Octavo día de la Novena de Navidad. 23 de diciembre

 En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Meditación del Papa Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas, vivamos con alegría la Navidad que se acerca. Vivamos este acontecimiento maravilloso: el Hijo de Dios nace también «hoy»; Dios está verdaderamente cerca de cada uno de nosotros y quiere encontrarnos, quiere llevarnos a él. Él es la verdadera luz, que disipa y disuelve las tinieblas que envuelven nuestra vida y la humanidad. Vivamos el Nacimiento del Señor contemplando el camino del inmenso amor de Dios que nos la elevado hasta él a través del Misterio de Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, pues, como afirma san Agustín, «en Cristo la divinidad del Unigénito se hizo partícipe de nuestra mortalidad, para que nosotros fuéramos partícipes de su inmortalidad» (Epístola 187, 6, 20: PL 33, 839-840). Sobre todo, contemplemos y vivamos este Misterio en la celebración de la Eucaristía, centro de la Santa Navidad; en ella se hace presente de modo real Jesús, verdadero Pan bajado del cielo, verdadero Cordero sacrificado por nuestra salvación.

Audiencia General, 21 de diciembre de 2011

Reflexión teológica

El nacimiento de Cristo fue manifestado, no a todos los hombres sino solo a algunos elegidos. Ya que las cosas que se hacen según la sabiduría de Dios, se hacen adecuadamente.

Así, la salvación que Cristo iba a realizar pertenecía a toda la multiplicidad humana, pues, como se lee en la carta a los colosenses (3,11), en Cristo no hay varón y mujer, gentil y judío, esclavo y libre, y así sucede con otras cosas por el estilo. Y, para que esto quedase prefigurado en el mismo nacimiento de Cristo, fue manifestado a hombres de toda condición. Porque, como dice San Agustín en un Sermón sobre la Epifanía, los pastores eran israelitas; los Magos, gentiles. Aquéllos estaban cerca, éstos vinieron de lejos. Unos y otros corrieron juntos como a su piedra angular. Hubo también entre ellos otra diferencia: los Magos fueron sabios y poderosos; los pastores, humildes y plebeyos. También se reveló a justos, tales Simeón y Ana, y a pecadores, a saber, los Magos. Se manifestó asimismo a hombres y mujeres, como Ana, para demostrar con ello que nadie quedaba excluido de la salvación de Cristo.

Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica III, q. 36, a.3

Oración de san Juan Pablo II

Señor Jesús, junto con los pastores, nos acercamos al Portal de Belén para contemplarte envuelto en pañales y acostado en el pesebre.

¡Oh Niño de Belén, te adoramos en silencio con María, tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza por los siglos, divino Salvador del mundo! Amén.

Lecciones