✠ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Meditación de San Agustín
Éste es el día en que vino al mundo el creador del mundo; en que se hizo presente en la carne, quien nunca está ausente por su poder. En efecto, estaba en el mundo y vino a su casa. Estaba en el mundo, pero oculto al mundo, pues la luz brillaba en las tinieblas, y las tinieblas no la acogían. Vino, pues, en la carne para limpiar los vicios de la carne; vino en tierra medicinal para curar con ella nuestros ojos interiores, cegados por nuestra tierra exterior; de modo que, una vez sanados, quienes antes fuimos tinieblas seamos luz en el Señor.
Hermoso como un esposo, fuerte como un gigante, digno de amor y de temor, severo y sereno; hermoso para los buenos, duro para los malos; permaneciendo en el seno del Padre, llenó el seno de la Virgen. En el seno de la Virgen, la naturaleza divina unió a sí la naturaleza humana; en él la Palabra se hizo carne por nosotros, para habitar en medio de nosotros, naciendo de una madre y para prepararnos nuestra morada, precediéndonos en el camino hacia el Padre. Celebremos, pues, con gozo y solemnidad este Día y, llenos de fe, deseemos el Día eterno, a través de quien, siendo eterno, nació en el tiempo para nosotros.
Sermón 195
Reflexión teológica
Se dice en un Sermón durante el Concilio de Éfeso: “La naturaleza ignora la virginidad después del parto. La gracia, sin embargo, manifestó a la que debía dar a luz, hizo a la madre, y no dañó a la virginidad. Por consiguiente, la Madre de Cristo fue virgen también en el parto.
Es preciso defender, sin duda de ninguna clase, que la Madre de Cristo fue virgen también en el parto, puesto que el Profeta (Is 7,14) no dice solamente: He aquí que la virgen concebirá, sino que añade: y dará a luz un hijo.
Y esto fue conveniente por tres motivos. Primero, porque correspondía a la propiedad de quien nacía, que es el Verbo de Dios. El Verbo, en efecto, no sólo es concebido en la mente sin corrupción, sino que también procede de ella sin corrupción. Por lo que, a fin de manifestar que aquel cuerpo era el mismo Verbo de Dios, fue conveniente que naciese del seno incorrupto de una virgen. De ahí que en un Sermón del Concilio de Éfeso se lea: La mujer que da a luz pura carne, pierde la virginidad. Pero, al ser el Verbo de Dios quien nace en carne, el propio Dios conserva la virginidad, demostrando con ello que es el Verbo. Ni siquiera nuestro verbo corrompe la mente cuando sale de ella. Y Dios, Verbo sustancial, al optar por el parto, tampoco destruye la virginidad.
Segundo, porque esto es conveniente en lo que atañe al efecto de la encarnación de Cristo, pues vino para quitar nuestra corrupción. Por eso no fue oportuno que, al nacer, corrompiese la virginidad de la madre. Debido a esto, dice Agustín en un Sermón De Nativitate Domini: No era justo que con su venida manchase la virginidad quien había llegado para sanar lo que estaba corrompido.
Tercero. Fue conveniente para que, al nacer, no menoscabase el honor de la madre aquel que había mandado honrar a los padres.
Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica III, q. 28, a.2
Oración de san Juan Pablo II
Señor Jesús, junto con los pastores, nos acercamos al Portal de Belén para contemplarte envuelto en pañales y acostado en el pesebre.
¡Oh Niño de Belén, te adoramos en silencio con María, tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza por los siglos, divino Salvador del mundo! Amén.
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