. Pero les pedía que se pongan manos a la obra, porque tienen seis meses para hacer al menos dos letrinas, para que los misioneros puedan tener esa mínima comodidad. Los lugares para dormir serían en la casa de Mazirayo y Kangeme, pero para pasar todo el día en Itobora, lo único que se dispone es el edificio de la iglesia y nada más. Después de la misa y de despedirnos de la gente, me dieron de comer debajo de unos árboles que están detrás de la iglesia. Cuando estábamos terminando, trajeron en una bicicleta a un niño con alguna discapacidad, para pedirnos que lo recibamos en la casa de misericordia. Les dije que lo pondremos en la lista, pues nos piden muchos, y como sólo tenemos dos hermanos para atenderlos, tenemos que ir de a poco. Actualmente tenemos cinco beneficiarios.
Después de Itobora fui a buscar a los hermanos, cargamos todo, y nos despedimos de la gente de Mazirayo que estaba muy contenta de que luego de varios meses fuimos a estar con ellos dos días enteros. Gracias a Dios por tantas gracias recibidas en estos días y en la visita a estas cinco aldeas. Llegamos a Kangeme bastante entrada la noche, para bañarnos e ir a dormir, bastante cansados por unas jornadas tan largas… pero como siempre, cansados y felices por el apostolado.
Hasta la próxima… ¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Si desea saber más sobre la misión del P. Diego en Tanzania o colaborar con las campañas, haga clic en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/misioneroentanzania
Comentarios 4
Padre Diego, gracias por esta nueva crónica! Su trabajo sacerdotal nos edifica mucho. Rezamos por la Familia Religiosa en Tanzania y por todas las almas que Dios les ha encomendado.
¡Muy feliz cumpleaños, P. Diego! Como siempre, excelente crónica. Firmes en la brecha!
Gracias padre Diego por la crónica que tanto espero siempre,sus relatos me acercan a ustedes,por quienes siempre tengo presente en mis oraciones Dios los bendiga.
Que Dios bendiga su misión Padre y continúe dándole les fuerzas necesarias para poder hacer la voluntad del Padre.