«Quiero despedir a mi madre» – la ironía de los mártires

Hoy celebramos la memoria de los 18 mártires benedictinos del Monasterio del Pueyo asesinados por odio a la fe durante la guerra civil española. Reproducimos el testimonio del miliciano que asesinó al superior de la comunidad, el P. Mauro Palazuelos Maruri (32 años). La historia, digna de una película, retrata la ironía de un hombre que, al mejor estilo de Santo Tomás Moro, no teme a la muerte.

[Testimonio de la Sra. Armisén]

Ahora aparece en escena un anarquista cuyo nombre ignoro. Tenía unos 27 años de edad, de estatura corriente y aspecto de buena salud… vino a mi casa  y me hizo esta íntima declaración, desahogando su alma:

«Mire, no sé lo que me pasa, pero sufro mucho. Me han examinado los médicos en Monzón, y los remedios que me dan, de nada me sirven.»

La señora María le preguntó: «¿Desde cuándo te sucede esto?»; y él contestó:

«Desde que maté al Jefe de los frailes del Pueyo. Desde entonces no he podido dormir ni vivir tranquilo, porque sus ojos no puedo apartar de mí. Este fraile mostró un heroísmo extraordinario.»

La señora María prosiguió: «¿Cómo notaste en él ese heroísmo?», y contestó:

«Porque cuando le llevábamos a matar, alentaba enardecido a sus compañeros que iban en el camión, rezando y cantando a su madre.

¡Bien amarrado iba!; y pidió ir a pie, siguiendo al camión. Al subir la cuesta del cementerio, cuanto más cantaba, más me enfurecía yo, pegándole fuertes golpes con el fusil.  Dicho fraile, dirigiéndose a sus compañeros, les dijo: “Perdonad a vuestros verdugos, que pronto entraremos en la gloria”. Tal rabia tomé a ese fraile, que advertí a los otros milicianos: “Vosotros cuidad de los demás: a éste me le cargo yo”.

Pasado el Hospital, cercano al cementerio, aquel fraile nos pidió la gracia de despedirse de su madre. Algunos camaradas míos se la otorgaron, diciendo: ¿qué tiene que ver se despida de su madre? (Creían se refería a su madre natural recluida en dicho hospital). Yo le mandé seguir adelante, pero, al fin, accedí a su deseo. Entonces comenzó a entonar una canción a la Virgen. Al verme yo contradecido con esta salida, rabioso le golpeé con más fuerza.

Junto a la pared del cementerio, le dije con malas palabras: “¿Cómo quieres morir, mirando a la pared, o mirando a tu Madre?”. Y dirigiendo él la mirada hacia el convento del Pueyo, contestó: “Mirando a mi Madre”. Entonces, al comprender que se refería a la Virgen de ese convento, le dije: “Te voy a apuntar para que no cantes más a tu Madre”. Le disparé un tiro en la boca, levantándola la tapa de los sesos.

Cuando Vd. quiera -dijo a María Armisén- puede ver los sesos en la pared del cementerio, a la izquierda de la puerta. Cuando le disparé, el fraile miróme de tal manera, y tanto me impresionó el ver saltar los sesos, que desde entonces se me clavaron sus ojos, y no puedo apartarlos de mí. Precisamente desde entonces me viene este sufrimiento y agitación que padezco».

[Alejandro Perez Alonso, INFORME SOBRE LOS MÁRTIRES BENEDICTINOS DEL PUEYO, EN BARBASTRO, SACRIFICADOS EN 1936, 14-16]

Quien desee conocer más de los mártires del Pueyo le aconsejamos el siguiente libro: MONJES DEL INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO, Los oyó todo Barbastro. vida y martirio de los beatos mártires bendictinos del Pueyo.