Les compartimos una reflexión de la Madre María del Cielo, de las Servidoras de Señor y la Virgen de Matará, Misionera en Tierra Santa.
Jesús nos enseñó a rezar sin desfallecer, a pesar del miedo, a pesar del dolor, a pesar de la monotonía… a pesar de que los resultados de esa oración quizá no se vean inmediatamente.
Son varios los momentos de su vida…pero especialmente nos enseñó esto en el Huerto de Getsemaní, en Jerusalén, a pocas horas de entregar su vida. Dice el Evangelio de San Lucas que, después de la última Jesús se dirigió hacia el Monte de los Olivos, dejó a sus discípulos en el Huerto y él se retiró a pocos metros de allí. En ese lugar, hoy, una hermosa Basílica custodia la piedra, sobre la cual Jesús rezó.
Al llegar a ese lugar, dice el Evangelista que Nuestro Señor “sumido en agonía insistía más en su oración” Hasta tal punto que “Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra” (Lucas 22:44).
En estos momentos en que pareciera que la situación en Gaza no tiene salida, cuando el dolor de la crueldad de la guerra que se ha llevado miles y miles de vidas… especialmente de inocentes que no tuvieron tiempo de darse cuenta de los motivos de esta guerra. En especial de tantos niños, tantos ancianos y mujeres con sus hijos pequeños aun entre sus brazos.
Después de más de 100 días de guerra, de oración sin tregua aun en medio de los bombardeos, bajo los disparos, o aun heridos por las esquirlas… esa oración puede parecer inútil, ineficaz. “Pero tu Padre que ve en lo secreto te recompensará” (Mt 6,6), dice el Señor. Él es quien ve esa oración desgarrada de dolor, como vio en Getsemaní el ruego del Hijo de Dios cuando dijo: “Que no se haga mi voluntad sino la Tuya” (Lc 22,42).
La clave está en la perseverancia en la oración. “Sumido en agonía”, dice el Evangelista. Y es el mismo Señor que revela s sus discípulos: Triste esta mi alma hasta la muerte. Pero Él “insistía más en su oración”. No estaba esperando “sentirse bien” para rezar, insistía, redoblaba su fuerza en la oración, perseveraba en ella.
Que esta sea también nuestra actitud al rezar por el fin de la guerra en Gaza. Que esta también sea la actitud de nuestros hermanos cristianos refugiados en nuestra Parroquia “Sagrada Familia” en Gaza, que a duras penas están manteniéndose con vida, a pesar de la muerte que asoló nuestras Iglesias, a pesar de los heridos, a pesar de que han perdido todo.
Hay en el Hogar de las hermanas de la M. Teresa una anciana que estaba internada en el hospital y desde que comenzó la guerra vive con las religiosas. Su nombre es Hilda. Ha quedado prácticamente sola en Gaza. La mayor parte del tiempo está postrada, vaya a saber con cuantos dolores… pero ella no deja de rezar. Siempre pide el rosario. Ese Rosario es su apoyo y consuelo.
Acompañemos con nuestras oraciones, con gran fervor, con fe y esperanza nuestros hermanos para que Nuestro Señor les conceda la gracia de orar sin desfallecer y entregarse plenamente en las manos del Padre que ve tanto dolor secreto…. Y que en algún momento los recompensará.
María del Cielo, SSVM.
Misionera en Tierra Santa
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