Tercer día de la Novena de Navidad. 18 de diciembre

✠ En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Villancico de Santa Teresa de Jesús

Con los Reyes

Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

Vamos todos juntos
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas
ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada.

No cures, creyente
de buscar razón,
para ver que es Dios aqueste Garzón.
Dale el corazón,
y yo esté empeñada:
vaya con los Reyes
la mi manada.

Reflexión teológica

Del Nacimiento de Jesús podemos tomar algunas cosas útiles para nuestra edificación:

En primer lugar, se confirma nuestra fe. Si alguno dijese cosas de un país remoto y él no hubiese estado allí, no se le creería como si hubiese estado en él. Antes, pues, de que viniese Cristo al mundo, los patriarcas, los profetas y Juan Bautista dijeron algunas cosas de Dios. Sin embargo, no las creyeron los hombres como a Cristo, que estuvo con Dios; más aún: es uno con Él. Por donde nuestra fe, que nos confió Cristo, es muy segura. En el evangelio de san Juan (1,18) se dice: “A Dios nadie lo ha visto nunca: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él nos lo ha narrado”. De ahí que muchos secretos de la fe, antes ocultos, se nos hayan manifestado después de la venida de Cristo.

En segundo lugar, por estas cosas se eleva nuestra esperanza. Es evidente que el Hijo de Dios, asumiendo nuestra carne, no vino a nosotros por una banalidad, sino para una gran utilidad nuestra. Por donde realizó una especie de intercambio; a saber, asumir un cuerpo animado y dignarse nacer de la Virgen, para conferirnos su divinidad; y así se hizo hombre para hacer Dios al hombre. Por el cual tenemos acceso por la fe a esta gracia en que estamos y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios (Rom 5,2).

En tercer lugar, por esto se enciende la caridad. Pues no hay indicio tan evidente del amor divino que el hecho de que Dios, el Creador de todas las cosas, se haya hecho criatura; que el Señor se ha hecho hermano nuestro; que el Hijo de Dios se haya hecho hijo del hombre: “De tal modo amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito” (Jn. 3,16). Y por eso, por la consideración de esto, debe acrecentarse e inflamarse nuestro amor a Dios.

Santo Tomás de Aquino. Exposición del Símbolo de los Apóstoles

Oración de san Juan Pablo II

Señor Jesús, junto con los pastores, nos acercamos al Portal de Belén para contemplarte envuelto en pañales y acostado en el pesebre.

¡Oh Niño de Belén, te adoramos en silencio con María, tu Madre siempre virgen!
¡A ti la gloria y la alabanza por los siglos, divino Salvador del mundo! Amén.

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Lecciones