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La basílica eucarística de Cartago

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16 diciembre, 2019
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La basílica eucarística de Cartago
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El 8 de octubre de 1880, el P. Delattre, padre blanco y arqueólogo de Cartago, habiendo celebrado la misa en los alrededores de la Marsa[1] y volviendo a su comunidad, vio cerca del camino unos árabes que hacían una excavación en la tierra para establecer los fundamentos de una casa. La curiosidad arqueológica lo llevó naturalmente a darse cuenta, mientras los días pasaban, de lo que podía encontrar en cada pedazo de tierra extraído. El terreno se llamaba Bir-Fhouta, pertenecía al Bey Sidi Aly (rey de Túnez en esa época) y había sido alquilado a un israelita habitante de la misma localidad.

Cuando los obreros llegaron a cierto nivel de profundidad, el P. Delattre descubrió nada más y nada menos que los restos de un bautisterio, atribución que fue confirmada por el descubrimiento de un recipiente para agua bendita con un dibujo de una cruz entre dos pescados. También se encontró un fragmento de una inscripción llevando el nombre de varios mártires.

El P. Delattre interesado por estos descubrimientos logró que la dirección de servicios de antigüedades de Túnez comenzara a excavar desde un punto de vista arqueológico. En el equipo de arqueólogos estaba también el P. Delattre.

Allí, el P. Delattre tuvo la fortuna de descubrir un gran mosaico decorativo que cubría el pavimento de una basílica construida probablemente en el IV siglo. Parte de este mosaico se encuentra en el museo de Louvre y otra parte en el museo del Bardo (Túnez). En este mosaico se encontraron unos cincuenta motivos religiosos, de los cuales muchos eran eucarísticos, entre ellos estaba la cruz, la paloma, los pavos y el ave Fénix, pero entre tantos motivos resaltaba uno que fue considerado como el mejor de los símbolos eucarísticos encontrados en Cartago.

He aquí la descripción del arqueólogo Paul Gauckler: “Cáliz, lleno de sangre, coronando la cima de un pequeño montículo de donde brotan los cuatro ríos del paraíso y adonde vienen a beber el ciervo y la cierva (arrodillados) que simbolizan los fieles, enfrentados de cada lado del cáliz y a la sombra de palmeras”[2].

En esta basílica y en el mismo mosaico se encontraron más de ocho motivos semejantes con ligeras variaciones. Nada carece de sentido.

No me detengo aquí en las consideraciones arqueológicas en cuanto tales de la basílica encontrada por el P. Delattre, pero según su parecer y sobre todo por estos descubrimientos eucarísticos, hay varias razones para creer que esta basílica descubierta, sea el lugar del martirio de San Cipriano obispo de Cartago y mártir en el año 258, por lo tanto es en este lugar donde conviene ubicar el “Ager Sexti” (casa del procónsul donde Cipriano fue martirizado).

Este descubrimiento eucarístico, entre otras cosas, sin duda nos hace reflexionar y pensar en la verdadera posibilidad de que en ese lugar donde el santo obispo mártir derramó tan generosamente su sangre por Cristo, se haya levantado una gran basílica enriquecida de tantos mosaicos cristianos mostrando, de modo repetido, un cáliz lleno de sangre del divino Cordero inmolado por nuestro amor, cáliz de donde surgen los cuatro ríos simbólicos donde vienen a beber el ciervo y la cierva arrodillados. Estamos por lo tanto delante de lo que en arqueología cristiana llamamos un “conjunto eucarístico”. El P. Delattre afirma que en ningún lugar de hecho, salvo en las catacumbas de Roma, se encuentra una figuración tan clara de la eucaristía bajo la especie del vino.

Ciertamente pensar al martirio de San Cipriano en este lugar hace comprender porque los primeros cristianos hayan reproducido hasta ocho veces un mismo símbolo expresivo de la “Preciosa Sangre”. Los textos de los escritores cristianos nos ayudan a confirmar esta idea. Dice el P. Delattre que esta simbología puede ser una interpretación hecha por los mismos fieles en el mismo lugar martirial, de un texto del glorioso obispo de Cartago: “La sangre de Cristo en la comunión es igual de objetiva y real que la sangre del mártir”[3].

De hecho San Agustín en un sermón predicado en ésta misma basílica a los fieles de Cartago, el día mismo del aniversario de martirio de San Cipriano, confirmaba esta realidad diciéndoles:

“En este mismo lugar donde San Cipriano ha dejado los restos de su cuerpo mortal, una multitud corrió furiosa para desparramar esa sangre martirial en odio contra Cristo; hoy, una multitud piadosa llega para honorar el nacimiento (el dies natalis, día del aniversario del martirio y de su entrada en el cielo) de Cipriano, bebiendo la Sangre de Cristo. Y ella bebe en este lugar la Sangre de Cristo en honor de Cipriano, con una dulzura tan grande como aquella entrega generosa de San Cipriano al versar su sangre por Cristo”[4].

Verdaderamente ésta basílica de Bir-Ftouha, cerca de la cual los arqueólogos reconocieron además, en 1928, una capilla con tres ábsides y en la cual se encontraban diez sarcófagos todos intactos, merecería ser todavía hoy objeto de estudio. Lamentablemente este lugar y muchos otros que testimonian la fe cristiana en los primeros siglos han sido completamente abandonados.

Si el Cardinal Lavigeri, cardenal primado del África, anunciando el congreso eucarístico nacional de 1930, ha dicho que Cartago merece ser llamada, entre todas, “ciudad eucarística”, creo podríamos agregar que la basílica de Bir-Ftouha merece también ser llamada “basílica eucarística”.

Pensando en la basílica a la que acuden los fieles, pienso en la comunidad parroquial que tiene que vivir de la Eucaristía. En este sentido San Juan Pablo II nos dice : 

« La Eucaristía es el centro de la comunidad parroquial. Permaneciendo en silencio ante el Santísimo Sacramento es a Cristo, total y realmente presente, a quien encontramos, a quien adoramos y con quien estamos en relación. La fe y el amor nos llevan a reconocerlo bajo las especies de pan y de vino al Señor Jesús… Es importante conversar con Cristo. El misterio eucarístico es la fuente, el centro y la cumbre de la actividad espiritual de la Iglesia. Por eso, exhorto a todos a visitar regularmente a Cristo presente en el Santísimo Sacramento del altar pues todos estamos llamados a permanecer de manera continua en su presencia. La Eucaristía está en el centro de la vida cristiana… Recomiendo a los sacerdotes, religiosos y religiosas, al igual que a los laicos, que prosigan e intensifiquen sus esfuerzos para enseñar a las generaciones jóvenes el sentido y el valor de la adoración y el amor a Cristo Eucaristía » (Juan Pablo II, 28-5-96).

P. Silvio Moreno, ive

Historia y arqueología cristiana


[1] Localidad vecina a Cartago en la que viven actualmente nuestros monjes.

[2] Cf. Delattre, Louis, Symboles Eucharistiques, Tunis, 1930, p. 18.

[3] S. Cipriano, Epistola, 57, 2.

[4] S. Agustín, Sermón, 310, 2.

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Tags: ager sextiarqueologíacálizCartagoDelattreEucaristiaSantísimo Sacramento
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