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Cuarto día de la Novena de Navidad. 19 de diciembre

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Meditación de san John Henry Newman

Éste es el tiempo de la inocencia, de la pureza, de la amabilidad, de la ternura, de la alegría, de la paz. Es un tiempo en el que toda la Iglesia aparece vestida de blanco, con su traje bautismal, con aquellas resplandecientes y luminosas vestiduras que llevará en el monte santo.

En otros tiempos litúrgicos Cristo viene con ropas teñidas de sangre, pero ahora viene a nosotros revestido de serenidad y de paz y nos manda que nos alegremos en Él y que nos amemos unos a otros. Ahora no hay lugar para la tristeza, para la envidia, para las preocupaciones, para los vicios, para los excesos o para la disipación. Éste no es tiempo para las comilonas o borracheras, ni lujuria ni desenfreno, ni riñas ni pendencias, como dice el Apóstol; es tiempo para revestirnos de Cristo, que no conoció el pecado ni hubo engaño en su boca.

¡Ojalá que cada nueva Navidad nos encuentre cada vez más parecidos a quien, en este tiempo, se ha hecho niño por amor a nosotros; que cada nueva Navidad nos encuentre más sencillos, más humildes, más santos, más caritativos, más resignados, más alegres, más llenos de Dios!

Sermones

Reflexión teológica

Además de confirmar nuestra fe, de elevar nuestra esperanza y encender la caridad, la venida de Cristo a este mundo nos aporta dos beneficios más:

En cuarto lugar, somos inducidos a conservar pura nuestra alma. Pues de tal manera fue ennoblecida y exaltada nuestra naturaleza por la unión con Dios, que fue vinculada a una persona divina… Por eso el hombre, recordando y atendiendo a esta exaltación, debe desdeñar envilecerse a sí mismo y su naturaleza por el pecado. Por ello dice San Pedro: Por el cual, Cristo nos dio las promesas máximas y preciosas, de modo que por ellas vengamos a ser consortes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción de la concupiscencia que hay en el mundo (2 Pe 1,4).

En quinto lugar, por estas cosas se inflama nuestro deseo de llegar a Cristo. Si algún rey fuese hermano de quien estuviese lejos de él, aquel cuyo hermano es el rey desearía venir a él y estar y permanecer junto a él. Por consiguiente, siendo Cristo hermano nuestro, debemos desear estar con él y unirnos a él: Donde quiera estuviere el cuerpo, allí se congregarán los buitres (Mt 24,28); el Apóstol deseaba morir y estar con Cristo. Deseo que ciertamente crece en nosotros, considerando su encarnación.

Santo Tomás de Aquino. Exposición del Símbolo de los Apóstoles

Oración de san Juan Pablo II

Señor Jesús, junto con los pastores, nos acercamos al Portal de Belén para contemplarte envuelto en pañales y acostado en el pesebre.

¡Oh Niño de Belén, te adoramos en silencio con María, tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza por los siglos, divino Salvador del mundo! Amén.

Lecciones