✠ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Meditación de Santa Teresa del Niño Jesús
En el nombre del que adoro os tiendo, hermanas, la mano, y canto por este niño que todavía no habla. Para este Niño Jesús, el desterrado del cielo, sólo he encontrado en el mundo indiferencia profunda.
Que todas vuestras caricias, alabanzas y ternuras sean para el Niño Dios. ¡Almas, que el amor os queme viendo que el Dios inmortal se hace mortal por vosotras!
¡Oh, conmovedor misterio! ¡Viene a pediros limosna el que es Dios, el Verbo eterno!
Que siempre para este Niño sean vuestros sufrimientos, vuestras penas y alegrías. ¡Almas, que el amor os queme viendo que el Dios inmortal se hace mortal por vosotras!
¡Oh, conmovedor misterio! ¡Viene a pediros limosna el que es Dios, el Verbo eterno!
Jesús, el divino Niño, para entregarte su vida, transforma en él cada día una hostia pequeñita, toda blanca y pequeñita. Con más amor todavía, ¡oh, hermanita afortunada!, quiere transformarte a ti en su misma carne y sangre. Tu corazón es su dicha, su placer y su tesoro.
¡Navidad! Bajo del cielo para decirle a tu alma: “el dulcísimo Cordero se abaja hasta ti, procura ser su hostia blanca y pura”.
Extracto de una prosa escrita para sus hermanas carmelitas
Reflexión teológica
Consideremos, pues, cómo la Encarnación de Dios es un auxilio eficacísimo para el hombre que tiende a la bienaventuranza:
Supuesto que la perfecta bienaventuranza consiste en el goce de Dios, fue necesario que el afecto del hombre se dispusiese al deseo de ese goce divino; así como vemos que en el hombre reside el deseo natural de la felicidad, y que el deseo del goce de alguna cosa es producido por el amor a dicha cosa, del mismo modo fue necesario llevar hacia el amor divino al hombre que se dirige a la bienaventuranza perfecta. Nada nos lleva tan intensamente a amar a alguno como la experiencia del amor que aquél nos profesa. Mas el amor de Dios al hombre no pudo mostrarse de modo más eficaz que habiendo querido unirse en persona al hombre. Porque es propio del amor unir al amante con el amado, en cuanto es posible. Fue por consiguiente necesario, al hombre que se dirige a la bienaventuranza perfecta, que Dios se hiciese hombre. Además, como la amistad consiste en cierta igualdad, no parece que puedan unirse en amistad seres que son muy desiguales. Pero para que fuese más familiar la amistad entre el hombre y Dios, fue conveniente que Dios se hiciese hombre, porque también el hombre es naturalmente amigo del hombre; y así, conociendo visiblemente a Dios, somos arrastrados al amor de lo invisible.
Santo Tomás de Aquino. Contra Gentiles, lib. 4, cap. 54
Oración de san Juan Pablo II
Señor Jesús, junto con los pastores, nos acercamos al Portal de Belén para contemplarte envuelto en pañales y acostado en el pesebre.
¡Oh Niño de Belén, te adoramos en silencio con María, tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza por los siglos, divino Salvador del mundo! Amén.
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